PROYECTO ARQUITECTÓNICO Y URBANO

Un acercamiento al espacio arquitectónico

An approach to the architectural space

Francisco Javier Fuentes Farias*

Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. México

* Licenciatura en Arquitectura, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, México. Maestría en Arquitectura, Investigación y Restauración de Sitios y Monumentos, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, México. Doctorado en Arquitectura, Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F. Últimas publicaciones: La experiencia cualitativa en el paisaje y el patrimonio edificado. Revista sobre Patrimonio Cultural Apuntes. Bogotá Colombia (2011). Aproximacion al paisaje cultural como lugar. Revista del Doctorado en Arquitectura y Diseño Urbano DADU, México (2008). Aspectos del paisaje cultural yucateco en la Plaza Santa Lucía de Mérida. Revista del Doctorado en Arquitectura y Diseño Urbano DADU, México (2007). fuentes88@hotmail.com

 

Referencia:Fuentes Farias, F. J. (2012). Un acercamiento al espacio arquitectónico. Revista de Arquitectura, 14, 24-35.

Recibido:julio 11/2012 Evaluado: agosto 29/2012 Aceptado: julio 9/2014


RESUMEN

Partiendo de que el espacio construido manifiesta las intenciones y experiencias mentales de sus habitantes o constructores, por ejemplo, significados, recuerdos, esquemas constructivos, apego por los lugares, etc., ¿qué tipo de conocimiento es posible acerca del patrimonio cultural intangible relacionado con el espacio construido? Una respuesta se plantea desde los estudios de la complejidad. Se toma como hecho el significado y la concepción de dicho espacio resumiendo así otros factores involucrados, como las reglas lingüísticas y de ordenamiento del entorno en los planos social, territorial y psicológico. Comparando conceptos clave usados en disciplinas dedicadas al tema, como los símbolos y las intenciones expresados en un determinado tiempo-espacio, se proponen los principios de la complejidad para demostrar la recursividad entre distintos niveles de realidad, como el social, mental y territorial. Se confirma el papel de los sistemas de reglas y modelos de percepción y acción en el ordenamiento del espacio construido.

Palabras clave: cognición, espacio existencial, percepción, paisaje cultural, significado.


ABSTRACT

Starting from the apparent built space the intentions and their inhabitants’ mental experiences or manufacturers, for example, meanings, memories, constructive outlines, I attach for the places, etc., ¿What type of knowledge is it possible about the intangible cultural patrimony related with the built space? An answer thinks about from the studies of the complexity. It takes as fact the meaning and the conception of this space summarizing this way other involved factors, as the linguistic rules and of classification of the environment in the social, territorial and psychological planes. Comparing concepts key used in you discipline dedicated to the topic, ace the symbols and the intentions expressed in to certain cheat-space, they intend the principles of the complexity to demonstrate the resources among different levels of reality, ace the social, mental territorial and. It confirms the role of the systems of rules and models of perception and action in the classification of the built space.

Key words: Knowledge, existential space, perception, cultural landscape, meaning.


INTRODUCCIÓN

En trabajos anteriores nos hemos enfocado en el estudio y la restauración del patrimonio construido, lo cual abrió una línea de trabajo relacionada con el tema de la cultura, bajo el concepto de paisaje cultural abordado a partir de nuestra tesis doctoral (2008). Para ello fue necesario poner sobre la mesa el problema metodológico de examinar el significado que tiene un lugar, paisaje o espacio arquitectónico para sus habitantes (Fuentes, 2011, pp. 166-177). Con los resultados obtenidos hasta el momento, la Coordinación de la Investigación Científica de la Universidad Michoacana tuvo a bien refrendar el apoyo brindado autorizando el proyecto de investigación titulado "Caracterización del paisaje en la cuenca lacustre de Pátzcuaro", para continuar con el estudio del paisaje cultural y el correspondiente patrimonio cultural intangible en el área geográfica ubicada en Pátzcuaro, Michoacán, México. Este planteamiento ha mostrado un problema metodológico consistente en que no es posible saber qué significa para cada individuo el espacio habitado. Conceptos como creencias, cosmovisión, simbolismo, territorialidad o pertenencia a los lugares no tienen un estatuto epistémico definido, por lo cual ha sido necesario realizar una crítica conceptual que permita deslindar las bases metodológicas necesarias para desarrollar el tema planteado.

En el término "paisaje cultural" se encontró un enfoque integrador que ahora aplicamos al espacio arquitectónico en general. Este consiste en estudiar científicamente la actividad perceptual y cognitiva que permite ordenar el espacio a partir de estudios neurocientíficos. Por otro lado, problemas como el del significado de los lugares requieren de disciplinas como la hermenéutica y la semiótica. Esta línea se ha seguido en áreas como la geografía cultural, las ciencias sociales o la arquitectura teórica, pero no queda resuelto ni el problema metodológico, ni el estatuto epistémico de los hechos que se van a estudiar, por ejemplo, la manera en que el cerebro procesa la información del medio circundante, y el papel del lenguaje en los sistemas de reglas y categorías espaciales. ¿En qué medida el ser humano se constituye en el espacio? Para responder a ello se partirá de la premisa de que el sentido y el significado del espacio arquitectónico es un ordenamiento que todo individuo realiza para habitar y construir.

ANTECEDENTES

En cuanto a los precedentes de las propuestas teóricas sobre el espacio construido se observa que el punto de vista humanístico ha persistido mediante el uso de conceptos como percepción, intencionalidad, símbolo, representación, interpretación o significado, por ejemplo, en Norberg- Schulz (1975, 1998, 2005), y otros como Muntañola (1998), Rykwert (1999) y Palasmaa (2011). Estos autores se inclinan por la fenomenología, la semiótica y la hermenéutica, principalmente, para integrar el punto de vista de los propios constructores en las distintas propuestas o teorías de la arquitectura. Por esta parte se encontrarán problemas como el de la percepción y el significado del espacio construido, o la naturaleza de la acción social y el uso de categorías de apropiación del espacio, así como de sistemas comunicativos y de reglas sociales, lingüísticas y constructivas.

Se plantea aquí que habitar, construir y pensar son enunciaciones distintas para hablar de la misma experiencia de vida como totalidad, a la que podemos llamar "espacio existencial", es decir, "el hecho de que toda acción está relacionada con un centro, posee una dirección, y tiene lugar dentro de un ámbito definido" (Norberg- Schulz, 2005, p. 45).

Distintas disciplinas, interesadas en el tema del espacio en general, han establecido marcos teóricos basados en el paradigma de la complejidad, cuya premisa principal establece que "el todo es más que la suma de las partes", lo que ha requerido acuñar nuevos conceptos. Por ejemplo, el concepto de "sistema" permite referirse a objetos de estudio vistos como totalidades cuyo sentido depende de la manera en que se ordenen entre sí las partes del sistema, unidades mínimas de sentido estructuradas u ordenadas mediante reglas y categorías. Esto se aprecia en las lenguas, en las estructuras sociales y en el conocimiento mismo. Según Bertalanffy (2009), no es del todo recomendable "restringirse al sentido ‘técnico’, desde el punto de vista matemático", del término "teoría general de los sistemas", pues "abundan los problemas de ‘sistemas’ que requieren de una teoría no disponible aún, en términos matemáticos". Entre ellos están los que ya abordaron corrientes disciplinares como el estructuralismo francés, la geografía moderna y el funcionalismo sociológico estadounidense. También indicaba que, contrastando con el paradigma analítico y mecanicista de la ciencia clásica, "el concepto de sistema constituye un nuevo paradigma", esto es, "una visión organísmica de el mundo como una gran organización" (énfasis agregado). El ejemplo por seguir aquí, en ese sentido, es el de Alexander (1981), quien introduce el concepto de "lenguaje de patrones" para explicar el espacio arquitectónico como sistema complejo que se autoorganiza; su idea es que los constructores tienen en mente un "modelo ideal" de lo que quieren construir, y lo que hacen es combinar patrones observados en su entorno y adaptarlos a sus necesidades, como se explica después de revisar ciertos conceptos.

Actualmente está en boga el término "paisaje cultural" como materia de estudio en varias disciplinas que abordan el territorio, la sociedad o la cultura desde el punto de vista del espacio en general. Sin embargo, la idea misma de paisaje supone una connotación cultural, es decir, llamar cultural al paisaje es redundar en su sentido de producto humano. Pero, metodológicamente hablando, el paisaje cultural es un avance en la medida que especifica dos maneras de conocer el espacio habitado: científica y humanística, que en nuestra línea de estudio aplicamos también al espacio arquitectónico. Y esto es así porque el elemento cualitativo del paisaje es la cultura, y esta es un marco de sentido, un compromiso ontológico; a su vez, es un sistema de reglas, de significados y de creencias. Y es el punto de vista en primera persona, inaccesible a la observación científica, por lo cual resulta apropiado un término como el de "hermenéutica doble" (Giddens, 2006, p. 33). Este enfoque es consecuente con el concepto de sistema, ya mencionado.

Por ello es necesario plantear la pregunta de cómo se constituye como totalidad el entorno percibido, y en particular el espacio arquitectónico, es decir, cómo permanece en el tiempo de modo que se pueda afirmar que representa lo mismo en distintos momentos o desde distintos lugares. ¿Son los objetos iguales a la representación o imagen que tenemos de ellos, o a los nombres que los designan?, o ¿cuál es la realidad objetiva de los mismos, es decir, qué se entiende al decir que los objetos se nos aparecen como son en sí mismos? En tal sentido la cognición, en particular la categorización, puede examinarse tanto desde la epistemología como desde la metafísica; categorizar es un proceso neurolingüístico, y por tanto puede estudiarse desde las neurociencias y las ciencias cognitivas, mientras las categorías —y los conceptos mismos—, son examinados por la metafísica (González, 2007, p. 12; Lowe, 2000, p. 12; Bennett et al., 2007, p. 19). Así, admitiendo que la construcción de lugares habitados sea consecuencia de distintas capacidades cognitivas, resulta procedente observar los fenómenos de la cultura o la identidad en términos de fenómenos mentales o de la conciencia. La conciencia, en palabras de Searle (2009, p. 75), consiste en estados y procesos internos, cualitativos o subjetivos de sensación en los cuales es posible percatarse de algo; "la mente consciente es causada por procesos cerebrales". Ahora bien, percatarse de algo implica percibir y categorizar, actividades necesarias para construir lugares habitados.

Toda investigación acerca de las mentes de otros se enfrenta a la separación entre los mundos mental y material. Esto ha motivado amplios debates en ciencias sociales y humanidades a partir de conceptos tales como intencionalidad, agencia, identidad, mente, conciencia1, a los que es posible comprender como procesos cognitivos característicos de la especie humana, de los cuales el lenguaje, la percepción y el significado del mundo percibido parecen ser los más difíciles de explicar (Norberg-Schulz, 1975, p. 11; 1998, p. 23; González, 2007, p. 21; Lowe, 2000, p. 123 y ss.; Bermúdez, 2006, p. 93; Giddens, 2006, p. 81). Otras propuestas conceptuales implican la existencia de, principalmente, dos planos de sentido, diría Giddens (2006, p. 33) al referirse a una "doble hermenéutica", la efectuada por los sujetos estudiados en su propio plano de sentido, y la de los investigadores en su marco conceptual.

Debido a ello, en este trabajo se revisan algunos argumentos que confirman la necesidad de una fusión metodológica entre ciencias y humanidades. Esto es así porque el significado del espacio, las reglas sociales, y los esquemas de comportamiento que definen y orientan las acciones de los sujetos sociales y culturales2 influyen en la construcción de lugares para vivir, y no queda clara la posible existencia de estas "entidades" en las mentes de dichos sujetos.

figura 1

Conceptos y métodos ante el significado del espacio

Percibir el mundo circundante es un proceso cognitivo que permite la captura de información necesaria para la vida de los individuos, pero esta información debe ser decodificada y organizada en categorías, en conceptos. En tanto que el entorno es percibido de manera inmediata como una totalidad, como el rostro de una persona del cual no se precisa observar primero las partes para reconocerlo, debe aclararse cómo se unifican los distintos rasgos fenoménicos de dicho entorno (color, perspectiva, movimiento, etc.) para que resulte familiar o reconocible. De otro modo, tanto los colores, la luminosidad, y otros rasgos del entorno, no tendrían sentido hasta que la estructura cognitiva humana, que todo mundo supone basada en el cerebro, enlaza los variados rasgos mediante palabras y los organiza en una totalidad significante.

Una de las capacidades cognitivas del ser humano es la de reconocer y adoptar patrones de percepción y acción, tema ampliamente debatido desde diversas disciplinas por especialistas interesados en el espacio sociocultural. Aludiendo al espacio existencial, Norberg-Schulz (1975, p. 19) indica que "el desarrollo del concepto de lugar, y del espacio como un sistema de lugares es, por consiguiente, una condición necesaria para hallar un sitio firme donde hacer pie existencialmente", es decir, no es posible construir y habitar sin haber definido los pasos y las medidas necesarias para ello. Si bien se nace con una dotación de capacidades sensoriales que registran la información del mundo circundante, todo lo percibido debe organizarse bajo determinados esquemas de sentido, es decir, bajo categorías y conceptos. Por ejemplo, el espacio es existencial en la medida de su ordenamiento y direccionalidad, y desde el nacimiento se aprenden categorías espaciales que perduran en la vida en forma de patrones de comportamiento, rutinas y esquemas cognitivos. Pero ¿qué son estas categorías, patrones y esquemas?, y ¿dónde podrían existir como tales?; ¿se aprenden o se heredan? ¿Cómo mediante las categorías y los conceptos, y la cognición en general, se organiza información capturada en distintas modalidades perceptuales (iluminación, temperatura, color, textura, forma, profundidad, etc.) y se enlazan como una totalidad para dar al espacio construido centralidad y direccionalidad?

Comprender el espacio arquitectónico y existencial demanda responder en qué sentido se habla al sugerir que existen "objetos abstractos" (esquemas, reglas, categorías, representaciones, etc.) en las mentes3 de sus propios habitantes, pero también, cuándo debe establecerse un marco metodológico para tomar en cuenta dichos objetos. Así, ¿cómo estudiar la mente de otros? El problema conceptual es el siguiente: ¿existe "algo" en las mentes de otros?, ¿qué es? Y si existe algo, digamos, la cultura simbólica, o las representaciones sociales, o la intención de habitar ¿en qué parte o lugar de esas mentes está ese patrimonio intangible? Estas preguntas no tienen respuesta porque se plantean desde una óptica dualista cartesiana, así que un cambio en el tipo de explicación prescinde de estos conceptos.

Para hablar de la mente y las experiencias cualitativas vinculadas al espacio construido es necesaria la comprensión de algunos conceptos clave que no pueden ser abordados desde la significación atribuida por el correspondiente marco teórico de la disciplina que se trate, pues antes debe responderse por la razón de adoptar uno u otro marco conceptual y metodológico, y en tal punto debe recurrirse a la filosofía, como se sostiene en esta colaboración. Las cuestiones conceptuales anteceden al interés por demostrar si algo es verdadero o falso, pues no se pueden someter a experimentación o teorización científica (Bennett et al., 2007, p. 4), y más bien conciernen a la forma en que los científicos asumen la realidad como una totalidad o marco de sentido.

Asumir que algo existe o no en el mundo es necesariamente una categorización, un ordenamiento; si bien los conceptos son un tipo de categorías, como se señala en este trabajo, hay categorías distintas a las conceptuales. Así, algunas culturas categorizan y conceptualizan de distintos modos, de tal manera que las categorías importan tanto para el investigador4 como para el investigado, y se plantea que existe "cierto tipo de continuidad entre el conocimiento ordinario y el científico" (Eraña, 2009, p. 15), lo cual muestra la profundidad del problema del estatus epistemológico de la percepción, las categorías y los conceptos. Por ello, considerando que el espacio construido puede ser descrito como significante, como texto para ser interpretado, como ordenamiento del mundo circundante, o como un posicionamiento espacio-temporal a partir de la capacidad perceptiva de los individuos, siempre se hará presente el problema de la relación entre lo percibido y su significado, entre la experiencia sensible y las categorías en que esta se organiza.

El papel del lenguaje es tal, que conceptos como espacio y tiempo "no son asequibles en ausencia" del mismo. Usando un ejemplo, un determinado objeto, lugar o paisaje sin duda está constituido por distintos rasgos agregados —color, forma, intensidad luminosa, movimiento, tamaño, volumen, etc.—, que ante el perceptor parecen unidos como una totalidad espacio-temporal significante. Cada rasgo por sí mismo no tendría sentido hasta que es enlazado con el resto de rasgos percibidos y ordenado mediante categorías y conceptos (Lowe, 2000, pp. 122 y ss.). De este modo, el papel de procesos cognitivos como la percepción y el lenguaje mediante la categorización y la conceptualización parecen determinantes para explicar esta capacidad humana de enlazar instancias percibidas en el espacio arquitectónico y existencial, y ordenarlas mediante categorías lingüísticas, imágenes mentales y representaciones sociales en una totalidad de sentido.

Ya Giddens (2006, p. 41) había señalado que "una acción humana ocurre como una duración, un fluir continuo de conducta", y para comprender esta continuidad, las neurociencias explican que esto se vincula con el surgimiento de la corteza cerebral, y con la plasticidad cerebral que permite procesar información y percibir el entorno como una totalidad. De acuerdo con Frixione:

Es bien sabido que en la corteza cerebral de los vertebrados superiores hay áreas discretas donde se encuentra una correspondencia punto por punto de prácticamente toda la superficie corporal.

La integración de esas señales múltiples provenientes de diferentes regiones del espacio a través de las distintas vías sensoriales debe contribuir a la percepción subjetiva del centro común de todas ellas como un núcleo individual. A este componente espacial de la conciencia es preciso añadir un componente temporal que permite la continuidad, es decir, el flujo aparentemente ininterrumpido durante la vigilia (2007, p. 88).

A su vez, esta plasticidad es compartida con otras especies animales que construyen lugares para vivir, así que comprender la arquitectura vernácula, por ejemplo, o la idea de la choza primitiva, la "noción de una primera casa" (Rykwert, 1999, pp. 13 y ss.), requiere del enfoque evolucionista (sistémico) para comprender periodos tempranos de la humanidad como especie. En el desarrollo temprano los individuos aprenden sistemas de reglas y significados (Giddens, 2006, pp. 54-67), esquemas de acción o de comportamiento (Norberg-Schulz, 1998, pp. 29, 33, 37; 1975, pp. 11; Descola, 2001, p. 106), y categorías gramaticales y ontológicas para interactuar con su entorno (Lowe, 2000, p. 165). Establecer categorías es tan importante para los sujetos culturales como para otras especies de animales; la percepción por sí misma no tendría sentido si no existen categorías que los propios sujetos reconozcan como existentes, por ejemplo, cuando se habla de esquemas cognitivos, sistemas de reglas sociales, o modelos y pautas de comportamiento.

La idea de Giddens (2006, p. 81) es que la percepción es, antes que un agregado de percepciones, "un ‘fluir’ de actividad integrado con el movimiento del cuerpo en un espacio-tiempo". Lo percibido se organiza "siguiendo esquemas por los que el individuo anticipa información nueva". La percepción nace de una continuidad espacio-temporal, "organizada como tal de una manera activa por el que percibe" (p. 81). Además, entendiendo por percepción aquellos dispositivos de ordenación temporal "configurados por los movimientos y las orientaciones del cuerpo en los contextos de su conducta —pero que también los configuran— ello nos hará ver la gravitación de una atención selectiva en la conducta cotidiana" (p. 83). Esta es la idea del concepto "espacio existencial" mencionado al principio. Más adelante Giddens sostiene que: "un sentimiento de confianza en la continuidad del mundo de objetos así como en la trama de la actividad social tiene su origen en ciertas conexiones especificables entre el agente individual y los contextos sociales a través de los cuales ese agente se desenvuelve en el curso de la vida cotidiana" (p. 94).

Otro modo de decir lo anterior es con el concepto de "hábitus", usado por Bordieu (2007, p. 86).

RESULTADOS

Pero esto no explica la existencia de "objetos abstractos" tales como significados, categorías y esquemas mentales, por lo que diversos autores se sitúan de nuevo ante el problema mente-cuerpo al pretender que se hallan, por así decirlo, en "las cabezas" de la gente. No obstante, en un punto de vista diferente al del dualismo cartesiano, no existe algo como la mente5, sino sujetos de experiencias mentales, entendiendo experiencia en un sentido amplio, que incluye sensaciones, percepciones y pensamientos (Lowe, 2000, pp. 12, 13). Aunque Rorty (2008, p. 125) cuestiona el papel de la metafísica, por ejemplo la idea del significado como "algo" que se transmite entre individuos o que se puede estudiar y observar, para Lowe toda reflexión conceptual corresponde a la metafísica, y más propiamente a la ontología, pues toda ciencia empírica presupone un compromiso ontológico, es decir, un marco coherente, una concepción estructurada de la realidad, y un pronunciamiento acerca de qué tipo de entidades constituyen dicha realidad y cuáles no.

Sin embargo, categorizar el espacio percibido es un tipo de problema, mientras que la existencia o no de categorías, sean gramaticales, conceptuales o perceptuales es un asunto distinto que corresponde a la ontología. En una lógica cartesiana parecen problemas separados, pero existan o no entidades mentales tales como las categorías y los conceptos, una perspectiva desde los estudios de la complejidad permite ver recursividad entre el acto de categorizar, es decir, la intención de ordenar lo percibido, y las categorías preexistentes en el contexto social y cultural que sirven para ello. Sin embargo, dada la cantidad de información necesaria para explicar estos sistemas complejos, o bien hay que referirse a los pasos o al algoritmo necesario para dar una respuesta objetiva o, por otro lado, solo queda la interpretación propia de los enfoques humanísticos.

Como se indicó al principio de estas líneas, la cuestión conceptual concierne más bien a las formas de representación que a asuntos de certeza o falsedad; se refiere más bien a la descripciónde las relaciones lógicas entre conceptos (Bennett et al., 2007, pp. 4-5), por ejemplo, entre memoria, pensamiento e imaginación, o entre percepción, sensación y categorización. La cuestión conceptual también concierne a la relación estructural entre distintos campos conceptuales, tales como el psicológico, conductual, mental y neural (pp. 4-5). Así, las relaciones entre campos conceptuales como el fisiológico y el psicológico son complicadas, tal como lo son entre lo mental y lo cerebral, pues, según estos autores, es un error suponer que se pueden adscribir atributos psicológicos (pensamiento, percepción, emoción, intención, etc.) al cerebro, así como suponer que la percepción es asunto de aprehender una imagen en la mente, que la memoria es almacenada en forma de conexiones sinápticas, o que formar la imagen de un objeto es enlazar datos como "forma", "color", o "movimiento" (pp. 4-5).

En la revisión de los autores aquí citados se ha corroborado que las distintas sociedades y culturas ordenan su existencia basándose en la construcción de categorías, lo cual es un paso previo a la elaboración de modelos coherentes de la realidad, así como de la construcción de lugares para vivir. Smith diría que en un momento dado no hay una respuesta única a la pregunta de qué es una montaña, y todo depende de los criterios y la modalidad de captura cognitiva, así como del marco cultural desde el cual se hace la pregunta. En tal sentido, una perspectiva sistémica permite observar niveles de organización en incesante retroalimentación.

DISCUSIÓN

Como se señaló, hay que diferenciar entre la actividad de categorizar y su resultado: las categorías. Así, ya que no es posible saber qué significa para sus propios habitantes el espacio arquitectónico, puede saberse con certeza que dicho significado consiste en categorizaciones y conceptualizaciones que constituyen una estructura de sentido, o "compromiso ontológico" 6 acerca del mundo circundante. Al categorizar, la realidad percibida se "parte" en dos dominios, uno, el objeto resaltado, y otro, el resto de lo percibido, es decir, el entorno del cual se separa el objeto anterior; pero todo esto depende de la modalidad de captura cognitiva que se realiza, la cual a grandes rasgos puede ser de tipo perceptual o conceptual, y que Smith llama, como se verá más adelante, "partición" (González, 2007, pp. 13, 21; Smith, 2006, p. 64). Por otra parte, el problema de la existencia de categorías pertenece a la ontología (Lowe, 2000, p. 13), incluyendo aquellas categorías que toda ciencia o disciplina humanística debe sostener como base de su marco teórico.

Así, parece evidente que el mundo, tal como se nos aparece, depende no solo de la modalidad de captura, sino de los criterios y el formato de la misma, es decir, del filtro de nuestros propios sentidos y del marco cultural de que se disponga. Se tiene entonces una gran variedad en el estatus ontológico de las categorías, de modo que "resulta prácticamente imposible ofrecer una definición exhaustiva o definitiva sobre el concepto ‘categorización’" (González, 2007), así como de si las categorías preexisten al proceso de categorización o son creadas por este. Volviendo a Smith, no es posible ofrecer una respuesta única a estos debates, y en un momento dado diversas parcelas de realidad pueden recibir el nombre "montaña" dependiendo de los criterios de captura cognitiva correspondientes. Decidir qué cosa es una montaña implica diferenciarla del resto de entidades percibidas realizándose entonces una "partición": partimos la realidad en dos dominios, el del objeto que se quiere resaltar, y el contexto del cual es separado para representarlo (Smith, 2006, pp. 54, 59). Este es un procedimiento que permite concentrarse sobre lo que se resalta ignorando lo que no sobresale. Así, una partición es como un mapa, un artefacto de la actividad perceptiva, clasificatoria, evaluativa y teorizadora; mientras que la realidad, los objetos percibidos, existen como tales, las particiones pertenecen al nivel de nuestra actividad de teorizar y clasificar. Por tanto, la teoría de particiones ofrece una manera de justificar la forma en que los objetos tridimensionales pueden conservar su identidad de un momento al siguiente (pp. 64-65).

Así la categorización, como proceso que vincula percepción y lenguaje, consiste en la captura, bajo determinados criterios, de entidades que existen en el mundo. Al ordenar lo que existe en el mundo mediante categorías debe quedar claro que una cosa son los límites y las propiedades que tienen los objetos existentes en el mundo, y otra los límites que proceden de acuerdos humanos. Ahora bien, se puede hablar de distintos formatos o modalidades de captura cognitiva de entidades, y pueden ser de tipo perceptivo, mnemónico y lingüísticoconceptual; así, las categorías perceptivas dependen de la modalidad de captura, y un cambio en dicha modalidad, por ejemplo, cuando se pierde la visión, hará que el sujeto produzca categorías perceptuales inéditas (González, 2007, p. 20). Ante la enorme diversidad de tipos de procesos de categorización, y de categorías correspondientes, este autor ve imposible ofrecer una definición exhaustiva o definitiva sobre el concepto "categorización", por lo cual en distintas disciplinas que se ocupan de ello ha dado buen resultado diferenciar entre categorización de orden perceptivo y de orden conceptual (p. 21). Ambos tipos implican, como se dijo, abstraer muchos ingredientes de la escena percibida y resaltar otros (Lowe, 2000, p. 124).

Estudiar el compromiso ontológico o la forma en que cada cultura categoriza su mundo requiere observar sus sistemas de conceptos, esto es, los términos en los cuales el universo del discurso correspondiente es dividido, de diferentes maneras, en objetos, procesos y relaciones. Por ello, todo agente de conocimiento —y todo sistema de conocimiento— se halla comprometido explícita o implícitamente con algún tipo de conceptualización. Sin embargo, no está clara la relación entre la conceptualización y la categorización, y actualmente esto se debate como parte de una necesaria crítica conceptual que atañe al campo de la filosofía. Según esto, los conceptos constituyen estructuras cognitivas vinculadas a sistemas de conocimiento; dicha estructura, y el contenido mismo del concepto, están determinados por las relaciones que distintos conceptos tienen entre sí (Eraña, 2009, p. 66). A su vez, estos sistemas constituyen "un conjunto de principios centrales de razonamiento" (p. 66) que permiten a los humanos "seleccionar un conjunto de entidades" y procesar información acerca de ellas. Comprometerse ontológicamente es, así, aplicar dichos principios de razonamiento mediante reglas que permiten identificar el mencionado "conjunto de entidades" asumidas como existentes.

A esto se refieren las categorías relacionadas con el espacio construido, tales como interiorexterior, arriba-abajo, claro-oscuro, y otras a las cuales también se puede hacer referencia como categorías ontológicas, las que a su vez parecen indisociables de la gramática propia de cada lengua (Fuentes, 2011, p. 173; Bordieu, 2007, p. 420; Lowe, 2007, pp. 148, 165).

CONCLUSIONES

Volviendo al ejemplo de aquello a lo que se refiere el nombre "montaña", se dirá que es realmente un agregado de rasgos fenoménicos, y aún cuando esta existe como tal, independientemente de los criterios usados para referirse a ella, siempre habrá una actividad cognitiva correspondiente al teorizar y al clasificar, a partir de los distintos rasgos (forma, textura, color, profundidad, etc.) que son percibidos como dicha entidad. Así, el espacio arquitectónico, como una totalidad que se autoorganiza, es existencial, y al poseer direccionalidad y sentido, es resultado y a la vez referencia de un compromiso ontológico. Según Pallasmaa (2011, p. 129), las imágenes primordiales de la arquitectura (muros, puertas, ventanas, pisos y techos, camas, baño, etc.) son categorías espaciales que se pueden estudiar en términos de su emergencia ontológica y fenomenológica. La experiencia arquitectónica surge ontológicamente del acto de habitar.

Por ello, el paradigma de la complejidad se cumple al observar la retroalimentación entre el mundo mental, social y espacio-temporal vistos como una totalidad de sentido: el espacio existencial, desde el cual el ser humano organiza su mundo a partir de una centralización espacio-temporal que responde a las circunstancias sociales y ambientales, y le permite adaptarse al ambiente mediante la construcción del espacio arquitectónico. En tanto que toda construcción obedece a reglas, y que estas permiten a los usuarios organizar distintos ámbitos de su propia realidad, dicho espacio se autoorganiza y evoluciona como los sistemas vivos y el lenguaje, como los sistemas sociales, el conocimiento y el pensamiento mismo.


NOTAS

1 Véase por ejemplo el llamado "giro cualitativo en ciencias sociales" (Giddens, 2006, p. 39). Otras referencias en: Ruiz (2003), Mejía y Sandoval (2009), Banks (2010).

2Bordieu (2007, p. 28) usa el término "sentido práctico" para aludir a estos esquemas cognitivos, mientras Giddens (2006, más adelante en este texto) habla de conciencia discursiva.

3Alexander (1981, pp. 178 y ss.) insiste en ello. Es también el sentido que expresan varios autores revisados aquí.

4La ciencia normal (Kuhn, 2004, p. 33) se rige por compromisos que "no solo especifican los tipos de entidades que contiene el universo, sino que además dan a entender indirectamente cuáles no contiene".

5Autores como Wittgenstein, Ryle o Hume ya habían refutado el dualismo cartesiano, por lo que no es necesario hacerlo de nuevo (Rorty, 2008, p. 176). Para Ryle, por ejemplo, no existe la mente sino "lo mental" (Lowe, 2000, p. 18).

6Siguiendo a Smith (2007, p. 66), "el compromiso ontológico de una teoría (o de un individuo o una cultura) consiste en el tipo de objetos que tal teoría (individuo o cultura) asume como existentes".


REFERENCIAS

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