ARTÍCULO. CULTURA Y ESPACIO URBANO

Arquitectura participativa: las formas de lo esencial

Participative Architecture: forms of the essential

William García Ramírez*
Universidad Nacional de Colombia. Bogotá Grupo de Investigación Observatorio de Arquitectura Latinoamericana Contemporánea (ODALC)

*Arquitecto, Universidad Católica de Colombia. Magíster en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad, Universidad Nacional de Colombia. Profesor de tiempo completo, Facultad de Arquitectura y Diseño, Pontificia Universidad Javeriana. Investigador del Observatorio de Arquitectura Latinoamericana Contemporánea. Ganador del Premio a la tesis o trabajo de grado en programas de posgrado en patrimonio cultural otorgado por el Ministerio de Cultura de Colombia (2011).wgarcía_ramirez@hotmail.com

Referencia:García Ramírez, W. (2012). Arquitectura participativa: las formas de lo esencial. Revista de Arquitectura, 14, 4-11.

Recibido: junio 3/2011 Evaluado: julio 10/2012 Aceptado: septiembre 10/2012


RESUMEN

La arquitectura participativa parte de la necesidad de generar alternativas de hábitat sustentadas en una democratización de los procesos de diseño. En este texto se hace una revisión de los antecedentes desde la antropología, la sociología y el estado actual de la arquitectura participativa en Latinoamérica, haciendo énfasis en sus metodologías, procesos y tipos de relaciones entre arquitecto y comunidad. Se presenta, a modo de conclusión, un panorama crítico de la arquitectura participativa a partir del reconocimiento de tres vertientes principales derivadas de estos tipos de relación, así: arquitecto-dirigente, arquitecto-subalterno y arquitecto-intérprete.

Palabras clave: arquitectura latinoamericana, comunidad, diseño centrado en el usuario, metodologías de participación, urbanismo.


ABSTRACT

Participative architecture starts off the necessity of generating sustained alternative habitat in a democratization of the design processes. In this text a revision of the records is made from the anthropology, the sociology and the current state of the participative architecture in Latin America, making emphasis in its methodologies, processes and types of relationships between architect and community. It is presented, by way of conclusion, a critical panorama of the participative architecture starting from the recognition of three derived main slopes of these relationship types, this way: architect-leader, architect-subordinate and architect-interpreter.

Key words: Latin American architecture, community, design centered in the user, participation methodologies, urbanism.


INTRODUCCIÓN

¿Quién debe decidir el modo en que los hombres pueden habitar un territorio? ¿Quién es el más indicado para determinar los espacios que requiere una comunidad: la academia, el arquitecto, el Estado? La arquitectura participativa arrastra estas preguntas en su quehacer cotidiano, y pone en crisis los medios y métodos canónicos de proyectar arquitectura para ofrecer alternativas de hábitat sustentadas en una democratización de los procesos de diseño. Este texto, fruto de una de las investigaciones en curso del Observatorio de Arquitectura Latinoamericana Contemporánea (Odalc), titulada: "Arquitectura Participativa, hacia las formas de lo esencial en Latinoamérica", tiene como objetivo ofrecer una visión general de las formas y los métodos que la arquitectura participativa en Latinoamérica ha adoptado en la actualidad para lograr sus objetivos.

Desde ya se advierte al lector que este artículo no reconoce un modo único de hacer arquitectura participativa, se trata más bien de un método con aires sistémicos (no sistemáticos) de entender necesidades a partir de vivencias, y espacios a partir de culturas, cuyos resultados en términos de obra arquitectónica no han sido estudiados suficientemente.

MÉTODO

A partir del reconocimiento de la arquitectura participativa como método del hacer de la disciplina, esta investigación hace una revisión minuciosa de las investigaciones, los proyectos y los momentos cruciales de este tipo de arquitectura a través de la consulta de fuentes documentales primarias y secundarias relacionadas con la antropología, la arquitectura y la sociología; cruzada con el análisis de las entrevistas a los arquitectos que ejercen este modo de aproximación a la arquitectura. Este enfoque investigativo ha permitido realizar una aproximación fundamentada a los inicios y el desarrollo de la arquitectura participativa como ejercicio teórico e historiográfico. Una vez establecida esta base historiográfica y conceptual, se ha confrontado y verificado a la luz de una selección de proyectos arquitectónicos y urbanísticos afines a los principios establecidos por la arquitectura participativa1. Su clasificación se hace a partir del grado de participación existente entre arquitecto y comunidad con el fin de establecer categorías de aproximación diferenciadas, así: arquitectura de la comunidad, arquitectura para la comunidad y arquitectura con la comunidad.

RESULTADOS

Tipos de relaciones en la arquitectura participativa

Inicialmente, el término arquitectura participativa pareciese caer en una reiteración de lo obvio, pues la arquitectura es construida para el ser humano, su razón de ser y su objetivo final. Es por ello que la arquitectura cobra valor en tanto es apropiada por el hombre que la habita. Sin embargo, y tal como lo afirma la crítica de arquitectura Ada Louise Huxtable (1993), la arquitectura contemporánea se ha venido separando lentamente del hombre común, creando una brecha entre práctica profesional y realidad cotidiana, sobre todo a partir del peligroso tránsito que ha realizado en los últimos años hacia lo que se denomina como arquitectura-arte, una suerte de esculturas semifuncionales caracterizadas por constituirse como formas autistas, sin lenguaje ni vocabulario público que las conecte con la realidad de sus usuarios, una arquitectura que por momentos olvida el motivo de su existencia: el ser humano, para entregarse a la exaltación de lo formal y lo tecnológico. En este contexto, la arquitectura participativa se presenta como un fenómeno aparentemente reciente dentro del panorama de la arquitectura contemporánea, en contraste con las provocativas y costosas formas arquitectónicas de renombrados arquitectos internacionales que llenan páginas casi infinitas de libros y publicaciones virtuales. Sin embargo, esta investigación revela que aunque el reconocimiento de la arquitectura participativa en el medio profesional y académico apenas data de mediados del siglo xx, la existencia de esta forma de gestión en la arquitectura es tan antigua como la esencia en la cual basa su existencia: la relación arquitecto-comunidad.

Si aceptamos la tesis según la cual la arquitectura participativa radica en la gestión y relación entre arquitecto y comunidad, entonces podemos afirmar que existen por lo menos tres modelos de gestión asociados a esta relación. El primero de estos modelos, denominado arquitecto-dirigente, se caracteriza por ser un tipo de gestión donde el arquitecto decide unilateralmente todos los aspectos de la arquitectura, y puede o no presentarlos a la comunidad para su consideración; este modelo se sitúa en las antípodas de un ideal de arquitectura donde participan y dialogan activamente las partes involucradas, y recuerda ciertos procesos de intervención urbana de corte autocrático, como los llevados a cabo en París por el barón de Haussman hacia 1850, caracterizados por una serie de expropiaciones y demoliciones masivas del centro de esta ciudad, sustentadas en la creación de grandes avenidas que conectaran rápidamente espacios claves de la ciudad y evitaran los frecuentes bloqueos de que eran objeto, y caracterizadas por una arquitectura de fachadas y alturas uniformes que completan un modelo de ciudad fácilmente reconocible hasta el día de hoy.

A lo largo del siglo xix, el esquema arquitecto dirigente afina su enfoque social y lo expresa en el marco del socialismo utópico a través del diseño y la construcción de falansterios: una arquitectura modelo pensada para comunidades modelo, constituida alrededor de los ideales de igualdad y progreso comunitarios. Esta forma de arquitectura participativa se concretó en agrupaciones de vivienda donde el hábitat, el trabajo y las comodidades de la vida cotidiana decimonónica se estructuraban como la concreción de un ideal de vida pensado para toda la comunidad, concebidos por un solo profesional, un arquitecto, o como en el caso del falansterio de Charles Fourier, por un economista. Los falansterios, además de constituirse en los arquetipos de la vivienda multifamiliar en altura de la actualidad, se diseñaron con la intención de modelar los comportamientos y regular la vida cotidiana de toda la comunidad, por medio de la arquitectura y, particularmente, por medio de un intricado reglamento de tipo conductista que premiaba o castigaba comportamientos de los residentes dentro del complejo habitacional.

En el polo opuesto al modelo participativo arquitecto-dirigente se encuentra el modelo arquitecto- subalterno, un proceso de gestión donde las decisiones referidas al diseño arquitectónico son tomadas principalmente por la comunidad o por un cliente específico; en este caso, el arquitecto no es más que un constructor de los deseos de una comunidad, apoyado en referencias y obras preexistentes tomadas de diversos referentes que pueden oscilar, desde paradigmáticos edificios asumidos ingenuamente como prototipos ideales, hasta pequeños espacios interiores, fotografiados y publicados en libros o revistas. Este fenómeno de la arquitectura prêt-à-porter o "por catálogo" no es exclusivo del mundo contemporáneo; baste recordar los métodos que implementaban las oficinas de arquitectos bogotanos para sus usuarios en el caso de la construcción de residencias a comienzos y mediados del siglo XX, sustentados en una arquitectura de estilos tomados casi literalmente de revistas y libros europeos y norteamericanos (Arango, 1930-1945, p. 182).

Pero la arquitectura participativa no se puede plantear simplemente como una relación de opuestos mutuamente excluyentes, por el contrario, se trata de una experimentación metodológica que tiene lugar en el vacío que dejan estos dos modelos ya tradicionales de participación, para incluir una tercera forma de relación y de interacción entre arquitecto y usuario; me refiero aquí al modelo denominado como arquitecto-intérprete. Un esquema de trabajo donde arquitecto y comunidad dialogan y acuerdan mutuamente todos los aspectos del diseño arquitectónico. En este caso, el arquitecto amplía su tradicional sensibilidad por el lugar, los materiales y las formas, y la expande hacia la cultura y la psiquis de sus usuarios. De esta manera el arquitecto, desde una posición cercana a la antropología, se enfrenta al proyecto arquitectónico complejizando la clásica triada vitruviana utilitas-firmitas-venustas, afinando la mirada sobre la dimensión cultural que entraña la comunidad, y tomándola como argumento y herramienta de diseño al momento de enfrentar y materializar el proyecto.

Surgimiento de la arquitectura participativa

Como se ha podido reconocer, el fenómeno de la participación en arquitectura es tan antiguo como la profesión misma, sin embargo, una revisión histórica de estos procesos permite afirmar que el surgimiento y reconocimiento oficial de la arquitectura participativa en el medio profesional coincide con la crisis del Movimiento Moderno entre los años sesenta y setenta del siglo XX. En este sentido, tres factores resultan claves para el entendimiento de una aproximación histórica a la arquitectura participativa; dos de orden antropológico y arquitectónico, que contextualizan su surgimiento, y uno de orden sociológico, que actualmente impulsa lo que podría considerarse como un revival de esta forma de hacer arquitectura en el mundo contemporáneo.

Desde la antropología

Sin duda los estudios del antropólogo Claude Lévi-Strauss, en particular su libro Tristes Trópicos (2006), resultan determinantes para entender la importancia y la incidencia de los valores comunitarios en la organización física del espacio. La experiencia de este antropólogo francés de origen belga, que vivió más de tres años en medio de la comunidad Bororó en Brasil (1935-1939), le permitió descubrir una compleja red de relaciones entre las familias de esta comunidad, determinadas a partir de su ubicación espacial y su relación con el territorio ocupado. Esta tesis se confirma una vez la comunidad Bororó es obligada a trasladarse de su asentamiento original en Matogrosso, por efecto de la construcción de una represa, y es reinstalada en viviendas construidas con modernos materiales y dispuestas racionalmente en el terreno en otro lugar distante, lo que produce el rompimiento de los antiguos vínculos sociales, comerciales y espirituales entre las familias de la comunidad Bororó, alterando y desdibujando para siempre su cultura.

De esta manera, Lévi-Strauss revela esa íntima relación entre organización social y forma física, lo que pone en crisis el concepto lecorbusiano de vivienda como "máquina de habitar". En este sentido, el trabajo de Lévi-Strauss evidencia las particulares relaciones que existen entre vivienda como espacio físico y comunidad como espacio social, presentes en todas sociedades, lo que abre un campo inédito hasta ese momento para el estudio de las relaciones entre arquitectura, urbanismo y cultura de las comunidades.

Desde la arquitectura

La declaratoria de muerte del movimiento moderno, el 15 de julio de 1972 a las 3:32 p.m. por parte del arquitecto y teórico norteamericano Charles Jencks (1977, 2002, p. 9), puso en tela de juicio la efectividad de dicho movimiento en brindar modos de hábitat de calidad social. El caso del conjunto habitacional Pruitt Igoe en Missouri, analizado por Jencks, ilustraba perfectamente esta problemática, pues se trataba de un conjunto altamente destacado y reconocido por la comunidad norteamericana de arquitectos como modelo paradigmático de la arquitectura moderna convertido, pocos años después de haber sido habitado, en uno de los principales focos de inseguridad y delincuencia de esta ciudad, lo que hizo reconsiderar a la sociedad y a los arquitectos norteamericanos sobre la relación entre racionalidad arquitectónica y sensibilidad sociocultural del hábitat, todo lo anterior abrió la posibilidad de acusar al movimiento moderno en arquitectura de generar modos de vida insensibles con la realidad cultural y social de su usuarios, lo que de repente produjo que el arte más social de todos —la arquitectura— se convirtiera en el más remoto; este hecho expresa una crisis del arquitecto como profesional idóneo en la creación de modos de hábitat apropiados para la sociedad.

Desde la sociología

Actualmente la arquitectura participativa ha vuelto a la palestra de la arquitectura contemporánea impulsada en parte por un fenómeno sociológico de reciente concientización: la aparición de las microutopías. Esta tendencia sociológica es explicada por el filósofo Francisco Jarauta como un cambio en la escala de pensamiento del hombre, desde las grandes visiones e ideas utópicas de un futuro para toda la sociedad (lo macro), hacia la concepción de pequeños ideales realizables para pequeñas comunidades (lo micro)2.

Las microutopías son explicadas por la sociología como la imposibilidad del hombre contemporáneo de cubrir bajo una única idea paradigmática las múltiples expectativas de futuro para toda la sociedad, tal y como se había venido planteado desde antes del siglo xv con el esquema de las utopías, promulgado principalmente por Tomás Moro, de allí que una corriente de sociólogos del siglo xxi, encabezados por Zygmunt Bauman, sostenga que la sociedad contemporánea ha renunciado a pensar en ideas de ciudad y sociedad aplicables a toda la humanidad, para empezar a idear modelos de ciudad específicos para cada sociedad. En palabras de este sociólogo: "somos testigos de una trivialización de la utopía […], de las ‘grandes utopías’ del siglo xix y xx, a las pequeñas visiones de comienzos del siglo xxi, de macro a microutopías". De esta manera, "…la utopía pasa del nebuloso ‘más allá’, al tangible ‘aquí y ahora’" (Viid et al., 2008, pp. 221-222).

Una revisión a las obras de arquitectura participativa contemporánea en Latinoamérica permite identificarlas con este concepto de microutopía3, pues se trata de proyectos de pequeña escala pensados para comunidades específicas; un modo de hacer arquitectura, más democrático que autocrático, basado no en lo que el arquitecto puede idear en una oficina, sino en lo que este puede escuchar directamente de la comunidad. De esta manera la sensibilidad del arquitecto se expande hacia campos no convencionales de su formación profesional, como el estudio de la cultura de los habitantes, y el análisis de los ritos y las costumbres de las comunidades, permitiéndole reconocer una serie de valores socioculturales de la comunidad, y asumirlos como aportes efectivos al proyecto arquitectónico. Esta ampliación del espectro de análisis logra que durante el proceso de conceptualización y diseño el arquitecto establezca sólidos lazos con los futuros usuarios, lo que garantiza en parte un alto grado de aceptación y apropiación de la obra arquitectónica por la comunidad.

Panorama crítico de la arquitectura participativa

A partir de los marcos referenciales anteriormente descritos, y entendiendo la arquitectura participativa como un método de hacer arquitectura, se plantean tres tendencias tentativas de acuerdo con el grado de relación existente entre arquitecto y comunidad durante el proceso de concepción y diseño del proyecto, denominadas a partir de los prefijos relacionales: de, para y con.

Arquitectura de la comunidad

Se trata de una tendencia en el proceso proyectual donde las decisiones sobre el diseño del proyecto arquitectónico y/o urbanístico son tomadas principalmente por la comunidad. En este caso se configura una relación asimétrica, donde la participación del arquitecto es tangencial y se limita a los parámetros establecidos por los habitantes. Esta tendencia de arquitectura se inscribe en el contexto socioeconómico de los años setenta, y sus precedentes históricos y teóricos se relacionan con dos libros: uno, fruto de la exposición Arquitectura sin Arquitectos en el MoMA de Nueva York en 1964, y la publicación del libro que llevó el mismo nombre, a cargo del curador de esta exposición, Bernard Rudofsky. A grandes rasgos, el texto de Rudofsky reconoce la capacidad y la sensibilidad del no-arquitecto para interactuar con el territorio que habita y relacionarse con él a través de una particular forma de arquitectura cuyo sentido de la estética, la escala y la función sorprenden por su fina sensibilidad; arquitecturas que aún hoy en día se mantienen, a pesar de haber sido construidas hace muchos años. Otro de los textos determinantes de esta tendencia fue el escrito por el arquitecto y consultor de vivienda John F. C. Turner, Housing by People. Towards autonomy in buiding enviroments, y traducido al español como Vivienda, todo el poder para los usuarios, hacia la economía en la construcción del entorno. Este libro reconoce la sabiduría del pueblo para descubrir y construir espacios adecuados a sus necesidades físicas, sociales y culturales, sin que medie la presencia de un arquitecto, lo que respalda explícitamente las afirmaciones de Rudofsky. La influencia de este texto, aunada a la crisis petrolera de los años setenta, hicieron que las políticas de vivienda trazadas por varios gobiernos del mundo cambiaran radicalmente y, en concordancia, reconocieran la necesidad de otorgarle a la comunidad la libertad para diseñar sus viviendas, y la responsabilidad de los gobiernos en proveer la infraestructura urbanística necesaria para la construcción de dichas unidades habitacionales.

Este esquema, aplicado ampliamente en el contexto latinoamericano, dio como fruto uno de los modelos de urbanización más controvertidos en la historia de la arquitectura: el programa de "lotes con servicios". En Colombia, el Instituto de Crédito Territorial y la Caja de Vivienda Popular, durante la década de los ochenta, integraron dentro de sus desarrollos urbanísticos este tipo de programas, con las consecuencias ya conocidas: un costoso modelo urbanístico para la ciudad por su baja escala, lo que obligó a extender rápidamente la infraestructura de servicios públicos y los límites de la ciudad más allá de lo previsto. Todo lo anterior, sin tener en cuenta la calidad arquitectónica y, sobre todo, la calidad constructiva de estas viviendas, carentes de cualquier norma sismorresistente.

Arquitectura para la comunidad

Esta tendencia dentro de la arquitectura participativa invierte la primacía de los factores en la anterior tendencia, y privilegia el rol del arquitecto como figura principal en la toma de decisiones, mientras el papel de la comunidad pasa a un segundo plano. Si bien las necesidades e inquietudes de la comunidad son uno de los objetivos primordiales del arquitecto en el momento de proyectar, prevalece una asimetría en la relación, pues no se puede afirmar que exista una conexión directa y equivalente entre uno y otro. El conocimiento de las necesidades de la comunidad se produce de manera indirecta, limitada además por el tipo de herramientas proyectuales con las que tradicionalmente las facultades de arquitectura forman a sus futuros profesionales. Baste citar las palabras del arquitecto argentino Jorge Jáuregui a propósito de la explicación que ofrece frente al proceso de diseño del complejo urbanístico para las favelas de Manguinhos en Rio de Janerio, Brasil, sustentado bajo el concepto de Rambla4: "La Rambla no fue pedida por la comunidad pero, a partir de ver el problema en el lugar, uno se imagina lo que puede funcionar, al contrario de lo que esta ahí" 5(énfasis agregado).

Se trata, en efecto, de una apuesta de diseño que hace el arquitecto sobre lo que él supone debería solucionar los problemas del lugar, una apuesta que genera patrones de acontecimiento "aparentemente adecuados" para la comunidad. Estas apuestas de diseño abren un enorme margen de incertidumbre y azar frente al éxito o el fracaso del proyecto, del cual el único responsable en este caso es el arquitecto. Al respecto, Germán Téllez (1991) sintetiza esta incertidumbre como una paradoja:

He visto comunidades magníficamente integradas, con un excelente nivel ambiental de vida, instaladas en esquemas urbanísticos a los cuales yo mismo les vaticiné el fracaso total con solo ver los planos del proyecto, y grupos humanos llevando una existencia plagada de toda la patología urbana imaginable, en esquemas que eran la más exquisita plasmación de los sueños de los arquitectos famosos.

La reflexión de este importante historiador de la arquitectura y crítico colombiano confirma lo expuesto anteriormente por Ada Louis Huxtable, y pone de manifiesto una problemática endémica de la arquitectura aun vigente en la actualidad: entre lo que los arquitectos pensamos y asumimos que es la vida en comunidad, y lo que ocurre en la realidad, existe una brecha que se ha venido ampliando con el paso del tiempo. Esta distancia entre arquitecto y comunidad evidencia dos cuestiones: una, la imprevisibilidad en la respuesta del usuario frente a la arquitectura que se le propone; el arquitecto hace una hipótesis sobre una conducta prototípica semejante a la que él como profesional de la arquitectura asumiría, erigiéndose de esta manera en un prototipo más utópico que antropológico de la sociedad. La segunda cuestión tiene que ver con la importancia de estudiar y analizar no solo las necesidades, sino las esencias culturales de las comunidades objeto de la arquitectura y el urbanismo, lo que pone de manifiesto la importancia de la arquitectura participativa como método, y revela su principal característica: la de actuar como mecanismo vinculante entre arquitecto y comunidad, buscando un equilibrio, un diálogo y, sobre todo, un entendimiento entre las partes, lo que deriva en la última de las tres tendencias identificadas para el caso de la arquitectura participativa.

Arquitectura con la comunidad

A diferencia de las dos anteriores tendencias, la arquitectura con la comunidad se caracteriza por un equilibrio en la relación arquitecto-comunidad, una relación simétrica y simbiótica a la vez, donde cada uno de ellos aporta al proyecto factores indispensables para su concepción, diseño y realización.

Dentro de la arquitectura participativa esta tendencia ofrece un interesante panorama de metodologías para dichos encuentros, lo que constituye a mi modo de ver el aspecto central de la arquitectura participativa, y no las discusiones más o menos bizantinas orientadas a identificar el tipo de arquitectura producida, su materialidad, o las estéticas adoptadas para su realización.

Dentro de este panorama encontramos una de las primeras metodologías formales utilizadas en el campo de la arquitectura participativa, se trata de la propuesta estructurada por el arquitecto Hassan Fathy para el proyecto de Nueva Gourna (Egipto, 1945). Esta metodología, sustentada en el encuentro permanente y cercano entre el arquitecto Fathy y la comunidad de Nueva Gourna, preveía la implementación programada de reuniones y diálogos concertados con un grupo representativo de la totalidad de la comunidad, con el fin de extraer de ella "…el diseño en su interior, y a partir de ese grupo se promoverá la variedad deseada" (Hassan, 1976); una metodología que buscaba rescatar ideas, intereses y formas, y conciliarlas en un proyecto que encarnara estos principios de diseño.

Con el tiempo, las metodologías de lo participativo se han venido formalizando a través de métodos más orientados a la interacción práctica, como los talleres lúdicos de concientización e integración, a los cuales el equipo de Alborde Arquitectos (Ecuador 2009) invita e integra a toda la comunidad mediante ejercicios y juegos que buscan la reflexión sobre el hábitat en medio de la experiencia práctica.

Sin duda, la creciente relevancia de la arquitectura participativa dentro del panorama de la arquitectura contemporánea va de la mano con la formalización de las metodologías y teorías que la argumentan y la explican. Este es en parte el camino que ha transitado el arquitecto colombiano Simón Hosie, quien desde el año 2004 ha venido elaborando una reinterpretación de la arquitectura participativa a partir de la organización de una metodología propia. La "Metodoilogicología" es el nombre con el que el arquitecto Hosie busca liberarse de cualquier posibilidad de sistematización o racionalización de su proceso proyectual; un método ilógico que invierte el proceso tradicional para el diseño de la arquitectura, donde la comunidad busca al arquitecto. En este caso, es el arquitecto Hosie quien busca y selecciona una comunidad específica, se traslada allí y cohabita con ella durante un tiempo determinado con el fin de acercarse y sensibilizarse ante la realidad cotidiana y las particularidades de este grupo social, enfatizando en aspectos propios de la comunidad, como las motivaciones y pasiones que la mueven e integran, e identificando aquellos líderes naturales que sin tener una condición política articulan y congregan los ideales de toda la comunidad.

En los tres casos anteriores puede afirmarse que los objetivos de estas metodologías de lo participativo giran alrededor de unos principios básicos:

1. Reconocer las tradiciones constructivas y materiales de la comunidad.

2. Considerar la potencialidad de la cultura allí asentada.

3. Evidenciar las pasiones, las necesidades y los sueños de los habitantes para integrarlos como una realidad al proyecto.

4. Incluir a la comunidad dentro de los procesos de concepción, diseño y construcción.

Por lo anterior, esta tendencia se considera como la más significativa del espíritu de lo participativo; sus modos de concebir y diseñar la arquitectura con la comunidad generan una redimensionalización de las políticas pedagógicas que tradicionalmente han guiado el ejercicio de la profesión, para constituirse en obras de arquitectura guiadas por principios locales, que buscan construir ciudadanía, más que ciudad.

DISCUSIÓN DEL ENFOQUE CRÍTICO

Ante la estridencia de formas, materiales y estructuras promulgadas por un amplio sector de la arquitectura contemporánea internacional, la arquitectura participativa se erige como una vertiente silenciosa que ha pasado un poco desapercibida, debido en parte a que no ha tenido una formalización muy clara y, para algunos poco atractiva, lo que para los arquitectos que siguen sus parámetros poco importa pues el énfasis de la arquitectura participativa no radica en la expresión formal de las intenciones personales del arquitecto, sino en la provisión de espacios que alberguen y reflejen las formas de lo esencial: la gente, el pensamiento de una comunidad que, manifestado en su cultura espiritual y material, es posible de cristalizar a través de la arquitectura.

Por todo lo anterior es posible afirmar que el poder de la arquitectura participativa no reside en la capacidad de transformar lugares y espacios, sino en un poder aun mayor: el de actuar e influir en el imaginario colectivo de personas y comunidades, una influencia que alcanza la esfera del inconsciente colectivo, y logra consolidar en un único elemento arquitectónico un basto universo de ideas, deseos, estéticas e intenciones pertenecientes no solo a un arquitecto, sino a toda una comunidad.


NOTAS

1 Los proyectos arquitectónicos y urbanísticos analizados hacen parte de los resultados de la investigación adelantada por el Observatorio de Arquitectura Latinoamericana Contemporánea, titulada "Panorama de la arquitectura latinoamericana contemporánea 1990-2010".

2 El análisis de las nociones de macro y microutopías, citado aquí, toma como referencia parte de las reflexiones que elabora el filósofo Francisco Jarauta presentadas en su conferencia "Mapas para navegar por la cultura contemporánea", dictada en el evento Pensamiento Trasatlántico Contemporáneo", realizado en la Pontificia Universidad Javeriana, el 1 de febrero de 2011.

3 En esta categoría de lo microutópico se pueden considerar algunas de las obras construidas en Ecuador por el colectivo Alborde Arquitectos, en Chile por los arquitectos integrantes de la Corporación Cultural Amereida – Ciudad Abierta, y en Colombia, el trabajo adelantado por el arquitecto Simón Hosie.

4 Rambla: para el caso de Manguinhos se trata de un paso ferroviario elevado que libera el suelo de la función de la movilidad, para generar espacios de encuentro destinados a las comunidades de las favelas vecinas.

5 Entrevista al arquitecto Jorge Jáuregui, difundida por la página web del Museo de Arte Moderno de Nueva York: http://www.moma.org/interactives/exhibitions/2010/smallscalebigchange/projects/manguinhos_complex


REFERENCIAS

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Entrevista al arquitecto Jorge Jáuregui (2010). Museo de Arte Moderno de Nueva York. Recuperado de: http://www.moma.org/interactives/exhibitions/2010/smallscalebigchange/projects/manguinhos_complex. consultada en el mes de octubre de 2011.

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