https://doi.org/10.14718/RevArq.2024.26.5278
Andrés Avila-Gómez *
Centre de recherche Histoire culturelle et sociale de l'art (HiCSA)
Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne, París (Francia)
David Vélez Santamaría **
Escuela de Arquitectura y Diseño
Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín (Colombia)
* Arquitecto, Universidad de los Andes, Bogotá (Colombia).
Magíster en Urbanismo, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá (Colombia).
Magíster en Ville, Architecture, Patrimoine, Université Paris 7, Diderot (Francia).
Doctor en Histoire de l'Art, Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne, París (Francia).
https://scholargoogle.es/citations?user=cR2lSZEAAAAJ&hl=fr
https://orcid.org/0000-0003-3883-2737
andresavigom@gmail.com
** Arquitecto, Universidad Nacional de Colombia, Medellín (Colombia).
Magíster en Arquitectura, Critica y Proyecto, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín (Colombia).
https://scholar.google.es/citations?user=za_ynyAAAAAJ&hl=es
https://orcid.org/0000-0002-3136-7273
david.velezsa@upb.edu.co
Recibido: mayo 5 / 2023
Evaluado: junio 6 / 2023
Aceptado: septiembre 22 / 2023
CÓMO CITAR : Ávila-Gómez, A., y Vélez Santamaría, D. (2024). Reflexiones en torno a la enseñanza de la arquitectura y el urbanismo en Colombia. Conversaciones con Lorenzo Fonseca Martínez, Carlos Niño Murcia y Fernando Viviescas Monsalve. Revista de Arquitectura (Bogotá), 26(1) pp. 5-30 https://doi.org/10.14718/RevArq.2024.26.5278
RESUMEN
Las entrevistas que componen esta tercera serie tienen en común elementos que refuerzan la idea del influjo diferido que tuvo Mayo del 68 a través de dinámicas y actores que aún no han sido plenamente reconocidos por la historiografía nacional en la enseñanza de la arquitectura en Colombia. El testimonio de los arquitectos Lorenzo Fonseca, Carlos Niño y Fernando Viviescas señala la importancia creciente, otorgada durante los años 70 por las escuelas colombianas de arquitectura, a los títulos obtenidos en Europa y Estados Unidos por aquellos jóvenes profesionales ilusionados con seguir una carrera como docentes e investigadores. Si bien en las décadas siguientes esta realidad se convirtió en una exigencia para ejercer la docencia, es pertinente la mirada que otorga una perspectiva sociológica a estos fenómenos ocurridos durante el último cuarto de siglo en Colombia.
Palabras Clave: contexto de aprendizaje; enseñanza de la arquitectura; enseñanza profesional; escuelas de arquitectura; programa de estudios superiores.
ABSTRACT
The interviews that make up this third series have in common elements that reinforce the idea of the deferred influence that May '68 had on the teaching of architecture in Colombia, through dynamics and actors that have not yet been fully recognized by national historiography. The testimony of architects Lorenzo Fonseca, Carlos Niño, and Fernando Viviescas underlines, among other aspects, the growing importance that Colombian schools of architecture gave in the 1970s to degrees obtained in Europe and the United States by young professionals eager to pursue a career as teachers and researchers. Although in the following decades this reality became a requirement for the practice of teaching, it is appropriate to take a sociological perspective on these phenomena that occurred during the last quarter of the century in Colombia.
Keywords: architectural education; architecture school; higher education program; learning context; professional education.
INTRODUCCIÓN
Formulamos este proyecto de entrevistas durante la pandemia de la Covid-19 en 2020 y, desde ese momento, la recepción por parte de los personajes invitados a darnos su testimonio escrito y a compartir con los lectores imágenes o documentos que ilustren las etapas formativas de las cuales hablamos ha sido mayoritariamente negativa. En efecto, nos hemos encontrado con todo tipo de reacciones: desde arquitectos reconocidos en el campo del diseño que simplemente dicen "no tengo tiempo para sentarme a hacer tareas" (aquí la entrevista es percibida casi como un castigo y se desestima el valor pedagógico del ejercicio propuesto que, en algún momento, será leído por las futuras generaciones), hasta entusiastas profesores universitarios que nos han enviado un primer borrador que, después de un tiempo, no vuelven a retomar para corregir y completar (tanto en su contenidos como en su forma).
En dicho contexto, no parece casual —al menos hasta esta tercera serie— que quienes nos han colaborado amable y pacientemente con sus historias y anécdotas, y se han tomado el tiempo necesario para buscar material en sus álbumes fotográficos y en sus archivos personales, sean arquitectos reconocidos que han dedicado parte de su vida a la docencia, la investigación y la escritura.
Así, los testimonios de Lorenzo Fonseca, Carlos Niño y Fernando Viviescas nos invitan a replantear una serie de ideas, que durante décadas se han generalizado en el contexto colombiano, sobre el rol del arquitecto y el urbanista en la sociedad. De paso, nos cuestionan sobre las razones por las cuales la visibilidad y participación de estos profesionales es casi nula en las altas esferas del Estado y de la vida nacional.
Andrés Ávila Gómez y David Vélez Santamaría [A+V]1. Antes de adentrarnos en el tema de su formación como arquitecto, ¿podría contarnos sobre sus orígenes?, ¿su interés por la arquitectura tiene algún precedente familiar?, ¿cómo cree usted que la cultura material (cómics, filmes, programas de radio, televisión, música, etc.), con la que tuvo contacto durante su infancia y adolescencia, pudo haber estimulado su interés por el arte, la arquitectura y la ciudad?
Lorenzo Fonseca Martínez [LFM]. Mi infancia en Bogotá estuvo marcada por la muerte de mi padre, antes de que yo cumpliera cuatro años. Esta situación nos obligó a mudarnos a la casa de mis abuelos maternos, con quienes también vivía mi tío Carlos Martínez Jiménez, arquitecto formado en Francia y que recién había fundado la revista de arquitectura PROA, cuyo primer número apareció en agosto de 1946.
El permanente contacto con mi tío me brindó la oportunidad de familiarizarme con su actividad profesional y de disfrutar de su exquisita erudición derivada de su pasión por las expresiones artísticas arquitectónicas, plásticas, musicales y fílmicas. Los paseos de fin de semana en su automóvil deportivo constituían otra de mis actividades favoritas: recorrer la Sabana de Bogotá o "bajar" a la vecina población de Mesitas del Colegio eran motivo de distracción, excusa para comer muy bien y fuente de numerosas anécdotas.
Por otro lado, recuerdo bien la cartilla La alegría de leer2 como base del aprendizaje de lectura y escritura y la afición por el cine que desarrollé, en parte, gracias a la proximidad del Teatro San Jorge a nuestra casa: el mejor premio que podía recibir era que me llevaran al matinal y el castigo más severo era prohibírmelo. Allí surgió mi fascinación por estrellas como Elizabeth Taylor en Fuego de juventud (National Velvet, 1944) y Esther Williams en Escuela de sirenas (Bathing Beauty, 1944).
Carlos Niño Murcia [CNM]. Mi origen es campesino, de una familia de Ubaté. Mi papá era una persona de gran inteligencia pero que solo había hecho los dos primeros cursos de la primaria: aprendió a leer y un poco de aritmética elemental, no mucho más. Yo creo que, si tengo alguna sensibilidad artística, proviene del amor a la naturaleza: a la fertilidad y el verdor esmeralda del hermoso Valle de Ubaté y a los caballos de paso fino, pues montábamos mucho.
Leíamos muchos cómics: Superman, Dick Tracy, Bugs Bunny, El llanero solitario, El fantasma, Porky y El pájaro loco. El que más me gustaba era La pequeña Lulú, pues me identificaba con su amigo Tobi, un gordito tímido y sensible.
Ubaté era un pueblo muy pequeño y, para mí, llegar a la capital fue impactante: ¡un provinciano entrando al edificio del Banco de Bogotá (carrera 10 con calle 14)3 que era la modernidad absoluta! Cuando llegué, la ciudad comenzaba en el semáforo de la calle 76 con avenida Caracas. Me parecía estar en una urbe enorme y muy intensa, con calles pavimentadas, muchos carros y edificios altos.
En el bachillerato, fui alumno interno del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario4. El profesor de literatura nos enseñó a leer y a pensar de manera crítica y, aunque el profesor de matemáticas me insistía en que estudiara ingeniería, yo ya me inclinaba por la arquitectura. Además de tener habilidades para el dibujo, me gustaba la idea de trabajar de forma independiente en una pequeña oficina de arquitectura y así poder irme a la finca en Ubaté cuando quisiera y por el tiempo que quisiera.
Mi oficina aún existe y se llama TALIESIN (como el estudio rural de Wright), aunque la finca se perdió...
Fernando Viviescas Monsalve [FVM]. Debo referirme a un recuerdo de mi infancia, es quizás el primero y, en todo caso, el que más nítidamente evoco: tengo unos siete años y me veo junto a mi padre y mi hermana menor mientras recogemos piedras a lo largo de una quebrada que pasaba por detrás de la casa que habitábamos en el barrio Las Estancias (hoy comuna 8, al oriente de la ciudad), un sector popular de Medellín. Nuestro objetivo era delimitar, con las piedras recogidas, un terreno muy pequeño que íbamos a adquirir para, eventualmente, construir allí nuestra casa. Aquella era la mayor ilusión que tenían mis padres, pero se quedó en eso: nunca adquirimos el lote. Años más tarde, en diciembre de 1959, gracias a un programa de adjudicación de viviendas para obreros de empresas privadas, pasamos a vivir en la que fue nuestra casa propia. Estaba ubicada en el barrio Campoamor, conocido por ser una zona industrial al sur de la ciudad.
Mi vida en Las Estancias fue muy intensa porque mis padres eran vecinos muy comprometidos con las organizaciones comunitarias del sector que, a pesar de ser incipientes, eran muy activas: los dos se involucraron en la ejecución de proyectos sociales relacionados con la salud, la capacitación y el esparcimiento cultural de los habitantes de la zona. Por otro lado, desde la edad de ocho años, y debido a la lejanía del colegio en el cual cursaba mi primaria, me vi obligado a usar el sistema de transporte público. Fue así como aprendí a recorrer y a conocer la ciudad. A ello se sumaban los trayectos que realizábamos en familia todos los fines de semana, por iniciativa de mi padre, especialmente en el centro de Medellín.
Ángel, mi padre, era de origen santandereano y se había formado como mecánico automotriz de manera autodidacta: seguía cursos por correspondencia. En las noches y durante los fines de semana, hacía dibujos (especialmente de motores) que, por su precisión y estética, siempre despertaron mi curiosidad. Años después, cuando realizaba mis dibujos de arquitectura como estudiante universitario, aquellas imágenes aparecían con frecuencia en mi mente. Además, al observar los trabajos por encargo que realizaba Ofelia, mi madre, una mujer antioqueña y excelente costurera, desarrollé una sensibilidad especial por la precisión y el detalle en cualquier oficio a realizar.
Aunque mis progenitores no tuvieron la oportunidad de culminar su educación primaria, tenían una idea muy clara del papel del conocimiento en la vida de un individuo. Por eso, dado que no contaban con los recursos económicos para enviarme a la escuela, optaron por enseñarme a leer y a escribir. Gracias a esto, fui admitido directamente en segundo grado de primaria cuando presenté el examen de admisión del colegio salesiano El Sufragio, ubicado en el Parque Boston de Medellín.
[A+V]. ¿Qué lo llevó a elegir el programa y la institución a los cuales ingresó? ¿Cómo influyeron, durante su paso por las aulas de la principal universidad pública colombiana, el contexto sociocultural de la época y la situación del país?
[LFM]. Cuando tuve que decidir hacia qué campo orientar mis estudios universitarios, lo que más me interesaba era el paisajismo (landscape architecture), pero se trataba de un programa que solo existía en Estados Unidos y a unos costos muy elevados. La opción que Carlos me sugirió, y que finalmente puse en práctica, fue la de estudiar arquitectura en Colombia para luego hacer un posgrado en paisajismo. En aquel momento tuve la oportunidad de entrevistarme con el arquitecto Arturo Robledo Ocampo (1930-2007), decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Dicha conversación reafirmó mi decisión e ingresé a dicho programa en julio de 1963; terminé mis estudios a finales de 1968.
En total fueron once semestres. Al inicio, las matemáticas y la geometría descriptiva eran tan o más exigentes que el proyecto de taller; además, las clases de diseño básico fueron una experiencia algo desconcertante debido a la manera como tuvimos que abordar la creación compositiva con métodos que, al menos en Colombia, no tenían ningún antecedente: por ejemplo, debíamos crear composiciones espaciales exclusivamente con la letra "e" minúscula.
En el curso de geometría descriptiva, que fue dictado por el arquitecto Humberto Chica Pinzón, el texto principal era Technical Descriptive Geometry de B. Leighton Wellman, el cual aún no tenía traducción al español. A pesar de esto, gracias a mi buen conocimiento del inglés, logré integrarme con algunos compañeros, para quienes me convertí en una especie de "traductor ad hoc".
Aquella fue una época signada por la presencia del cura Camilo Torres y los reconocidos líderes que reivindicaban los derechos estudiantiles por medio de frecuentes movilizaciones y paros.
Portada del libro de B. Leighton Wellman que era usado a finales de los años 1960 en el pregrado de arquitectura en la UN Bogotá.
Fuente: archivo personal de Lorenzo Fonseca.
[CNM]. Fui admitido en la Universidad Nacional de Colombia y en la Universidad de los Andes, ambas en Bogotá. Sin embargo, en algún momento había leído que dos de los mejores arquitectos de Colombia, Fernando Martínez y Guillermo Bermúdez, eran profesores en la Universidad Nacional. Entonces decidí ingresar allí e hice mis estudios entre 1967 y 1972. Por fortuna tomé esa decisión, entre otras cosas, porque casi a mitad de la carrera mi papá dejó de apoyarme económicamente y pude continuar gracias a una beca que recibí por buen rendimiento académico (por nerdo). Esto hubiera sido imposible en la Universidad de los Andes debido a sus altos costos.
Aquella era una época de intensa agitación estudiantil, de marchas y paros que despertaron mi interés por comprender la realidad del país. También eran los tiempos del rock, del consumo de marihuana y de toda la liberación que vino después de Mayo del 68. En la Universidad Nacional vivimos esa época plenamente.
[FVM]. No recuerdo haber reflexionado mucho al elegir un programa de pregrado. Cuando llegó el momento, en diciembre de 1964, de definir la inscripción para el examen de admisión, no dudé en optar por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia en Medellín, donde estudié desde 1965 hasta 1972. Sus instalaciones quedaban en el barrio Robledo, justo frente al plantel donde terminé mi secundaria: el Liceo Antioqueño de la Universidad de Antioquia.
Mi padre y yo habíamos viajado a Bogotá el año anterior y habíamos recorrido la capital del país, una ciudad cambiante que él había conocido cuando prestó su servicio militar entre 1933 y 1935. Quedamos muy impresionados con la arquitectura y el espacio público del Centro Internacional. Desde aquella visita, empecé a considerar la arquitectura como una elección apropiada para mi futuro profesional.
Figura 2.
Fernando Viviescas (primero a la derecha, de pie) en una fiesta de cierre de la Semana Universitaria en la Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 1967.
Fuente: archivo personal de Fernando Viviescas.
[A+V]. Durante sus primeros años de formación en el pregrado, ¿cuáles eran las lecturas (de historia y teoría de la arquitectura, literatura o ciencias sociales y humanas) en boga entre los estudiantes de arquitectura y de artes? ¿Existían tendencias reconocibles?, ¿con cuáles de ellas se identificó o se confrontó y por qué?
¿Asistió a espacios fuera de la vida universitaria (círculos de lectura, cineclubes, etc.) en los que haya desarrollado su curiosidad intelectual?, ¿cuáles eran las principales influencias (autores, libros, metodologías, etc.) que llegaban de otros medios académicos y profesionales como los europeos, norteamericanos y latinoamericanos?
[LFM]. El taller era el componente estructurante y al que se dedicaba la mayor cantidad de horas de clase cada semestre. Las tendencias identificables estaban ligadas al tipo de enseñanza puesto en práctica por los profesores que dirigían los talleres: Hernán Vieco, Guillermo Bermúdez, Fernando Martínez y Enrique Triana.
Si bien en aquella época no se impartía un curso de teoría de la arquitectura, la presencia del profesor Leopoldo Rother (1894-1978) fue fundamental para nosotros. Siempre llevaba un maletín lleno de apuntes en hojas de papel, donde pegaba recortes con citas y reflexiones personales (algunas escritas de su puño y letra, otras a máquina). Estas notas estaban clasificadas por temas y eran un valioso referente para todos los estudiantes.
Entre mis compañeros más cercanos la literatura latinoamericana causó un verdadero furor, ya que leíamos y discutíamos las obras de autores como Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Manuel Puig.
Por otro lado, mi afición por el cine siguió creciendo durante los años universitarios, especialmente con las películas de la "nueva ola" francesa que, tímidamente, llegaron a las salas de cine colombianas. Varios de mis compañeros y yo fuimos asiduos asistentes al Cine Club de Colombia, dirigido por el crítico de cine Hernando Salcedo Silva. Asistíamos "religiosamente" a los interesantes ciclos proyectados en el auditorio del edifico Crisanto Luque (carrera 10.a con calle 20, sede de la emisora Radio Sutatenza) para disfrutar de sus extraordinarias selecciones y charlas. Allá descubrimos el neorrealismo italiano y la obra de Ingmar Bergman y de Akira Kurosawa.
[CNM]. En esa época la carrera duraba once semestres, lo que equivale a cinco años y medio. El primer semestre era de aproximación, tipo Bauhaus, y contaba con la presencia de profesores magníficos: el arquitecto y diseñador gráfico Dicken Castro5, el arquitecto y artista Bernardo Salcedo, el arquitecto y cineasta Luis Ernesto Arocha, el artista Carlos Rojas y el diseñador gráfico David Consuegra.
En esta etapa, me resultó difícil entender la abstracción y la composición plástica, pues eran conceptos que no había estudiado durante el bachillerato. Dado que estábamos en la Facultad de Artes, profesores y alumnos compartíamos cotidianamente con artistas; de ahí que nos acercáramos al arte moderno, al jazz, a la música clásica y a la música latinoamericana. Asistíamos con mucha frecuencia a los cursos de cine de Hernando Salcedo Silva; también, íbamos al Teatro La Casa de la Cultura, al Teatro La Mama y, por supuesto, al "concierto de los viernes" en el Teatro Colón.
Recuerdo que mis compañeros y yo leíamos autores como Walt Whitman, Pablo Neruda, César Vallejo, Miguel Hernández, Álvaro Mutis, Aurelio Arturo, Julio Cortázar y todo el boom latinoamericano; también, leíamos autores ligados a nuestros estudios como Sigfried Giedion, Nikolaus Pevsner, Bruno Zevi y José Luis Romero. Recuerdo que en aquella época fui un lector voraz de textos sobre arquitectura. Casi todos los libros a los que teníamos acceso provenían de Argentina, México y España; además, la Editorial Gustavo Gili ya publicaba las traducciones de textos que se convertirían en imprescindibles. Éramos seguidores de la obra de Frank Lloyd Wright y de Alvar Aalto, con quienes teníamos una relación casi mística, pero creo que nos faltaron "tres cucharaditas" de Louis Kahn.
En nuestro entorno político sobresalían tres tendencias: los "mamertos" de Rusia, los maoístas de China y los trotskistas, más o menos libres. No me afilié a ninguno de ellos, aunque los trotskistas me eran más cercanos. También se hablaba de una cuarta opción conocida como la línea Chicó, nombre tomado del entonces prestigioso barrio de la zona norte de Bogotá, pero esa tendencia no me interesaba y tampoco me habrían aceptado por ser demasiado "izquierdoso". Leíamos textos de Marx, Engels, Mao Zedong e Isaac Deutscher, como también sobre la dependencia tercermundista y el caso colombiano: Jaime Jaramillo Uribe, Mario Arrubla, Germán Colmenares, Eduardo Galeano, Emilio Pradilla, Jorge Orlando Melo y Salomón Kalmanovitz.
[FVM]. Cuando inicié mis estudios, el programa no tenía bien definida un área de teoría y tampoco se abordaba juiciosamente el estudio de la ciudad o el urbanismo. Quienes marcaban la pauta en la escuela eran los docentes de los talleres, respaldados por el prestigio de sus "firmas" u oficinas de arquitectura, de las que se ausentaban en las tardes para ir a dictar las cátedras de diseño en los talleres de la facultad.
Para nosotros los estudiantes, el tiempo curricular semestral era complementado con materias sobre matemáticas, técnicas constructivas, perfeccionamiento de la expresión arquitectónica y dibujo. En mi caso, encontré muy interesantes las clases de perspectiva y de geometrografía dictadas por Pedro Nel Gómez; también, las de Historia de la arquitectura dictadas por Guillermo García, Raúl Álvarez, Mario Barreneche y el español Luis Borobio.
Mi aproximación a la arquitectura estuvo marcada por cuestionamientos propios del ámbito de las ciencias sociales, las artes y la cultura urbana. Esto fue fundamental cuando se decidió que las presentaciones de los proyectos del taller debían realizarse en el espacio público de la facultad. Progresivamente, estas entregas
se convirtieron en verdaderos ejercicios de participación masiva que exigían un mayor afinamiento teórico y metodológico. Descubrí los textos sobre arquitectura de los grandes referentes: Le Corbusier, Frank Lloyd Wright, Alvar Aalto, Mies van der Rohe y Walter Gropius. Me interesé en el desarrollo metodológico de la Bauhaus, que se suponía era la base conceptual de donde partía todo nuestro andamiaje académico. Abordé, poco a poco, la lectura de autores como Leonardo Benevolo, Giulio Carlo Argan y Pierre Francastel. Ya se había instalado en mi horizonte intelectual la lectura de novelas como La ciudad y los perros y Cien años de soledad. Luego llegaría, con fuerza, el eco de Mayo del 68.
Tuve, además, la oportunidad de participar como líder estudiantil: fui muy activo en los debates y procesos académicos internos e interactué con los medios universitarios del entorno. Me invitaron a hacer parte de los Grupos de Estudio: una apuesta política-cultural-pedagógica inédita en el contexto foquista que predominaba en los ámbitos de discusión y reflexión política de la ciudad y el país. Estanislao Zuleta (1935-1990) y un grupo de intelectuales, casi todos provenientes de sectores de la pequeña burguesía paisa, habían creado este proyecto con el objetivo de estudiar el marxismo de forma sistemática. Estos grupos me permitieron afinar teóricamente mi aproximación a la arquitectura y al urbanismo.
[A+V]. Siempre hay asignaturas y maestros que marcan profundamente nuestro paso por las aulas. ¿Cuáles fueron aquellas materias y profesores que despertaron o avivaron su gusto por la arquitectura, el urbanismo, la historia y el arte?
¿Tuvo, durante aquellos años, algún reparo contra el modelo pedagógico vigente, especialmente en lo que respecta a la enseñanza en el Taller de Arquitectura?
[LFM]. Tuve la oportunidad de visitar la oficina de Carlos Martínez para desarrollar algunos de los tantos trabajos académicos asignados, en especial los relacionados con diseño. Allí siempre conté con sus consejos y su guía, incluso en muchos momentos de dificultad y angustia.
Además de mi tío, hubo tres profesores de la facultad que influyeron en mi visión sobre la profesión. Con ellos se generó un vínculo que no se limitaba a la relación maestro-discípulo, sino que también se tradujo en una auténtica amistad forjada con ellos y con sus familias.
En el primer semestre conocí al arquitecto Dicken Castro, creador y coordinador del área de diseño básico. Él, con su visión del diseño, nos hizo expandir nuestra mente hacia la exploración y la experimentación. En la mitad de la carrera, estuve bajo la dirección de Enrique Triana, paradigma del buen arquitecto e invaluable maestro: un ser amable y cálido que se preocupaba por cada uno de sus alumnos y compartía su sabiduría de manera sencilla y con humor. Hacia el final de la carrera tuve la fortuna de estar bajo la dirección de Arturo Robledo, quien con la profundidad de su visión nos transmitía pautas extraordinarias para el desarrollo de cualquier tipo de proyecto. Todos ellos me demostraron que ser arquitecto es tener la capacidad de pensar el espacio tridimensionalmente.
[CNM]. Tuvimos profesores magníficos, como los del semestre básico que ya mencioné. Luego llegaron otros que nos marcaron profundamente: Manuel Rojas nos enseñó geometría descriptiva, Francisco Gil Tovar nos acompañó en los de historia y Oscar Hoyos en los de estructuras. En los talleres, nuestros profesores fueron Guillermo Bermúdez, Fernando Martínez, Enrique Triana, Jaime Camacho, Rafael Maldonado, Eduardo Londoño y Andrés Orrantia.
[FVM]. Al igual que hace casi cincuenta años, mi principal reparo tiene que ver con la lectura equivocada que se hizo de la propuesta de la Bauhaus; aunque, por supuesto, no se trata de una desviación exclusivamente colombiana. En efecto, se ha promovido la idea de entronizar al taller como el espacio pedagógico donde se define el valor arquitectural de lo que se propone para resolver cualquier problemática. Con esto se ha dejado al margen la necesaria reflexión sobre la Ciudad —con mayúscula— para privilegiar la eficacia del "diseño arquitectónico" como respuesta inmediata, siempre funcional y/o formal, para el mercado.
A una época marcada por la acelerada urbanización, nuestra facultad respondía con soluciones arquitectónicas: nos estrellábamos ante la idea dominante de prepararnos para hacer edificios sin comprender el entorno y sus procesos.
A mi juicio, en aquel momento, Pedro Nel Gómez era el único docente de la Facultad de Arquitectura que parecía entender la necesidad de un cambio en aquella visión. Desa- fortunadamente, para entonces (finales de los años 1960) sus intereses intelectuales ya se alejaban del ejercicio profesional; además, las directivas de la facultad lo habían excluido de la enseñanza en el taller, asignándole cursos prácticos (perspectiva, etc.) en los que era muy difícil entablar un diálogo que trascendiera. Lo cierto es que, en sus clases, nos hablaba de arte e historia a la par que nos enseñaba composición, ilustración, geometría o perspectiva. Es necesario recordar que, además de arquitecto6, Gómez fue uno de los grandes artistas colombianos del siglo XX, destacándose como muralista y acuarelista.
[A+V]. Por favor, cuéntenos sobre su proyecto de tesis de pregrado. ¿Cómo seleccionó el tema, quién fue su director y cómo ve usted, hoy en día, aquella última experiencia académica que le permitió obtener el diploma profesional? ¿Realizó algún tipo de práctica profesional antes de graduarse?, ¿podría hablarnos de esa experiencia?
[LFM]. Durante los dos últimos semestres de la carrera se desarrollaron, en grupo, dos temas diametralmente opuestos. El primer grupo, guiado por Arturo Robledo, trabajó en una solución para un proyecto ubicado en un predio del Centro Internacional de Bogotá, con una mirada futurista que resultó ser algo más bien utópico para su época. En el segundo semestre, el grupo dirigido por el arquitecto Rafael Maldonado trabajó en un proyecto de vivienda económica en serie; esta iniciativa estaba anclada en la realidad social, económica y tecnológica del país.
Por otro lado, mis constantes visitas a mi tío Carlos Martínez en su oficina me permitieron estar presente en la toma de decisiones sobre los contenidos de la revista PROA y aprender de la forma de trabajo que él imprimió, literalmente, en esta publicación. Al trabajar en la diagramación de esta revista, tuve acceso a una práctica profesional de diseño gráfico que me permitió desarrollar un valioso juicio crítico gracias a las descripciones que redactaba sobre algunos de los proyectos seleccionados para su publicación. La combinación de estas dos experiencias definió, sin duda, mi interés por uno de los principales ámbitos de mi futura actividad profesional: el campo editorial.
Estar en PROA, cuando aún estudiaba la carrera, me permitió entrar en contacto con arquitectos colombianos muy importantes que frecuentaban la sede de la revista para intercambiar opiniones e inquietudes alrededor de temas urbanísticos, arquitectónicos, culturales y políticos. Allí conocí amigos de mi tío, entre quienes puedo mencionar a Gabriel Serrano, Hernando Camargo, Eduardo Pombo, Álvaro Ortega, Jorge Arango y Arturo Robledo.
Diploma de Arquitecto otorgado en febrero de 1969 a Lorenzo Fonseca, por la Universidad Nacional, sede Bogotá.
Fuente: archivo personal de Lorenzo Fonseca
Figura 4.
Diploma de Urbanista otorgado en febrero de 1969 a Lorenzo Fonseca, por la Universidad Nacional, sede Bogotá.
Fuente: archivo personal de Lorenzo Fonseca.
[CNM]. En 1972, año en el que debía hacer mi proyecto de tesis de grado, la socióloga Soledad Ruiz (madre de mi hijo) trabajaba en una investigación sobre la producción de café y yo era su asistente de fotografía. Se trataba de observar a los grandes productores propietarios de plantas industriales de beneficio7 con campamento y cantina, a los obreros recolectores, a los medianos propietarios que tenían pequeñas plantas de beneficio y a los minifundistas cafeteros que beneficiaban manualmente el café en una caneca.
Junto a mis compañeros Fernando Montenegro y Hugo Muñoz conformamos un grupo para la tesis de grado. Propuse proyectar un pueblo cafetero en el que cada pequeño productor tuviera una casa para su familia, un beneficiadero grande y técnico, un auditorio, un centro de salud, un centro de deporte, un mercado y una sede administrativa. Elegimos un terreno ubicado en Quimbaya, Quindío.
El proyecto de grado, que fue dirigido por Fernando Martínez Sanabria y contó con la asistencia de Eugenia de Cardozo, fue una hermosa experiencia que nos condujo a la investigación sobre tipologías de edificios y a reflexiones sobre la ciudad, el campo, los campesinos y la solidaridad.
Reunión de arquitectos de la promoción de 1973 de la Universidad Nacional sede Bogotá, celebrada en marzo de 1998. Primera fila, de izquierda a derecha: Hernán Salcedo, María Cristina Daza, Fernando Casilimas, Clarita Camacho, Juan José Bonilla, Guillermo Sánchez. Segunda fila: Hernán Dávila, Álvaro Mora, Rosa María Bermúdez, Claudia Pinzón, Rubén Rodríguez, Rómulo Moros. Tercera fila: Jairo Acero, Bertha Parada, Jaime Urquijo, Max Beltrán, Mariana Vargas, Carlos Niño, Enrique Álvarez, Alberto Zárate, Efraín Marciales. Cuarta fila: Guillermo Franco, Mario Mendoza, Eduardo Brugés, Víctor Pulido, Fulvio Sánchez, Miguel Murcia y Mario Alarcón.
Fuente: archivo personal de Carlos Niño.
[FVM]. Hacia mediados de 1970, cuando decidía el tema de mi tesis de grado, ya estaban en curso algunos cambios académicos logrados por los movimientos estudiantiles que se desplegaron en Medellín y en el país desde mediados de la década anterior. En 1968, como representante estudiantil, fui testigo de la inauguración, en nuestra facultad, de la primera Maestría en Planeación Urbana del país. Varios procesos culturales se estaban materializando en expresiones tan importantes como las Bienales de Arte Internacional de Coltejer, que se llevaron a cabo en 1968, 1970 y 1972. De hecho, en nuestra escuela se formó un grupo de artistas que, luego de alejarse de la arquitectura, iniciaron su recorrido en el medio de las artes plásticas. Recuerdo a Hugo Zapata, a Germán Botero, a Diego Arango y a Félix Ángel; todos ellos tuvieron un papel importantísimo en la creación del pregrado de Artes en la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.
En ese contexto se dio la elección del tema de mi tesis de pregrado. Con un grupo de compañeros propusimos un proyecto de orden metropolitano alrededor de una "Terminal de Transporte para Medellín + Proyecto de Renovación Urbana de Barrio Triste" en el centro histórico de la ciudad. Se trataba de un megaproyecto cuyo propósito era atender los nuevos y agobiantes requerimientos que la metrópoli demandaba con urgencia. Nos asignaron un exigente grupo de profesores: Nel Rodríguez, Fabio Ramírez, Alberto Velásquez, Luis Fernando Arbeláez y Jaime Muñoz Duque. Entregamos el resultado a finales de 1971.
En 1966, al inicio de mi segundo año de estudio, coincidí con algunos integrantes de mi equipo de tesis que también habían sido mis compañeros en el Liceo Antioqueño. Juntos, decidimos fundar nuestra primera oficina. Para ello reunimos, en un lugar alquilado, todos los implementos que cada uno tenía en su casa. Lo bautizamos Taller de Arquitectura y lo promocionamos en la facultad, por lo que nuestros primeros clientes fueron algunos profesores. Dicho proyecto cumplió su ciclo debido al pacto que se selló en el momento de iniciarlo: el taller cerraría cuando el último de nosotros se graduara.
[AAG]. Profesor Lorenzo Fonseca, poco después de obtener su diploma de arquitecto, usted asume la subdirección de la revista PROA. ¿Cuáles fueron las principales experiencias editoriales o personales que, en aquella época, lo motivaron intelectualmente? ¿Podría contarnos cómo esta experiencia le abrió puertas en el campo profesional?
Aquella primera etapa en PROA finaliza cuando usted toma la decisión de viajar a Inglaterra para realizar estudios de posgrado, entre 1971 y 1973. ¿Cuál es el contexto intelectual en el que se desarrolló esa nueva etapa de su formación académica?, ¿cuáles fueron las experiencias más significativas (viajes, lecturas, personas conocidas, etc.) que marcaron esta etapa de formación?
[LFM]. Gracias al diploma en Urbanismo que recibíjunto con el título de arquitecto, comencé mi ejercicio profesional en el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, en la Sección de Planeamiento Urbano (Departamento de Catastro) y bajo la dirección del arquitecto Santiago Martínez. Durante mi tiempo allí participé en la elaboración del plan piloto de Desarrollo Urbano de Valledupar y en el de Girardot.
Luego, tuve la oportunidad de trabajar en el estudio-taller del arquitecto Rogelio Salmona, donde desarrollé detalles constructivos para la terminación del proyecto Torres del Parque en Bogotá.
A comienzos de 1970, Carlos Martínez decidió poner fin a su labor editorial y me ofreció la dirección de PROA. Acepté y, con el número 238, asumí mi labor como editor; cargo que, en una dedicación casi exclusiva, implicaba actividades que iban desde la creación de contenidos hasta la gestión de relaciones públicas para obtener pautas publicitarias.
Para poder viajar y ausentarme durante dos años con el fin de realizar el posgrado, fue necesario formar un equipo de colaboradores que, bajo la estricta supervisión de Carlos Martínez, garantizara la circulación regular de la revista.
Mi viaje al Reino Unido fue posible porque, al terminar el pregrado en la Universidad Nacional, la institución me brindó la oportunidad de cursar un posgrado en el exterior. Elegí el Development of Planning Unit (DPU) de la University College London, donde estudié desde 1971 hasta 1973. El programa estaba dirigido a estudiantes del "tercer mundo", especialmente de Latinoamérica y el Medio Oriente, y se enfocaba en temas relacionados con la construcción de escuelas, la planeación para el desarrollo y la docencia de la arquitectura. Durante mi experiencia en el DPU coincidí con el arquitecto Andrés Orrantia.
Juntos abordamos temas relacionados con la formación del arquitecto y elaboramos el documento Notes on architectural teaching para un curso sobre pedagogía en arquitectura.
En Londres tuve la oportunidad de asistir a clases y conferencias impartidas por destacados intelectuales invitados al programa de estudios del DPU y/o vinculados a la Architectural Association. Escuché a Christopher Jones, a Geoffrey Broadbent, a Christopher Alexander, a Charles Jencks y a Kenneth Frampton. Además, en 1971 y 1972 disfruté de las proyecciones del Festival de Cine de Londres (BFI London Film Festival).
[A+V]. Profesor Carlos Niño, poco después de obtener su diploma de arquitecto, usted tomó la decisión de ir a Francia a realizar otro posgrado, esta vez en Historia del Arte en la Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne, entre 1974 y 1976. ¿Cuál fue el contexto intelectual en el que se desarrolló esta nueva etapa de su formación académica? ¿Cuáles fueron las experiencias que marcaron esta etapa (viajes, lecturas, personas, etc.)? ¿Podría contarnos cómo fue que esta oportunidad le abrió puertas en el campo profesional al regresar a Colombia?
Para concluir, una década más tarde, en una tercera etapa, usted regresa a Europa con el propósito de realizar una maestría en la Architectural Association de Londres entre 1983 y 1985. ¿Cuál fue el contexto cultural e intelectual en el que se desarrolló esta nueva etapa? ¿Cuáles fueron las dificultades o ventajas, ya se personales o académicas, que se presentaron?
[CNM]. La Universidad Nacional otorgaba una beca por un periodo de dos años al estudiante que obtuviera el mejor promedio de notas de su promoción; el ganador podía escoger un destino en el exterior para realizar sus estudios. Tuve la fortuna de obtenerla y, así, cumplir mi sueño de ir a París. Al no encontrar posgrados en Arquitectura para darle continuidad a mi formación inicial, me inscribí en una licence8 en Historia del Arte en la Université Paris 1, cuyas clases tenían lugar en el imponente edificio del Institut d'Art et dArchéologie9 Allí estudié arquitectura medieval, barroco italiano y escultura moderna; además, tuve profesores magníficos, como Louis Grodecki en arte gótico,
Daniel Arasse en barroco italiano y Noureddine Mezhoughi en arquitectura medieval otoniana. Durante mi tiempo libre practiqué escultura en metal en la Ecole des arts appliqués à l'industrie (rue Olivier de Serres), viajé extensamente por Europa, tome muchas fotografías y dibujé todo tipo de arquitecturas.
La beca me obligaba a regresar a la institución, así que al día siguiente de mi regreso a Bogotá ¡ya me encontraba dictando un curso de arquitectura moderna! Este fue uno de los cursos que dicté en la Universidad Nacional durante 15 años.
Años más tarde obtuve una beca del Consejo Británico para estudiar en la Architectural Association en Bedford Square, Londres. Esta asociación era una de las principales escuelas de arquitectura del mundo. Allí estaban Rem Koolhaas, Cedric Price, Bernard Tschumi, Zaha Hadid, entre otras figuras internacionales. Además, se invitaba con mucha frecuencia a grandes personajes del mundo de la arquitectura y de otros campos. Me inscribí en un posgrado en Historia y Teoría de la Arquitectura que era dirigido por Micha Bandini, una intelectual italiana seguidora de Tafuri, Rossi y la urbanística italiana.
En plena influencia del posmodernismo, me llamaba la atención la presentación de proyectos en los que no se incluían columnas ni frontones clásicos. En cambio, se privilegiaban las discusiones sobre arquitectura, ciudad, hábitat y comunicación, en un ambiente de verdadera vanguardia. Era una época que auguraba grandes cambios y en la que el modernismo se encontraba en crisis. Estudiábamos autores como Theodor Adorno, Walter Benjamin, Michel Foucault, Martin Heidegger, Erwin Panofsky, Rudolf Wittkower, Carl Schorske, Giulio Carlo Argan, Alan Colqu- houn, Anthony Vidler y Peter Eisenman. Participé en una amplia variedad de actividades organizadas por la asociación y disfruté de todo lo que una gran capital como Londres podía ofrecer a un estudiante de arquitectura.
Figura 6.
Diploma de estudios en Development Planning otorgado a Lorenzo Fonseca en 1972 por el University College (University of London).
Fuente: archivo personal de Lorenzo Fonseca.
[A+V]. Profesor Fernando Viviescas, durante la década siguiente a su grado como arquitecto, y ya como docente, usted tomó la decisión de estudiar en el extranjero. Entre 1976 y 1978 completó el Master of Arts en la Universidad de Texas y, en 1982, se especializó en Vivienda Popular en el Institute for Housing Studies en Rotterdam.
¿Podría describir el entorno en el cual realizó sus estudios, tanto en Estados Unidos como en Holanda? ¿Cuál fue el contexto cultural e intelectual en el que se desarrolló esa nueva etapa? ¿Qué dificultades o ventajas (personales, académicas, etc.) se presentaron?
[FVM]. Por fortuna, en 1975 fui beneficiario de una beca otorgada por el Latin American Scholarship Program of American Universities (LASPAU). Fue así como pude viajar, a principios de 1976, a Austin, Estados Unidos, para estudiar la Maestría en Planeación Urbana en el Institute of Latin American Studies (ILAS)10 de la Universidad de Texas. Fui asiduo visitante de la Benson Library. Mi tesis de grado fue dirigida por Henry Dietz y se tituló Implicaciones políticas del proceso de urbanización en Colombia (1920-1970). Una aproximación histórica al proceso de urbanización en la lucha de clases.
En 1978, al regresar a Medellín, asumí la dirección del recién creado Centro de Investigaciones de la Facultad de Arquitectura, por designación del decano Emilio Cera Sánchez. Allí se establecieron tres líneas de trabajo: una enfocada en el Patrimonio Cultural Construido, liderada por Fernando Orozco; otra sobre Arte, dirigida por Germán Botero; y una tercera sobre investigación urbana, que asumí junto con la arquitecta Beatriz Gómez.
Detalle de la puerta de acceso principal del edificio de apartamentos Jassedé (Hector Guimard, 1905) en el distrito 16 de París. Dibujo en lápiz y tinta realizado por Carlos Niño en 1974.
Fuente: archivo personal de Carlos Niño.
A principios de 1979, como consecuencia de haber alcanzado una mención en el Primer Concurso Nacional de Investigación organizado y financiado en 1978 por la Fundación para la Educación Superior (FES) de Cali, iniciamos un trabajo sobre la espacialidad de los barrios populares en las comunas de Medellín11. En ese momento se había desarrollado, de forma muy positiva, el reconocimiento de la presencia del hábitat "informal", lo que fortaleció los vínculos entre nuestra institución y el Institute for Housing Studies de Rotterdam12 (antiguo Bouwcentrum International Education). En ese contexto, fui comisionado para participar en los cursos en Holanda en 1982, que sirvieron para validar mi especialización en Vivienda Popular.
Al regresar a Colombia llevamos a cabo, entre 1982 y 1984, la investigación La calidad espacial urbana de los barrios para sectores de bajos ingresos en Medellín. Esta investigación estaba centrada en la comuna noroccidental de la capital antioqueña y recibió financiación y apoyo institucional de la Escuela de Hábitat CEHAP. Una vez entregamos los resultados y las conclusiones de este proyecto, asumí la decanatura de la Facultad, desde 1984 hasta 1988.
[A+V]. ¿Qué importancia tuvieron para usted los viajes de estudio? ¿Podría contarnos cuáles fueron aquellos viajes, incluso posteriores, que marcaron su formación profesional e intelectual?, ¿en qué contexto se dieron (institucional o personal)?
[LFM]. Mi estadía en el Reino Unido me motivó a viajar por Europa: visité las capitales y otras ciudades de Italia, Alemania y Países Bajos. Posteriormente, como comisario para proyectos de lo que hoy es el Museo Arqueológico (MUSA), tuve la oportunidad de llevar muestras de cerámica precolombina a ciudades como Sevilla y Estocolmo. En nuestro continente, he viajado con regularidad a Ecuador, Perú, Argentina, México y Guatemala.
[CNM]. Además de mi experiencia como estudiante en París y luego en Londres, recuerdo otros viajes muy especiales. En 1985 me trasladé a Vicenza para hacer un curso de tres semanas sobre Andrea Palladio: fue una experiencia magnífica, junto a profesores internacionales de primera plana y visitas a todas las obras de Palladio en el Véneto (años antes, yo había preparado un texto sobre Palladio13 para la editorial Escala). También, tengo buenos recuerdos de un curso que realicé en 1992 en la University of Virginia (Charlottesville), durante tres meses, sobre la historia de las ciudades norteamericanas en los siglos XIX y XX. He tenido la oportunidad de viajar por medio mundo: India, China, Japón, Vietnam, Rusia, Australia, África del Norte, las tres Américas y toda Europa.
[FVM]. De mi etapa formativa inicial, recuerdo tres viajes grupales. El primero de ellos fue a San Agustín y el segundo a Cartagena. Después viajamos a Bogotá, en 1969, para participar en un torneo de fútbol que se disputaría entre las distintas sedes de la Universidad Nacional de Colombia, lo que me permitió entrar por primera vez a nuestro Campus Universitario.
Mi primer viaje internacional fue a Nueva York14 en 1976. La primera vez que viajé a Europa, en 1982, recuerdo que inicialmente llegué a Amsterdam15. Ese mismo año visité el Muro de Berlín y tuve una visión desesperanzadora de aquel lugar debido al contraste entre la Berlín Este y Berlín Oeste. En 1996, maravillado, recorrí por primera vez las calles de Estambul cuando asistí, como delegado de Colombia, a la segunda conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos.
[A+V]. ¿En qué momento se interesó por la docencia y cuáles fueron las razones que lo condujeron a la enseñanza y a la investigación?, ¿por qué se enfocó en temas como la historia y la crítica de la arquitectura y del urbanismo?
¿Cuáles fueron las escuelas de pensamiento, los autores y las obras (libros, películas, etc.) que más influyeron en su construcción intelectual y alimentaron su labor como docente e investigador?
Lorenzo Fonseca y Soledad Ruiz.
Fuente: archivo personal de Lorenzo Fonseca.
Lorenzo Fonseca
Fuente: archivo personal de Lorenzo Fonseca.
Figura 10.
Carlos Niño durante un viaje en Cantón, China, 1987.
Fuente: archivo personal de Carlos Niño.
Figura 11.
Carlos Niño dibujando durante un viaje en Jaisalmer
(cerca de la frontera con Pakistán), Rajastán, India, 1990.
Fuente: archivo personal de Carlos Niño.
[LFM]. El arquitecto Eduardo Pombo, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de los Andes, me invitó a trabajar como profesor de cátedra. Así, en el segundo semestre de 1969 empecé a trabajar como asistente del arquitecto Jacques Mosseri, quien dirigía el proyecto de grado. Entre los estudiantes que participaron en este proyecto estaban Benjamín Villegas y Eduardo Samper. Durante algunos semestres más colaboré en el taller del cuarto semestre con profesores como Ernesto Jiménez, Luis Eduardo Torres y Alfonso García.
Al regresar de Londres, me vinculé a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional. Mi retorno al país coincidió con el de otros arquitectos que habían tenido experiencias similares a la mía, entre ellos estaban el mismo Andrés Orrantia, Alberto Saldarriaga y Jorge Espinel. Se nos encomendó la tarea de reestructurar los contenidos de los dos primeros semestres de la carrera, por lo que se creó la cátedra de Medio Ambiente como primera aproximación pedagógica a la ecología. Sin embargo, mi presencia en la universidad fue muy breve ya que, después de una huelga estudiantil que se prolongó durante todo un semestre, los líderes del movimiento consiguieron que la rectoría decretara una nota colectiva: una situación absurda que nos llevó a Alberto Saldarriaga y a mí a retirarnos de la facultad.
Volví a la Universidad de Los Andes para impartir los cursos de Teoría de la Arquitectura, Historia de la Arquitectura y Medio Ambiente. Los inconvenientes causados por factores externos al oficio durante el ejercicio de la actividad docente, me llevaron a asociarme con Alberto Saldarriaga. Juntos desarrollamos algunos proyectos de investigación y concursamos en varios certámenes: en 1976 participamos en la convocatoria para elaborar el catálogo de una exposición organizada por el Centro Colombo Americano, con el arquitecto Eric Witzler como curador, sobre la arquitectura contemporánea en Colombia.
Creamos entonces el Centro de Estudios Ambientales (CEAM Ltda.) y abordamos el tema con la colaboración de algunos estudiantes provenientes de grupos de alumnos que antes habían tomado clases con nosotros y algunos profesionales recién graduados. En esta primera investigación trazamos un recorrido desde la arquitectura precolombina hasta nuestros días; así, abordamos la conquista, la colonia y la independencia, para llegar a los siglos XIX y XX, donde abordamos de manera breve el tema que estaba en boga en el mundo occidental en ese momento, gracias al libro Arquitectura sin arquitectos de Bernard Rudofsky (1964). La estructura investigativa que desarrollamos para este trabajo se convirtió en la base de todas las investigaciones que abordamos.
[CNM]. Siempre he "culpado" a Alberto Saldarriaga de convencerme para ser profesor de Historia de la Arquitectura. Cuando aún era estudiante y me faltaba solo un año para terminar la carrera, Alberto me buscó y me dijo: "Voy a reestructurar los cursos de historia en la Universidad Piloto, venga y me ayuda". Aunque dudé, por el hecho de no haberme graduado aún, él simplemente me dijo: "Tranquilo que allá no se dan cuenta". Así que lo seguí en esa primera experiencia. Cuando me gradué empecé a trabajar en la oficina de Jacques Mosseri (1936); así que por la mañana yo era residente de obra en un colegio del sur y en la tarde me desempeñaba como profesor de Historia de la Arquitectura.
Siempre me ha interesado la historia porque no concibo otra manera de estudiar la arquitectura y porque creo que investigar en torno a ella es compartir conocimiento con los arquitectos de nuestro país. Me he apoyado en ideas y conceptos propios de la urbanística italiana, de la geografía francesa y de otras corrientes de pensamiento; además, he releído autores como Georges Duby, Fernand Braudel, Henri Pirenne, John Summerson, Carl Schorske, Richard Sennett, José Luis Romero, Aldo Rossi, Manfredo Tafuri, Manuel de Solá-Morales y Marina Waisman.
[FVM]. No creo que haya existido "un momento": en realidad, mi interés por la docencia fue el resultado de un proceso cognitivo e ideológico en el que fue fundamental mi experiencia intelectual, política y profesional, adquirida en los Grupos de Estudio y en El Taller de Arquitectura. La docencia emergió naturalmente como complemento crítico y como soporte metodológico estructural del trabajo investigativo que había comenzado a desarrollar en aquellos años. De hecho, fui monitor durante el último año de estudio y, dos meses después de graduarme, en abril de 1972, acepté una invitación a presentarme como docente en el cargo de Instructor Asistente. Tuve la fortuna de trabajar en las cátedras de Expresión Arquitectónica junto a tres excelentes artistas: Ethel Gilmour, Saturnino Ramírez y Javier Restrepo.
Por otro lado, mi acercamiento a la problemática urbana se había ido perfilando de una manera bastante ecléctica, apoyándome en la lectura de Lewis Mumford, Jane Jacobs, Kevin Lynch y Manuel Castells.
[A+V]. Hoy, después de una reconocida y brillante carrera profesional de casi medio siglo, ¿cómo percibe usted el presente de la enseñanza de la arquitectura y del urbanismo en Colombia?
Por último, además de los retos que implica la actual crisis producida por la pandemia: ¿hacia dónde considera que deben orientarse las facultades y escuelas de arquitectura para evolucionar y así mejorar la calidad de sus programas?
Carlos Niño, Alberto Saldarriaga y Silvia Arango en el lanzamiento de la colección PILARES
de la editorial de la Universidad Nacional de Colombia, en la Feria del Libro de Bogotá, 2019.
Fuente: archivo personal de Carlos Niño.
[LFM]. Veo con preocupación que las herramientas tecnológicas son tan sofisticadas hoy en día, como se advierte en el debate en torno a la Inteligencia Artificial, que han reemplazado el ejercicio de plasmar, a través del dibujo con la mano, la representación del espacio tridimensional concebido en la mente del arquitecto. Se tiende a pensar que la tridimensionalidad debe ser el resultado de una operación virtual y no se percibe su importancia como punto de partida de la creación en el diseño. Esto tiene implicaciones en la docencia, puesto que se privilegia "estar al día" en la siempre cambiante tecnología y se deja de lado la reflexión sobre el espacio que, en definitiva, es lo que diferencia al arquitecto de los profesionales de otras disciplinas.
[CNM]. Hoy en día, los profesores de arquitectura tienen un nivel de formación más alto: muchos de ellos cuentan con títulos de doctorado y varias maestrías; pero tienen poca experiencia práctica en diseño y construcción. Por otro lado, la historia y la teoría de la arquitectura han sido suprimidas o reducidas progresivamente en los planes de estudios. En la Universidad de los Andes, por ejemplo, ya no se dictan cursos de historia. Desde mi punto de vista, debería suceder lo contrario: así como se dictan diez talleres a lo largo de la carrera, cada uno de ellos con una duración aproximada de diez horas semanales, a los estudiantes también se les deberían ofrecer igual número de cursos de historia, con una duración similar. Esto les permitiría analizar y explicar el contexto social y cultural de las obras, de modo que no tengan que quedarse con datos y fechas aisladas que no contribuyen a su formación integral.
Colombia es un país con muchos arquitectos que, en su mayoría, tienen dificultades para encontrar trabajo y pasan a ser profesionales poco útiles para nuestra sociedad. Gran parte de los arquitectos se enfoca en comercializar su savoir-faire, con el fin de satisfacer los encargos de sus clientes; otros, que son una minoría, forman parte de una burocracia pública que tiende a desaparecer; pocos se dedican a la docencia.
Lorenzo Fonseca y Claudia Burgos en las oficinas de la Revista PROA, 2016.
Fuente: archivo personal de Lorenzo Fonseca.
[FVM]. En países como Colombia, la universidad debe encontrar un sentido que vaya mucho más allá de la simple formación de los profesionales que el gran capital necesita para mantener activo su aparato productivo. Las universidades se enfrentan a la necesidad de reconstituirse bajo la forma de centros de investigación y de experimentación de propuestas, métodos, procedimientos y objetos que contribuyan a mejorar la existencia individual y colectiva de la gente en las ciudades.
Se ha abierto un enorme ámbito de trabajo para que las universidades tengan un protagonismo esencial en la conducción de Colombia durante la pospandemia. El escenario actual demanda de la universidad una profunda revolución ideológica y procedimental que dinamice y potencie su capacidad de respuesta a estos requerimientos, desde todos los campos del conocimiento, con eficacia y eficiencia.
Antanas Mockus y Carlos Niño en el IV Congreso Internacional
de la Lengua Española celebrado en Cartagena de Indias, Colombia, en 2007.
Fuente: archivo personal de Carlos Niño.
Figura 15.
Fernando Viviescas frente a la maqueta del proyecto planteado bajo
su dirección (no construido)
para dotar a la Universidad Nacional de Colombia,
sede Bogotá, de un parque científico y tecnológico.
Fuente: archivo personal de Fernando Viviescas.
CONCLUSIONES
Al intentar identificar algún punto común entre las entrevistas publicadas en estas series, nos parece evidente que uno de los más importantes está relacionado con la imagen que cada arquitecto entrevistado ha forjado de sí a lo largo de su carrera, a saber, la de un "arquitecto-intelectual". Este concepto se relaciona con el análisis planteado por el historiador de la arquitectura Jean-Louis Cohen, que identifica los síntomas de la ruptura entre arquitectos e intelectuales en el medio francés a consecuencia de la crisis de 1968, tras el arribo fulgurante de la pluridisciplinariedad a las nuevas escuelas de arquitectura mientras la disciplina reconstruía lentamente su identidad y su sistema de relaciones con otras prácticas (Cohen, 2015)16.
En Colombia, los cambios introducidos desde finales de 1960 hasta inicios de 1980 en la enseñanza de esta disciplina parecen marcar una ruptura entre arquitectura, política y cultura, la cual se ha profundizado en el primer cuarto del siglo XXI con la absorción acelerada de nuevos discursos y herramientas digitales en la era de la globalización.
Al escuchar y leer los testimonios de los arquitectos que hemos entrevistado, emergen motivaciones personales y anhelos colectivos que contribuyeron a que aquella generación forjara una élite de nuevos "arquitectos-intelectuales". Fueron ellos quienes fundaron los primeros posgrados en arquitectura y urbanismo; además, propiciaron reflexiones y debates, que van más allá de los escenarios universitarios, sobre el papel de estas disciplinas en la construcción de la sociedad.
Nuestro interés por reconstruir fragmentos de esta etapa de la historia de la profesión en Colombia responde a tres de las preguntas que originaron el estudio sobre el caso francés, conducido por la socióloga Raymonde Moulin a principios de 1970, pero que podemos trasladar, medio siglo después, a nuestra actualidad nacional: ¿qué tipo de crisis afecta a la profesión de arquitecto?, ¿cuáles son los obstáculos —impuestos por los mismos arquitectos o por otros actores sociales— que los arquitectos que ejercen en cualquier campo (urbanismo, diseño, docencia, etc.) deben superar para recuperar o adquirir legitimidad en el escenario social?, ¿cuáles son las transformaciones que pueden esperarse en la reorganización de la profesión, si esta toma de conciencia produce acciones concretas? (Moulin et al., 1973).
Ante la evidente ausencia de estudios sobre las transformaciones que ha sufrido la profesión y su enseñanza en Colombia durante la época que nos interesa (desde mediados de 1960 hasta principios de 1980), las entrevistas presentadas revelan que el interés de los profesionales de las ciencias sociales en esta reflexión ha brillado por su ausencia, a pesar de ser necesaria la participación de sociólogos, antropólogos y economistas.
De hecho, una mirada a la arquitectura nacional y a su sistema desde la sociología francesa, es un referente que debe ser analizado a través de investigaciones más recientes. En efecto, la construcción de una "sociología de la arquitectura" constituye un campo que tiene sus raíces en Mayo del 6817 y, por extensión, en una tradición sociológica de la arquitectura que se debate entre la sociología del arte, la sociología de la profesiones y la sociología de la ciudad y del hábitat.
Para dar respuesta a la pregunta sobre si la arquitectura es un objeto de estudio de la sociología, Olivier Chadoin sugiere considerar al menos tres dimensiones. En primer lugar, es importante tener en cuenta el interés que reviste el estudio de la arquitectura y de los arquitectos para el conocimiento del espectro social; en segunda instancia, el interés social e histórico del conjunto de prácticas e individuos que moldean este medio profesional e intelectual alimentado por posiciones y estatus muy variados; por último, el uso de la sociología en el análisis de la arquitectura y, en particular, de su producción y recepción (Chadoin, 2021).
En última instancia, estas entrevistas nos llevan también a preguntarnos: ¿cuál es el lugar que hoy ocupa la arquitectura en la sociedad y en la cultura colombiana?
CONTRIBUCIONES Y AGRADECIMIENTOS Esta tercera serie de entrevistas ha sido desarrollada en el marco de la investigación que se presentará en Colombia, en 2024, junto con la exposición "Mai 68: l'architecture aussi"18 (que en su versión integral tuvo lugar en París en la Cité de l'architecture et du patrimoine). Los resultados de la investigación sobre el caso colombiano serán presentados como complemento de la exposición principal (traducida al español por Andrés Avila Gomez), y se titulará Ecos de Mayo del 68 en la enseñanza de la arquitectura en Colombia.19 Los autores de este trabajo han realizado las siguientes contribuciones: Andrés Avila Gómez, concepción del estudio y diseño experimental; David Vélez Santamaría y Andrés Avila Gómez, recolección, análisis de datos e interpretación de los resultados. Los autores declaran que no tienen conflictos de interés relevantes en relación con la investigación presentada por el Grupo de Investigación en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. |
Notas
1 Para facilitar la lectura se indicarán las siglas de los apellidos y los nombres de los participantes. En este caso, se trata de la sigla A+V (Avila + Vélez).
2 Compuesta originalmente por cuatro cartillas, el primer volumen de esta obra (atribuida a Juan Evangelista Quintana) fue publicado en 1930.
3 Inaugurado en 1959, este edificio de 25 pisos destinados a oficinas fue diseñado por Skidmore, Owings & Merrill, con el apoyo de Martínez Cárdenas & Cía., en Bogotá.
4 Situado en el barrio Quinta Mutis, el conjunto de edificios del colegio fue diseñado por Cuéllar Serrano Gómez.
5 Su nombre de pila era Ricardo Castro Duque.
6 En 1937 Pedro Nel Gómez ganó el concurso organizado por la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín para el diseño de su campus. Además, diseñó la primera fase del trazado gracias al mismo concurso de la Cooperativa de habitaciones Bolivariana, figura asociada a la nueva Universidad Católica Bolivariana, hoy Universidad Pontificia Bolivariana.
7 El beneficiado es el proceso por el cual se obtiene el grano de café verde a partir de la cereza. Existen varios métodos. El productor elegirá uno u otro en función de diferentes variables como la climatología, el tiempo, la inversión y los recursos.
8 La licence equivale a un pregrado en Colombia.
9 Este edificio fue diseñado por el arquitecto Paul Bigot (1870-1942) y se construyó durante la segunda mitad de 1920 en la rue Michelet.
10 Hoy es el Teresa Lozano Long Institute of Latin American Studies (LLILAS).
11 El primer trabajo fue: "El espacio urbano y sus posibilidades lúdicas en las ciudades colombianas. El caso de la comuna Nororiental de Medellín".
12 El Centro de Estudios del Hábitat Popular (CEHAP) fue creado en el marco del Programa de Estudios de Vivienda en América Latina (PEVAL).
13 Fonseca, L. (1983). Andrea Palladio. Cuadernos de arquitectura escala, 5.
14 Mi asombro con la modernidad urbana norteamericana me llevo a recorrer Boston, Búfalo, Toronto, Houston, Dallas, Austin y Nueva Orleans.
15 También visité otras grandes capitales: Roma, París, Madrid, Londres y Bruselas.
16 En este libro, Cohen retoma elementos del discurso del historiador de la arquitectura Sigfried Giedion (1888-1968) acerca de la querella entre arquitectos e ingenieros que tuvo lugar en el siglo XIX. Para Cohen, dicho episodio de ruptura marcó profundamente la delimitación de los saberes sobre los cuales unos y otros han operado desde entonces; además, ha condicionado la capacidad de los profesionales de la arquitectura para crear conexiones entre la arquitectura producida y la cultura de su respectiva época (Cohen, 2015).
17 En aquellos años, los trabajos de Henri Lefebvre y de Henri Raymond sobre la vida cotidiana y lo urbano fueron los primeros trabajos de sociólogos en ser ampliamente difundidos entre estudiantes de arquitectura.
18 Comisarios de la exposición original: Caroline Maniaque, Eléonore Marantz y Jean-Louis Violeau.
19 Investigadores principales: Andrés Avila Gómez y David Vélez Santamaría.
REFERENCIAS
Chadoin, O. (2021). Sociologie de i'architecture et des architectes. Editions Parentheses.
Cohen, J. (2015). La coupure entre architectes et intellectuels, ou les enseignements de l'italophilie. Mardaga
Moulin, R., Dubost, F., Gras, A., Lautman, J., Martinon, J. & Schnapper. (1973). Les architects: metamorphose d'une profession liberale. Calmann-Levy
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