https://doi.org/10.14718/RevArq.2023.25.4407


Historia, memoria e identidad:
una propuesta de recuperación histórica de los barrios populares en la ciudad de Bogotá.
El caso de la localidad de Chapinero

History, memory and identity:
a proposal for the historical recovery of popular neighborhoods in the city of Bogotá.
The case of the locality of Chapinero


Walter López-Borbón
Universidad Piloto de Colombia. Bogotá (Colombia)
Facultad de Arquitectura y Artes

Arquitecto, Universidad Piloto de Colombia. Bogotá (Colombia).
Doctor en Ciencias técnicas, Universidad Tecnológica de La Habana. José Antonio Echevarría, CUAJE. La Habana (Cuba).
https://scholar.google.pt/citations?user=OYFIJXcAAAAJ&hl=en
https://orcid.org/0000-0001-5447-9588
wlopez@unipiloto.edu.co.

Recibido: diciembre 06 / 2021
Evaluado: enero 17 /2022
Aceptado: septiembre 06 /2022


Para citar este artículo / to reference this article: López-Borbón, W. (2023). Historia, memoria e identidad: una propuesta de recuperación histórica de los barrios populares en la ciudad de Bogotá. El caso de la localidad de Chapinero. Revista de Arquitectura (Bogotá), 25(1), 83-97. https://doi.org/10.14718/RevArq.2023.25.4407



Resumen

Lograr una mirada integral del territorio, que incluya tanto la formalidad como la informalidad urbanas, no solo es una postura política y ética, sino que, de manera estrictamente objetiva, es la única posibilidad de comprender los diferentes procesos de poblamiento de las ciudades latinoamericanas y su accionar, así como la única forma de prever posibles tendencias futuras. Esto implica un trabajo mancomunado con las comunidades, con miras a una reconstrucción memorial de amplios sectores de la población. El presente artículo resume los principios teóricos, conceptuales e instrumentales en aras de proponer una metodología para la recuperación histórica de los barrios, su sistematización y su socialización. A partir de la crónica, de diferentes testimonios y de la contextualización de los hechos políticos y sociales, registrados simultáneamente, se elaboran líneas de tiempo que, enmarcadas en el diálogo de saberes, permitirán una nueva visión de la historia de la ciudad. Para su socialización se propone conformar una plataforma de libre acceso, denominada WikiBarrio, con el ánimo de garantizar la mayor y la mejor participación de las comunidades.

Palabras clave: informalidad urbana; participación; recuperación; WikiBarrio



Abstract

Achieving a comprehensive view of the territory, which includes both urban formality and informality, is not only a political and ethical stance, but also, in a strictly objective manner, the possibility of understanding the different population processes of Latin American cities and their actions, as well as prevent possible future trends. This implies a joint work with the communities forward to a memorial reconstruction of broad sectors of the population. This article summarizes the theoretical, conceptual and instrumental principles in order to propose a methodology for the historical recovery of neighborhoods, their systematization and socialization. From the chronicle, different testimonies and the contextualization of the political and social events recorded simultaneously, Time Lines are elaborated that, within the framework of the dialogue of knowledge, will allow a new vision of the history of the city. For its socialization, the creation of a free access platform called WikiBarrio is proposed, with the aim of guaranteeing the greatest and best participation of the communities.

Keywords: participation; recuperation; urban informality; WikiBarrio



Tabla de contenido

Introducción
Metodología
Resultados
Discusión
Conclusiones
Notas
Referencias



Introducción

El presente artículo da cuenta del avance de la investigación Wikibarrio, una herramienta digital para ciudades inteligentes, adelantada en el Programa de Arquitectura de la Universidad Piloto de Colombia, y que busca, en asocio al Archivo Distrital, crear una plataforma de libre acceso, capaz de recoger las historias barriales. Se piensa que, con una adecuada participación de los habitantes de los barrios y el aporte de la academia, se logrará una visión integral y múltiple del territorio consolidando la identidad de los diferentes grupos y ganando una visión en perspectiva de los procesos de consolidación social y urbana.

¿Quién cuenta la historia? Es una pregunta cuya respuesta determina la idea que se tiene de un grupo social, un acontecimiento o un territorio. Chimamanda Adichie, escritora nigeriana, advierte las posibles consecuencias en la entrevista "El peligro de una sola historia" (2009):

Es imposible hablar sobre la historia única sin hablar del poder. Hay una palabra del idioma igbo, [...] y es "nkali", un sustantivo cuya traducción es 'ser más grande que el otro'. Al igual que nuestros mundos económicos y políticos, las historias también se definen por el principio de nkali. Cómo se cuentan, quién las cuenta, cuándo se cuentan, cuántas historias son contadas, en verdad depende del poder. (Adichie, 2009, p. 9)

La visión del narrador, la participación de los protagonistas, la intención y utilidad de los relatos, han construido por mucho tiempo imágenes distorsionadas de amplios sectores de la población, lo que, sumado a las generalizaciones que tipifican conductas y comportamientos, termina por imponer modelos sociales y culturales.

Todos cuentan múltiples versiones, miradas e interpretaciones, y así lo plantean Carrillo et al. en Los otros también cuentan: elementos para la recuperación colectiva de la historia (1992). ¿Cómo se les explica a los niños españoles que la conquista del Nuevo Mundo costó la vida de más de sesenta millones de indígenas (Pacheco, 2002)? ¿O a los niños latinoamericanos que se puedan preguntar al respecto, por qué, después de ese genocidio, erigimos estatuas y nombramos plazas y calles en honor a los conquistadores? Algo de ello es lo que se expresa en la figura 1.

Figura 1. En América ya existían civilizaciones.

Fuente: elaboración propia (2022)© Copyright.


¿Qué se cuenta, en medio del escepticismo y los enunciados de la posmodernidad, como lo expone Josep Fontana en La historia después del fin de la historia? (1992) ¿La versión de los ganadores? Una historia que da soporte al "orden" establecido, que valida la inequidad, la injusticia y la dominación. Cada relato implica el reconocimiento de valores morales y sociales que el autor involucra muy a pesar de su supuesta objetividad. "¿Cómo verter en estos marcos, que presuponen la aceptación de la racionalidad del sistema establecido, y en especial de sus valores morales y sociales, una experiencia vital semejante?" (Fontana, 1992, p. 6).

¿Cómo se cuenta? ¿Qué se prioriza? ¿Quiénes son protagonistas? Una historia centrada en personajes ilustres —generalmente, hombres—, en acontecimientos memorables —casi siempre, batallas o victorias de unos grupos sobre otros—. La narración trae un saldo pedagógico, una enseñanza; de ahí su carga ideológica. De la historia de grandes sucesos a una centrada en las condiciones sociales de amplios sectores de la población hay un gran trecho; así lo presenta, de manera excepcional, Bertolt Brecht, en su poema Preguntas de un obrero que lee (1934).

¿Para qué, o para quiénes, se cuenta la Historia? En su artículo "Principios para la enseñanza de la Historia", Prats y Santacana (2001) afirman:

La Historia [...] es, más que la maestra de la vida como la definiera Heródoto, un conocimiento que suele utilizarse como justificación del presente. Vivimos en el seno de sociedades que utilizan la Historia para legitimar las acciones políticas, culturales y sociales. (p. 13)

Lo innovativo sería desde dónde se registra la Historia y la manera de enseñarla, no solo como una asignatura en las instituciones educativas, sino como un ejercicio permanente, que sirva para que las comunidades repiensen su quehacer y su futuro.

Entre lo formal y lo informal hay múltiples posibilidades de relación e integración, desde condiciones de alta autonomía, dependencia, causalidad, integración, complementariedad o competencia. Y a pesar de los esfuerzos, reales o supuestos, por parte del Estado, de lograr "el pleno empleo" o de "hacer a todos los ciudadanos propietarios", la informalidad en general, y la urbana en particular, se impone como tendencia; su reconocimiento, su tamaño y su presencia en la escena urbana y rural han llevado a la constitución de una forma de vida, producción, consumo y habitabilidad con rasgos y expresiones propios. Si bien se considera que el ideal es la formalización de las actividades económicas, sociales, culturales y urbanas, existe una fuerte resistencia a ello, dado el nivel de autonomía que representa el accionar desde la informalidad, según lo muestra la figura 2.

Figura 2. En la sombra. Informalidad por regiones (promedio de los porcentajes PIB).

Fuente: Medina y Schneider (2019, p. 36). Dominio público.


La inclusión y la equidad han estado presentes en la gran mayoría de las luchas urbanas de los diversos movimientos sociales a lo largo y ancho de Latinoamérica, y de los países en vías de desarrollo en general. En su artículo "La lucha por el reconocimiento y la inclusión en los barrios populares: la experiencia de los Comités de Tierras Urbanas", Andrés Antillano (2005) concluye:

Los barrios, resultados de la segregación espacial, también son consecuencia de la resistencia a esa segregación, de la lucha por el derecho a la ciudad, [...] Así que el reconocimiento e inclusión [...] supone la lucha por la democratización de la ciudad... desmantelar las barreras invisibles que delimitan una ciudad fragmentada [...], para construir una ciudad de ciudadanos. (p. 218)

Recuperar la historia de manera crítica e integral va por el mismo rumbo de la dignificación de los procesos de poblamiento que allí se dan, y que buscan reforzar las dinámicas y el tejido social que las sustentan.

Sistematizar y socializar la historia no es solo un ejercicio de comunicación y reversión de la información: se trata, además, de la transformación de estrategias didácticas convencionales y de nuevas reflexiones pedagógicas, con el propósito de lograr una reconstrucción conjunta del conocimiento de la historia, tanto en el marco del "diálogo de saberes" como bajo el precepto de que los resultados aportados por los estudiantes y las comunidades son creativos y propositivos.


Metodología

Para lograr el objetivo de la presente investigación, se precisa una mirada integral y múltiple del territorio mediante diversas estrategias de acceso a la información. Los testimonios y las crónicas urbanas, aportadas desde agentes comunitarios y académicos, funcionarios y particulares, permitieron construir una línea de tiempo que refleja el proceso urbano, y su contexto local y nacional.

Entre los diversos recursos que son necesarios para lograr el objetivo propuesto —que es la recuperación histórica de los barrios de origen informal— se encuentra el relato, el cual, según Todorov (1970), requiere establecer un sentido, si se lo entiende, a su vez, como la correlación del elemento escogido con otros similares y con la totalidad, y una interpretación, o contexto, referido al espíritu de la época. Así, el relato no solo es un discurso, sino que, involucrando diferentes personajes, determina varios tiempos —usualmente, simultáneos—. Las repeticiones, la presencia de microrrelatos que se combinan y las referencias a los mitos sociales conllevan permanecer en un borde entre la verosimilitud y la ficción.

También está la crónica, donde el orden de los sucesos es fundamental, y que, si bien se acerca al periodismo, ofrece un goce estético y literario que trasciende la intención de informar y se presta para la interpretación (Mesa, 2006). En la crónica son clave la claridad, la sencillez y la precisión del lenguaje, dado que se trata de informar literariamente.

Si bien los dos géneros mencionados se basan en la escritura, el trabajo parte de la historia oral y bajo el supuesto de que era el modo más apropiado de interlocutar con los líderes y los pobladores de los barrios. El uso de la palabra en comunidades que son fundamentalmente gestuales y verbales está soportado por varios autores, como Ronald Fraser (1993), David Mariezkurrena Iturmendi (2008) y Fabio Castro Bueno (2004).

Una vez obtenidos los relatos o las crónicas, y consultadas las fuentes primarias, se trabajaron fuentes secundarias a manera de soportes históricos, y así se construyó el mayor y mejor contexto posible para superar una visión micro y entender el accionar de los pobladores en medio de coyunturas y los condicionamientos estructurales. El manejo de las fuentes cartográficas, fotográficas, catastrales, geográficas, jurídicas y demográficas, entre otras, complementadas con el trabajo etnográfico, dan como resultado una visión integral del poblamiento y del papel que juegan los diferentes agentes involucrados.

Es necesario establecerse en el contexto de la ciudad de Bogotá y el caso objeto de estudio: la localidad de Chapinero. Datos aportados por Camargo y Hurtado (2013), Torres y Rincón (2011), Walter López (2018) y la Secretaría Distrital de Planeación (SDP) (2019) arrojan el siguiente panorama: la tercera parte de la ciudad está ocupada por barrios de origen informal. Se trata de más de 2 millones de habitantes: casi la cuarta parte de la población de la ciudad. De los 2.344 barrios de Bogotá, el 65,4 % (un total de 1.532) son informales, aunque en la relación suministrada por la SDP se refieren 1.860, según lo muestra la figura 3. En cuanto a la localidad de Chapinero, se tuvieron en cuenta tres criterios para su selección: la proximidad a la sede de la universidad, el número de barrios de origen informal en sus predios (17) y la tradición de trabajo de Proyección Social, del Programa de Arquitectura, en varios de estos asentamientos.

Figura 3. Áreas informales y localidades.

Fuente: Gerencia Operación Nuevo Usme, según información SDP (2006). Dominio público.


Chapinero presenta algunas condiciones que reforzaron la decisión de adelantar allí una experiencia piloto: primero, su localización estratégica en relación con el centro de la ciudad; segundo, una mezcla de estratos que llevan varias décadas de convivencia, pero han venido presentando algunos casos de gentrificación; tercero, de los 50 barrios de la localidad, 17 son informales, lo que corresponde al 34 %.

Otros datos que pueden ser útiles: la localidad tiene un área de 3.800 ha; el 29 % de ellas corresponden a suelo urbano, y el 71 %, a suelo rural. Chapinero no cuenta con áreas de expansión o de futuro desarrollo; está constituida por cinco Unidades de Planeamiento Zonal (UPZ): dos de ellas son clasificadas como comerciales (Chicó Lago y Chapinero); una, como residencial cualificada (El Refugio); una, como residencial consolidada (Pardo Rubio), y otra, (San Isidro Patios) como residencial de urbanización incompleta1. A estas dos últimas pertenecen los barrios de origen informal (Secretaría Distrital de Planeación, 2017). En la tabla 1 se muestran algunos datos de los barrios en mención.

Tabla 1. Información sobre los barrios de origen informal en la localidad de Chapinero.

Fuente: elaboración propia, con base en datos de la Dirección de Legalización y Mejoramiento de Barrios (2019). Dominio público.


A efectos de complementar las fuentes primarias, se consultaron bases de datos de varias bibliotecas y repositorios de algunas universidades, y así se encontraron 97 títulos sobre la localidad y los barrios de origen informal.

Llaman la atención los trabajos sobre la recuperación de la historia de los barrios Bogotá Historia Común: una iniciativa del entonces Departamento de Acción Comunal Distrital, y hoy Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal (IDPAC), que convocó a un concurso de historias barriales, de los cuales existen las correspondientes publicaciones (Salas, et al., 1998). En total, se recibieron más de 400 historias, y las ganadoras fueron publicadas. Otros materiales que han sido de gran importancia para esta investigación son el libro Los años del Cambio: historia urbana de Bogotá 1820-1910, de Germán Mejía Pavony (2000), y Atlas histórico de barrios de Bogotá 1884-1954, del mismo autor, con Colón y Mejía (2019). De igual manera, se han publicado dos atlas históricos de Bogotá: uno de 1538 a 1910 (2004), y otro, de 1911 a 1948, de la Alcaldía de Bogotá (2006), con información muy completa del proceso de poblamiento de la ciudad, pero escasa en el tema de informalidad urbana.

La meta es generar una cartilla por barrio, con el propósito de obtener una nueva versión de la historia de la localidad de Chapinero, y a largo plazo, de toda la ciudad, donde se integrarán los desarrollos formales e informales, la entrevista y la línea de tiempo de cada barrio, así como testimonios con personas de la tercera edad, relatos de jóvenes y dibujos de niños. Todo este material hará parte de la plataforma WikiBarrio2.

Para tener una base de información consistente e institucional, se consultó el material más reciente de la SDP (2017); es necesario aclarar que, en algunos temas en particular, dicho material no logra hacer mayor aporte. En el caso de la fecha del origen de los asentamientos, los barrios formales cuentan con la expedición de la correspondiente licencia urbanística, mientras que de los barrios informales se tiene la resolución de legalización, y que se presentan diferencias de años —y hasta décadas— entre la ocupación de los terrenos y el acto administrativo, lo que deja información por completar. Tampoco hay datos sobre los procesos de urbanización ni sobre las organizaciones sociales.

Dada la actual situación de presión inmobiliaria frente a la escasez de tierra para futuros desarrollos y, por ende, los al parecer imparables procesos de gentrificación, se consultó a autores como: Martim Smolka (2003), en cuya obra hay significativos aportes para avanzar en el tema del mercado informal del suelo; el investigador brasilero Pedro Abramo, en cuya obra El mercado del suelo informal en favelas (2008) se reconocen lógicas de inversión y recuperación de esta en los asentamientos populares, y Clichevsky, quien en Informalidad y segregación urbana en América Latina: una aproximación (2000) logra una mirada integral a dichos procesos de urbanización.

Se trata de cruzar la información obtenida en el trabajo con las comunidades, enmarcado en la recuperación histórica (crónicas y relatos con datos producto de la reconstrucción del contexto local y nacional), para evidenciar la estrecha relación entre los desarrollos formales y los informales en la construcción social del territorio3.

Para complementar el trabajo de campo y la revisión bibliográfica, se hicieron entrevistas a expertos tanto en temas de historia de la ciudad como, en algunos casos, de informalidad urbana y de trabajo con comunidades: Hernando Gómez, Jairo Chaparro, Carlos Niño, Alfonso Torres, Germán Mejía y Fabio Zambrano. Estos aportaron recomendaciones metodológicas, bibliográficas y contactos con otros investigadores, lo cual amplió el panorama inicial y complementó el marco teórico y referencial.


Resultados

La historia de la informalidad urbana está por escribirse; su desatención, su desconocimiento y su subvaloración han impedido tener una visión integral y completa del poblamiento de la ciudad. Uno de los primeros resultados de este trabajo es la confirmación de la diferencia entre la fecha de origen de los asentamientos proporcionada por las comunidades y la registrada en las carpetas de soporte de la SDP: un promedio de más de 20 años; un dato fundamental, si se quiere entender el estado de consolidación o deterioro de cada uno de los barrios, tal cual se expresa en la tabla 2. Otro tanto sucede con el tiempo trascurrido entre la ocupación del terreno y la legalización: un promedio de más de cuatro décadas. Esta información afecta la historia de la ciudad, muestra otro panorama. Se trata no solo de datos, sino de referencias a conceptos y criterios (Galin, 1991), que, al no estar establecidos ni evidenciados, afectan las posibilidades de contar con una planificación acorde a la realidad de la ciudad. En 2003, el autor publicó Origen de la informalidad urbana en Bogotá, años cincuenta (López, 2003), donde se afirma que, si bien la informalidad urbana había sido una constante en el desarrollo de la ciudad, fue en los años cincuenta del siglo XX cuando esta se constituyó en el principal medio para acceder a la vivienda por parte de los sectores más pobres de la ciudad. Estas indagaciones y el trabajo adelantado con la arquitecta María Angélica Camargo, en la Universidad Piloto de Colombia, dieron los resultados que se muestran en la tabla 3.

Tabla 2. Localidad de Chapinero. Barrios de origen informal.

Fuente: elaboración propia (2022)© Copyright.


Tabla 3. Barrios de origen informal por décadas.

Fuente: elaboración propia, con base en información de la SDP (2022). Dominio público.


Si bien el antecedente más temprano de la informalidad urbana está en la década de 1930, se hallaron los siguientes datos sobre la legalización: en el decenio de 1950 hubo las primeras legalizaciones (en la localidad de Suba, sucedieron en 1952; en la de Tunjuelito, en 1954; en la de Puente Aranda, en 1955, y en la de San Cristóbal, en 1956); en el decenio de 1960, en las localidades de Usaquén, Bosa, Usme, Engativá, Rafael Uribe Uribe y Ciudad Bolívar, y en la de Fontibón, en 1963; en el decenio de 1970, en la localidad de Kennedy (1977); en el decenio de 1980, en las localidades de Chapinero, Barrios Unidos y Teusaquillo, y en el decenio de 1990, en las de Antonio Nariño (en Los Mártires, en 1991, y en Santa Fe, en 1993). La informalidad no se originó en los años cincuenta del siglo XX, pero sí se la reconoció en el ámbito institucional durante esa década, lo que inició un importante número de políticas públicas, planes, programas y proyectos que ameritan otra reflexión alrededor de los procesos de consolidación.

La historia local deberá ser reescrita. La línea de tiempo que incluye los dos tipos de asentamientos —los formales y los informales— nos muestra otro panorama frente a la versión convencional dada solo desde la institucionalidad. Las tendencias de ocupación del suelo, la cobertura de los servicios públicos, el gran debate en torno a la Avenida Circunvalar dado que su trazado afectaba un número importante de los barrios de origen informal de la localidad y, recientemente, la Sentencia de la Corte Constitucional que estableció definitivamente el límite superior de ocupación en los cerros orientales brindan un panorama nunca visto. Se resaltan los siguientes acontecimientos: en 1875 se construyeron el templo de Nuestra Señora de Lourdes y las primeras casaquintas; en 1884 llegó la primera línea del tranvía, y en 1920, el trazado de la avenida Chile; en 1948, familias de altos ingresos se desplazaron de Teusaquillo a Chapinero; en 1953 empezó la construcción del Hospital Militar; en 1991, la calle 72 se convirtió en el centro comercial y financiero de la ciudad, y en 1972 nació la Alcaldía Local de Chapinero, tal como se ve en la figura 4 (en la página siguiente).

Figura 4. Línea de tiempo de la localidad de Chapinero.

Fuente: elaboración propia (2021)© Copyright.


Para la recuperación de las historias, se aplicó en todos los barrios una entrevista que recogió el proceso de consolidación, y se produjo una línea de tiempo de cada asentamiento. Se presenta como ejemplo la del barrio Juan XXIII, de donde cabe resaltar: la llegada de los primeros pobladores, en 1955; en 1965, el acceso informal a la energía y al acueducto; en 1975, la creación de la Junta de Acción Comunal; en 1981, la construcción de la avenida de Los Cerros; en 1983, la legalización del servicio de energía; en 1989, la legalización del barrio; en 1990, las primeras escrituras; en 1991, la formalización del acueducto; en 1999, la pintura del barrio, y en el 2000, la acometida del gas. Todo ello se expresa en la figura 5 (en la página 92).

Figura 5. Línea de tiempo del barrio Juan XXIII.

Fuente: elaboración propia (2021)© Copyright.


En las diferentes entrevistas hechas a los líderes de los barrios se encontró una permanente referencia a las historias familiares, un trenzado entre lo individual y lo colectivo, con el ánimo de facilitar el ejercicio de recordar fechas y periodos. Ello, a pesar de las advertencias que hace Beatriz Sarlo (2007) "[...] alrededor de la validez y la confiabilidad de la primera persona como forma de abordaje. Se interroga sobre la legitimidad del testimonio autobiográfico y advierte sobre la necesidad de tomar distancia crítica para reconstruir el tiempo pasado" (p. 246), y reconociendo el inevitable aporte del "Yo viví", y de la manera como la reconstrucción histórica logra estructurar un relato colectivo. Otro tanto aporta Ariel Gravano, en su Antropología de lo barrial, donde se reconoce al barrio no solo como un paisaje urbano, sino como un espacio simbólico e ideológico, donde se construyen identidades a partir de experiencias colectivas (Gravano, 2003). Y en el plano local, en Identidades barriales y subjetividades colectivas en Santafé de Bogotá, Alfonso Torres Carrillo (1999) afirma:

[...] se les sigue abordando (a los barrios) —desde cierto romanticismo— como entidades puras ajenas a toda influencia externa, o se les niega toda identidad propia o relevancia analítica, desde quienes reivindican la creciente a la metropolización y desterritorialización de los fenómenos urbanos. (p. 20)


Discusión

Todo el trabajo está enmarcado en la denominada construcción social del territorio, entendido como un producto consciente por parte de las comunidades entre su trajinar de la dependencia, el paternalismo y la demanda de atención por parte de la corresponsabilidad y la gobernanza, y la cada vez mayor cantidad de actos que dan cuenta del propósito de la inclusión, la equidad y la justicia que se buscan en medio de las luchas urbanas (Valle, 2012). De lo que se trata es de la territorialización del accionar de las comunidades, del arraigo y la pertenencia que genera la autoconstrucción de nuevas geografías, donde la identificación y la representación colectivas le dan paso a la dignificación del ser y estar en el barrio popular (Rodríguez Valbuena, 2011).

Una de las constantes en la recuperación de las historias barriales es el paso permanente de las sobrevivencias individuales a la subsistencia colectiva, pues si bien se da un trabajo simultáneo que busca resolver de manera conjunta los servicios básicos y condiciones como la accesibilidad, la seguridad y la convivencia, se trata también de lograr un cobijo mínimo para la familia, a través de la estrecha solidaridad y la fraternidad entre vecinos. Es un ideario soportado por algunos autores como Raskovan (1987), Moguel Viveros y Moreno Andrade (2005) y Hintze (2004).

Esta forma de hacer ciudad genera otro tipo de ciudadano, donde la corresponsabilidad se va constituyendo en el mecanismo mediador por excelencia; ya no se trata de políticos de turno que ofrecen mejorar las condiciones de habitabilidad "a cuentagotas": Jiménez-Pacheco lo anuncia: "Así, el derecho a la ciudad puede ser un riquísimo aglutinante no sólo de la academia con los fenómenos urbanos, sino de las diferentes luchas en la ciudad" (Jiménez-Pacheco, 2018, p. 2). Y por su parte, Carlos Mario Yory (s. f.) afirma:

La CSH (Construcción Social del Hábitat) no es un asunto sólo de los pobres que, ante la incapacidad del Estado para atender sus necesidades, se ven obligados a satisfacerlas por ellos mismos; tampoco es un asunto exclusivo de los constructores de nuevos asentamientos quienes, en el mejor de los casos y, por una u otra razón, asumen, por fin, la responsabilidad social que comporta el diseño de nuevos desarrollos habitacionales incorporando la misma a través de una, en cualquier caso, deseable planeación participativa. (p. 71)

El trabajo desarrollado parte del principio de que los procesos de poblamiento no solo son el resultado de la relación mercantil entre oferta y demanda, y que —sobre todo, en los casos donde hace presencia la informalidad urbana— se deben contextualizar los hechos políticos,sociales, económicos y culturales que sirvieron de móviles en la toma de decisiones de los pobladores (Zambrano & Bernard, 1993). Desde consideraciones macroeconómicas, globales, regionales, nacionales y locales, se definen las determinantes y las variables para la conformación de las ciudades y sus entornos mediatos e inmediatos (Gouëset, 2018).

Para poder avanzar en el tema de la inclusión física, normativa y jurídica de los barrios de origen informal, es necesario tener claras algunas particularidades de sus procesos de poblamiento. En el trabajo previo al guion del Museo de la Ciudad Autoconstruida, Jairo Chaparro habla de cuatro categorías a ese respecto, de acuerdo con el origen: urbanización pirata, acuerdo con patronos, invasión y autoconstrucción dirigida. Otro tanto se podría establecer cuando los asentamientos reciben acompañamiento permanente por parte de organizaciones bien sea políticas, religiosas, estatales o privadas, o si mantienen su independencia, lo que López denominará "asistidos o autónomos" (López, 2017). Y por último, la clasificación que hace referencia a temas de localización, antigüedad, tamaño, topografía, y al estado de consolidación (López, 2018). Lograr estas caracterizaciones es imprescindible para obtener una visión amplia y completa del poblamiento del territorio.

Si bien es necesario establecer las particularidades de cada asentamiento, también se deben reconocer las similitudes; sobre todo, en el contexto latinoamericano. Un referente adecuado de esto es el trabajo de Figueroa (2003):

Se presentan en él estudios de caso, completos o parciales, de 19 ciudades: dos de Europa, seis de África, seis de América del Sur y una del Norte, y cuatro de Asia. [...] los modos de vida a través de estrategias residenciales contienen, de una ciudad a otra, más elementos en común que lo que en principio se hubiera podido suponer: poca relación entre localización del empleo y localización de vivienda; uniformidad en los barrios de acuerdo con características socioeconómicas comunes; creciente periferización de los sectores de bajos ingresos más preocupados del valor de la vivienda que de los gastos de viaje; existencia de verdaderos mapas de redes sociales, a veces más prácticos e importantes que los criterios económicos de la localización. (p. 140)

Comparaciones de este tipo posibilitan establecer diferenciales por asentamiento, y la posibilidad de proponer áreas o corredores de intervención, con la idea de generar integraciones entre lo formal y lo informal.

Como resultado de lo anterior, se puede avanzar en la clasificación de los barrios estudiados, por ejemplo, en temas de origen: uno de "invasión", como el Juan XXIII; los primeros de "acuerdo con patrones", que, por lo general, coinciden con los asentamientos anteriores a 1950, y los demás, en el grupo de "urbanización pirata". Al estar todos en una localización común, con topografías similares, la diferencia vendría dada por el año de origen y su tamaño, para así poder acercarse a su nivel de consolidación. Se tendrían inicialmente tres grupos: los barrios originales, entre 1920 y 1950, como Mariscal Sucre, Bosque Calderón, Villas del Cerro, Paraíso y San Isidro; los posteriores a 1950, como Juan XXIII, Nueva Granada, Pardo Rubio y San Martín de Porres, y los más recientes y no legalizados, posteriores a 1970, como San Luis, Bosques de Bella Vista, Sureña, Esperanza, Villas del Cerro y Villa Anita (Chaparro et al., 1997). En el mapa de la figura 6 se ven los barrios informales de la localidad.

Figura 6. Plano de Chapinero y de sus barrios de origen informal.

Fuente: elaboración propia (2022)© Copyright.


La condición de segregación social y espacial de los barrios estudiados es muy particular por su localización, a minutos de importantes vías y del centro de Chapinero, junto con el hecho de estar entremezclados con barrios formales de estratos medios y altos. En el marco de los trabajos adelantados en la Universidad Piloto, se tiene, en relación con esta temática, el proyecto de investigación de la Maestría de Gestión Urbana, del docente Julián Ruiz (2014). Clichevsky (2000) refiere, en igual sentido:

Ello (la segregación) se relaciona con el crecimiento de la magnitud y tipos de informalidad en las ciudades, producto del aumento de la desocupación, los bajos ingresos y la agudización de su histórica desigual distribución, así como el estancamiento de la actividad económica latinoamericana. [...] la certeza del creciente fenómeno de pauperización de los sectores medios de la población, a quienes cada vez les resulta más difícil acceder a tierra urbana y vivienda a través del mercado formal, coloca a la cuestión en tema importante a debatir y a actuar sobre ella. (p. 5)

Se podría hablar de cinco etapas en los procesos de consolidación de los barrios populares, soportado ello por el trabajo que a lo largo de cuatro décadas se ha venido adelantando, y por la reciente recuperación de las historias barriales:

• Etapa inicial de ocupación de los predios y consecución de los servicios básicos, así sea de manera ilegal.

• Desarrollo de las viviendas, adecuación del espacio público y consecución inicial de los equipamientos.

• Legalización del barrio, acompañada usualmente por procesos de escrituración.

• Complementación del espacio público y de los equipamientos; promedio de tres pisos por vivienda.

• Una última y más reciente, de deterioro físico y, en ocasiones, social.

No todas las mencionadas son consecutivas, y algunas son simultáneas, en un promedio de 20 años, donde son metas importantes la legalización del asentamiento y la seguridad en la tenencia.

La presencia del autor por dos décadas en este sector de la ciudad permitió acompañar un desafortunado proceso de expulsión, con el antecedente de la desaparición del barrio Luis Alberto Vega y la presencia de constructoras desarrollando emprendimientos de vivienda multifamiliar para estratos altos; una agencia bancaria inició la compra indiscriminada de predios en el barrio Los Olivos, y presionando con cortes de servicios y demolición de las viviendas adquiridas sin recoger los escombros. Ante esta situación, y tras una declaratoria de emergencia por parte del burgomaestre local, la Alcaldía Mayor expropió a las familias que quedaban y a la agencia bancaria.

Para el ejercicio propuesto, la memoria juega un papel definitivo. Y ello implica una cierta cultura frente al registro de los hechos y la confrontación de lo que se ha dado en llamar la territorialización de la memoria (Ospina, 2011). A partir de la triada memoria-territorio-identidad, se establece —y en este caso, se restablece— la relación tiempo-espacio revalorando las hasta ahora conocidas como disciplinas independientes, que son la historia y la geografía, en escenarios dinámicos y colectivamente apropiados; esto, si se quiere superar la dualidad dada entre la llamada "memoria oficial" y las "memorias subterráneas" (Aparicio, 2013); situación evidente entre las versiones oficiales, si se logra mencionarlas, y la de los pobladores de los barrios, con el trazado y la construcción de la avenida de Los Cerros, o Circunvalar. Para unos, adeptos a la versión oficial, una necesidad inaplazable de acceso al centro de la ciudad; para otros, una estrategia de desalojo y recuperación de tierras.

Dado un territorio y construido un relato, una mirada crítica y renovadora de la manera como se forjó ese nuevo paisaje, debe tenerse en ciernes una identidad, no solo como expresión que hace de cada individuo un miembro de un grupo específico, sino como colectivo que ha vivido una experiencia trascendental e irrepetible; optar por autoconstruir un barrio completo, sin contar con los recursos ni el conocimiento, sino, si acaso, algunas referencias rurales de resolución del hábitat, y contra todo el orden establecido, es un acto político y cultural.

De lo que se trata, más allá de reconstruir historias y de ejercicios de memoria, es de lograr maximizar la pertenencia y el arraigo respecto al territorio en un mundo globalizado, donde cada día importa menos dónde se reside o dónde se labora. El entramado de tejidos sociales, se supone, salva cualquier distancia; eslogan más para sectores medios y altos de profesionales que para grupos poblacionales a los que les ha costado varias generaciones acceder a la tierra y, en este caso, a la ciudad. Aquí no hay espacio para la ambigüedad: se tiene o no se tiene la pertenencia a un lugar (Aínsa, 2014), la referencia a un territorio, como si se tratase de una transculturalidad geográfica, un escepticismo territorial de millones de desplazados que con el desalojo han perdido sus tradiciones, sus valores y sus esperanzas.

Dado que se trata de una experiencia pedagógica, donde se parte de la sistematización de unos hechos, su registro y su socialización, los medios empleados con tal fin son definitivos. El carácter didáctico de los grafismos, la cercanía de los gestos y las palabras, los recorridos por el territorio, las referencias personales, familiares y grupales, la reconstrucción de imágenes y la definición de etapas o momentos facilitarán una visión de conjunto de la experiencia vivida, y darán como resultado una visión más positiva y propositiva.

El Museo de la Ciudad Autoconstruida es una iniciativa de la ciudad de Bogotá, en cabeza del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, y que se enmarca en lo que hoy se conoce como museos comunitarios (Guevara, 2001), espacios para defender el territorio.

Escoger un modelo tipo Wiki para la difusión de los resultados de la recuperación tiene varias razones: es una herramienta de trabajo colaborativo y de aporte grupal que se alimenta, en especial, de aportes anónimos y, en este caso, vivenciales (Montenegro & Pujol, 2010), pero, a su vez, presenta otras condiciones y retos: se debe contar con una mínima curaduría del material aportado, si bien quedan por resolver asuntos como los derechos de autor y la calidad y la verisimilitud de la información. De igual forma, esta opción encaja muy bien en el propósito de adelantar, por una parte, iniciativas de investigación-acción participativa, dado que se tiene previsto realizar, con la Facultad de Sistemas de la Universidad Piloto, ejercicios de diagnósticos urbanos participativos, por medio del uso de Block and Block y de Minecraft; por otra, da cuenta del paso de procesos convencionales de enseñanza a los de aprendizaje (Hervás, 2020). Acompañando WikiBarrio, se produce una cartilla por barrio con la historia ajustada de la localidad de Chapinero, la entrevista de cada barrio, la línea de tiempo, la cartografía, los testimonios de adultos mayores y los escritos de algunos jóvenes. Un excelente trabajo de referencia es la cartilla Almanaque Agroecológico Nazareth, de Molina et al. (2016), que registra la historia de una vereda de la localidad de Sumapaz, a partir de los relatos, los testimonios y las crónicas de sus pobladores.


Conclusiones

Solo una geografía y una historia que den cuenta de un espacio-tiempo compartidos ofrecerán la posibilidad de comprender los hasta ahora particulares procesos de poblamiento, y brindarán la oportunidad de establecer escenarios de inclusión y equidad. La historia oficial de ciudades como Bogotá se va acercando a reconocer realidades y circunstancias inevitables, y para nada marginales o eventuales. Los diversos tipos de informalidad han sido, cada vez más, motivo de estudios y reflexiones, pero las cartografías y los estudios demográficos aún les son esquivos. No tener las fechas precisas de los asentamientos informales, ni las de sus procesos y sus actuales estados, desdice mucho de los ejercicios de planeación realizados y de las predicciones a futuro.

Para comprender de manera integral y completa el desarrollo urbano de nuestras ciudades, es inevitable incluir la historia de los asentamientos de origen informal, ya que ellos representan una continuidad en el tiempo, un número representativo de barrios y una incidencia altamente significativa en la atención al déficit cuantitativo y en la actuación sobre el déficit cualitativo. La oferta de vivienda en arrendamiento de los barrios populares es muy representativa: más de la mitad de la población vive en esta modalidad, y es evidente que, para muchos inquilinos, el problema fundamental pasa más por garantizar un ingreso adecuado y permanente que por acceder a vivienda propia. Entre otras, porque si se sigue con la idea de algún día cubrir el déficit cuantitativo, la ciudad se quedaría con un número significativo de stock de vivienda subutilizado.

Conceptos como territorio y territorialización van marcando, en las nuevas generaciones y en los barrios consolidados de la ciudad, un carácter sociocultural y ambiental que ha llegado a significar una identidad propia y diferencial frente a las "soluciones" formales. El barrio popular, con su mezcla intensiva de usos, con sus patrones de diseño urbano y arquitectónico y, sobre todo, con sus tejidos sociales que posibilitan pasar de la sobrevivencia individual a la subsistencia colectiva, viene siendo remplazado por conjuntos multifamiliares cerrados y dispersos, con áreas mínimas por vivienda y unas zonas comunes poco apropiadas y menos apropiables; van dándole paso a un nuevo pobre, no por su condición socioeconómica, sino por la precariedad de su vida social y cultural.

El uso, la trasformación y el sostenimiento de las áreas urbanas informales van confirmando la estrecha relación entre corresponsabilidad y un nuevo ciudadano activo, crítico y propositivo. Hacer parte de un proceso de urbanización informal es haber tenido la oportunidad de participar en una "gesta urbana", entre la resistencia y la falta de posibilidades. El ciudadano que crece en un barrio popular tiene otra lectura de la ciudad, de sus inequidades y de sus potencialidades. El costo político, social y económico que se pagó por la opción de la autoconstrucción es alto, y no necesariamente debe perdurar por siempre. Ahora, en la mayoría de los asentamientos, la distancia entre la consolidación y el deterioro es cada vez menor, y serán necesarias otras políticas, planes, otros programas y otros proyectos que garanticen procesos sostenibles y continuos en el tiempo.

La participación se constituye en la forma más apropiada y eficaz para garantizar la sostenibilidad de los procesos. La inversión en Programas de Mejoramiento Integral de Barrios es escasa, discontinua y dispersa; si se compara con lo que invierten los pobladores, la diferencia es sustancial. Lo que se requiere es un claro y permanente acompañamiento técnico y social que garantice la aplicación de estándares básicos de habitabilidad, y que promueva una densificación responsable donde, en paralelo con el crecimiento de las viviendas en altura, se den lineamientos e inversiones en el espacio público, en equipamientos y en atención al medioambiente. Se confirmó que en aquellas intervenciones donde la participación de la comunidad fue clara desde el inicio, con incidencia en la toma de decisiones, seguimiento a la inversión y a las obras, la sostenibilidad de los proyectos era más evidente, y el actuar de las comunidades encajaba en consideraciones de corresponsabilidad.

La sostenibilidad es y debe ser un tema no solo ambiental, sino político, económico, social y cultural. Es evidente que un modelo basado en el consumo y la inequitativa distribución de los recursos no puede conducir a la sostenibilidad ni a la armonía con el medio y el contexto en general, donde permanentemente priman la competencia y el individualismo, en contraposición a la cooperación y la solidaridad. Deben promoverse grupos o asentamientos autónomos, con posiciones críticas frente a su pasado, su presente y sus posibilidades a futuro. Ya no se trata de cooptar los sectores informales de la ciudad y darles tratamiento de "ciudadanos de segunda", sino de reconocerlos en la diferencia, aprender de sus potencialidades y buscar políticas públicas que integren sectores formales e informales.

La recomposición social y urbana del territorio es una herramienta que parte del reconocimiento de las preexistencias sociales, culturales y físicas en los territorios, para que se fortalezcan y se promuevan las redes sociales, que son la única garantía de continuidad y sostenibilidad de los procesos. Pensar que son solo los profesionales y los expertos los llamados a "ordenar" el territorio es partir de dos premisas falsas: una, que los territorios siempre están desordenados, lo cual no es cierto, pues en muchos casos presentan otro orden; y dos, que no hay sino un conocimiento, el formal, que, entre otras, no ha dado muestras de resolver algunos temas básicos, como la seguridad alimentaria, el empleo o el acceso al agua potable.

Todo lo expuesto se halla en el marco de la construcción y reconstrucción social del territorio, entendida no solo en su acepción de quehacer material, sino cubriendo un amplio espectro que va desde la concepción, la representación, el diseño, el uso, la apropiación y la trasformación de los espacios, que serán, con su aprensión cultural, territorios. Se habla de reconstrucción, dadas las actuales condiciones de desplazamiento, desalojo y desterritorialización por las que siguen pasando la ciudad, el país y el planeta en general. Solo bajo la integralidad, la equidad y la justicia social se podrá tener un hábitat a la altura de las condiciones que merecen las nuevas generaciones.



Notas

1 Las Unidades de Planeamiento Zonal (UPZ) están definidas en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) como sectores de características urbanas similares.

2 WikiBarrio es una plataforma de libre acceso para recuperar las historias barriales. Es una iniciativa de Proyección Social, del Programa de Arquitectura de la Universidad Piloto, en alianza con el Archivo Distrital.

3 La construcción social del territorio es el actual énfasis que, de manera trasversal, se implementa en la Universidad Piloto y que busca explicar la conformación de áreas tanto urbanas como rurales, a partir de las dinámicas sociales.



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