https://doi.org/10.14718/RevArq.2022.24.1.2863
Joely Ariagny Sulbarán-Sandoval
Rafael Humberto Rangel-Rojas
Alejandro Jesús Guerrero-Torrenegra
Joely Ariagny Sulbarán-Sandoval
Arquitecta, Universidad del Zulia, Maracaibo (República Bolivariana de Venezuela).
Doctorada en Arquitectura, Universidad del Zulia.
M.Sc en Gerencia de Proyectos de Construcción. Profesora, Facultad de Arquitectura y Diseño, Universidad del Zulia.
https://scholar.google.com/citations?user=roa0__4AAAAJ&hl=es
https://orcid.org/0000-0002-9752-0648
joely.sulbaran@fad.luz.edu.ve
Rafael Humberto Rangel-Rojas
Arquitecto, Universidad del Zulia, Maracaibo (República Bolivariana de Venezuela).
M.Sc en Gerencia de Proyectos de Construcción.
Profesor, Facultad de Arquitectura y Diseño, Universidad del Zulia.
https://scholar.google.com/citations?user=roa0__4AAAA)&hl
https://orcid.org/0000-0002-3522-8481
leafarangel.arquitectura@gmail.com
Alejandro Jesús Guerrero-Torrenegra
Universidad del Valle, Cali (Colombia)
Arquitecto, Universidad Autónoma del Caribe. Barranquilla (Colombia).
Doctor en Arquitectura, Universidad del Zulia. Maracaibo (República Bolivariana de Venezuela).
Magíster en Gerencia de Proyectos de I + D, Universidad Rafael Belloso Chacín. Maracaibo (República Bolivariana de Venezuela).
Profesor asistente, Escuela de Arquitectura, Facultad de Artes, Universidad del Valle.
https://scholar.google.com/citations?user=iDTh9sQAAAAJ&hl=es
https://orcid.org/0000-0003-4691-0803
alejandro.torrenegra@correounivalle.edu.co
Recibido: julio 22/2019
Evaluado: diciembre 9/2020
Aceptado: octubre 27/2021
Para citar este artículo / to reference this article: Sulbarán-Sandoval, J. A., Rangel-Rojas, R. H., & Guerrero-Torrenegra, A. J. (2022). Orígenes del conocimiento arquitectónico. Revista de Arquitectura (Bogotá), 24(1), 74-83. https://doi.org/10.14718/RevArq.2022.24.1.2863
Resumen
El presente artículo trata de develar la articulación existente entre el denominado conocimiento de la arquitectura, la concepción teórica de esta y el papel de los arquitectos. El objetivo de esta investigación establece una cronología y una interpretación gráfica y escrita de algunas teorías de arquitectura que han sido parte de un pensamiento reflexivo sobre ella. La aproximación metodológica está compuesta por un proceso sistemático apoyado en un método hermenêutico que pretende la interpretación de las teorías y los autores para una mayor comprensión de estos, así como su sustentación, siempre teniendo en cuenta la manera única y relacional de las posturas de los autores con respecto a lo que sería el conocimiento arquitectónico. Finalmente, se confirma que el conocimiento de la arquitectura se fundamenta en los saberes de la ciencia y el arte basado en su flexibilidad y su representatividad de la realidad en relación con la cotidianidad.
Palabras clave: aprendizaje; arte; ciencia; formación profesional; profesión
Abstract
This article attempts to unveil the existing articulation between the so-called knowledge of architecture, its theoretical conception, and the role of architects. The objective of this research establishes a chronology and a graphic and written interpretation of some theories of architecture that have been part of a reflexive thought about it. The methodological approach is composed of a systematic process supported by a hermeneutic method that intends the interpretation of the theories and authors for a better understanding of them, as well as their support, always taking into account the unique and relational manner of the authors' positions with respect to what would be the architectural knowledge. Finally, it is confirmed that the knowledge of architecture is grounded on the knowledge of science and art based on its flexibility and its representativeness of reality in relation to everyday life.
Key words: art; learning; profession; science; vocational training
Introducción
En este artículo se presentan los resultados de un proyecto de investigación sobre el estudio de las diferentes teorías de la arquitectura que han compuesto el pensamiento reflexivo de esta. Es un trabajo asociado al Departamento de Teoría y Práctica del Diseño Arquitectónico de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad del Zulia, y al Departamento de Proyectos del Programa de Arquitectura de la Universidad del Valle.
¿El principal propósito de la arquitectura es su propia materialización? ¿Lo es la articulación de los diferentes procesos creativos y proyectuales? Las anteriores interrogantes fueron el punto de partida para construir la hipótesis de la investigación: La arquitectura se materializa con la interpretación del conocimiento arquitectónico, la concepción teórica de esta y el papel de los arquitectos.
El punto de partida de la investigación fue el reconocimiento de que los seres humanos tenemos como cualidad principal nuestra propia existencia, y esa existencia tiene una relación directa con habitar, y lo que muchos autores definen como la que es una cualidad que nos diferencia de otras especies en el mundo: nuestra capacidad para ser conscientes y reflexionar. Al mismo tiempo se habla de que, por la cercanía que tiene habitar a la existencia y a esa cotidianidad que nos embarga, dicha conciencia de habitar se ha visto perjudicada; sobre todo, en la época actual, cuando la vida se está viviendo de una manera relativamente rápida, y siempre tratando de estar a la par con la velocidad de la tecnología y sus avances.
Por lo anterior, surgen ciertas posturas de filósofos, y no solo arquitectos, así como, incluso, en la sociología, la psicología, y hasta las mismas artes, intentando descubrir o interpretar dichos procesos de vida en los que estamos hoy viviendo. Así mismo, las ciencias han ido evolucionando en igual sentido, y su principal objetivo es su propia humanización, tratar de llevar el cuidado y la perpetuidad de la vida a todas las actividades científicas y no científicas.
La arquitectura es una de esas ciencias que han sido cargadas desde sus raíces de varias ciencias que le permiten levantarse en un mundo real, y que tienen como principal misión resolver las necesidades humanas interpretando cada uno de los estilos de habitar de cada ser, e intentando responder de una manera prudente con el entorno, las condiciones propias del lugar, la cultura y todas esos factores que involucran vida. Y cuando se habla de vida no se habla de lo meramente biológico, sino de esa vida que es vivida.
Metodología
El método es el modo para el descubrimiento del conocimiento, a fin de generar diferentes alternativas para enfrentar los problemas relacionados con los fenómenos cotidianos; es decir, el método es el procedimiento para lograr los objetivos de la investigación.
Para esta investigación se aplicó el método fenomenológico hermenéutico, desde el enfoque cuantitativo, rescatando la orientación bibliográfica del estudio fundamentado en la disertación de las teorías existes y usando como base el paradigma epistemológico de la complejidad, porque la realidad no es fija: por el contrario, se despliega en el tiempo, debido a que contiene en su estructura la incertidumbre como característica representativa de la cotidianidad.
En cuanto al enfoque hermenéutico, se lo utilizará para la interpretación de las teorías arquitectónicas de los textos escritos, los cuales fueron sometidos a análisis. Y una interpretación conceptual, cronológica, gráfica y escrita ayudará a la consolidación de un pensamiento reflexivo.
Se trata de una investigación de tipo exploratorio. El diseño de investigación es bibliográfico. Se hizo previamente una exploración de las fuentes bibliográficas, consistente en un análisis del conjunto de contenido teórico, representado por documentos bibliográficos de diferentes periodos, que alimentaron el cronograma a partir de la disertación: esta se inicia con el concepto del conocimiento, de Aristóteles 980 a 21, hasta llegar a la contemporaneidad, con Morin (1999), Vargas (2006) y Martínez (2002), para determinar el origen del conocimiento arquitectónico.
Posteriormente, para desarrollar la discusión de los resultados, se partió de los tres ejes de estudio: 1) el denominado conocimiento de la arquitectura, 2) la concepción teórica de la arquitectura y 3) el papel de los arquitectos. Para dicha investigación, se eligieron intencionalmente los textos bibliográficos, mediante un conjunto de criterios que apuntaban a la construcción cronológica y gráfica:
• Importancia del texto en la construcción teórica.
• Tiempo de publicación del texto.
• Nivel de reconocimiento de los autores de los textos.
Esta investigación se divide en tres fases. La primera fase fue de tipo descriptivo, donde se hizo la revisión de las fuentes bibliográficas, que registraron el estado de desarrollo del objeto en estudio. Durante la segunda fase, de tipo analítico, se realizó el análisis de las teorías sobre el fenómeno de estudios para determinar las posibles similitudes y los contrastes en los discursos. La tercera fase se dividió, a su vez, en dos etapas: 1) etapa la hermenéutica, conformada por la interpretación de las teorías mediante la discusión de los resultados; y 2) etapa de las conclusiones alcanzadas como producto de la especulación de naturaleza conceptual.
Resultados
Es importante establecer que para esta investigación no se puede hablar de resultados concretos, porque se trata de hilvanar fuentes bibliografías mediante la construcción de una cronología y de figuras explicativas que permitan la interpretación de las bases teóricas.
El conocimiento en la arquitectura
En metafísica, la reflexión de Aristóteles sobre el saber humano quedó consolidada mediante la siguiente frase: "Todos los hombres poseen por Naturaleza el deseo de saber" (Aristóteles, 980 a 2, citado por Betancourt, 2013, p. 33).
Primeramente, se hace necesario referirnos al concepto de conocimiento; más específicamente, al conocimiento científico y a cómo ha evolucionado la percepción de este en nuestros días, o la forma como es actualmente concebido el conocimiento por la ciencia, en esta realidad cambiante que enfrentamos los seres humanos.
El hombre siempre se ha preocupado por definir el conocimiento, pero cada uno de los filósofos que han intentado precisar su significado y su origen tiene un punto de vista diferente, enfocados cada uno de ellos en sus propios paradigmas. En la época actual, la profundización del conocimiento sigue siendo un tema de importancia universal, aun cuando siguen existiendo muchas interrogantes acerca del conocimiento, la ciencia, el saber y la tecnología.
No obstante lo anterior, la mayoría de los autores han coincidido en que el conocimiento no es sino la aprehensión de datos e información por parte de una persona, a través de sus propias experiencias o la educación y la comprensión teórica o práctica de un fenómeno o un objeto de la realidad, y que todo conocimiento humano es incierto, inexacto y limitado. Adicionalmente, los epistemólogos desistieron de la postura según la cual el conocimiento científico es absoluto, verdadero y definitivo, pues con el paso del tiempo el conocimiento va evolucionando según los nuevos datos y la información obtenidos o captados del fenómeno, lo cual va creando nuevos paradigmas. Además, agregan Brey et al. (2009),
[...] podemos acceder al conocimiento mediante una facultad mental innata en todo ser humano como lo es la razón. Únicamente a través de la razón podemos acceder al conocimiento y el conocimiento de toda la realidad solo es alcanzable a través de la razón. Se puede afirmar, que la estrecha relación entre el conocimiento y la razón forma parte de nuestro más profundo acervo cultural. (p. 21)
Es importante señalar que la crítica rigurosa (objetiva) y sistemática ayudan a disminuir el margen de error y crean una verdad provisional. Al respecto, Kant, citado por Martínez (2002, p. 18), "sostiene que nuestra ciencia no es más que conocimiento logrado por medio de un procedimiento rigurosamente crítico y sistemático".
Adicionalmente, Aristóteles mantiene que casi todo el conocimiento se deriva de la experiencia, y esta se puede adquirir ya sea por vía directa, con la abstracción de los rangos que definen la especie, o de la forma indirecta, deduciendo los datos ya sabidos de acuerdo con las reglas de la lógica.
[...] destaca la teoría del conocimiento o filosofía de la nueva ciencia en que se apoyan, sobre todo, las ciencias humanas, rechazan el modelo especular, que considera al sujeto conocedor como un espejo y es esencialmente pasivo, estilo de la cámara fotográfica. Aceptan en cambio el modelo dialéctico, respaldado por toda la orientación postpositivista actual, que considera el conocimiento como el resultado de una dialéctica (de un diálogo) entre el sujeto (sus intereses, valores, creencias, etc.) y el objeto o fenómeno de estudio. (Martínez, 2002, p. 18)
Por consiguiente, se puede decir que el conocimiento tiene dos puntos clave, que son la experiencia y la memoria (o sea, es necesario el contacto entre el sujeto y el objeto para generar el conocimiento); adicionalmente, "Toda observación es relativa al punto de vista del observador (Einstein), toda observación se hace desde una teoría (Hanson), toda observación afecta al fenómeno observado (Heisenberg), no existen hechos, sólo interpretaciones (Nietzshe)" (Martínez, 2002, p. 15).
Por su parte, Morin (1999) define el conocimiento como un fenómeno multidimensional, en el sentido de que, de manera inseparable, a la vez es físico, biológico, cerebral, mental, psicológico, cultural y social. Así mismo, este autor afirma que, necesariamente, todo conocimiento contiene primero una competencia (aptitud para producir conocimientos), una actividad cognitiva que efectúa en función de la competencia y, adicionalmente, un saber (Morin, 1999).
De lo mencionado por Morin se puede inferir que el conocimiento puede estar dirigido a diferentes tipos de fenómenos u objetos, según sea el interés del sujeto, pero también especifica que el conocimiento siempre presenta una competencia, o aptitud, y una actividad cognitiva donde se procesa la información adquirida por la percepción; igualmente, debe ser capaz de generar un saber del fenómeno observado.
El conocimiento es un equivalente de la relación casual en la que se busca dar cuenta del porqué (del mundo, del sentido); entre tanto, el saber da cuenta de la manera como los sujetos se representan a sí mismos y al mundo, del sentido, del ser y de los modos realizados (Vargas, 2006).
El ser humano puede captar un objeto o un fenómeno en tres niveles de conocimiento: 1) el conocimiento sensible (a través de los sentidos, la percepción y la descripción del objeto); 2) el conocimiento conceptual (teorías y definiciones), y 3) el conocimiento holístico (hipótesis; un conocimiento que capta el objeto como un elemento de una totalidad, sin estructura ni límite definidos).
Por su parte, Vargas (2006) explica más detalladamente los niveles del conocimiento: primeramente, 1) los conocimientos útiles, que son sistemáticos y metódicos y, a su vez, describen y definen el objeto de estudio en la realidad (tiempo, espacio); seguidamente, 2) los conocimientos comprensivos, que se basan en la observación, la descripción y la comprensión del objeto o el fenómeno, teniendo en cuenta la ubicación del objeto, el modo de operar sobre lo real, las sensaciones recibidas construidas en la mente del llamado habitador (Sulbarán, 2017) y su posible funcionamiento; por otro lado, 3) los conocimientos teóricos, o explicativos, que traspasan la descripción y generan teorías basadas en argumentaciones, establecen posiciones del orden teórico —ya sea por inducción, por deducción o por lógica constructivista—, y por último, 4) los conocimientos interpretativos, o hermenêuticos, donde la objetividad del sujeto es clave para interpretar el objeto o el fenómeno.
Desde las evidencias mencionadas se puede llegar a la conclusión de que el conocimiento se vincula directamente a la capacidad que tiene el ser humano para experimentar a través de percepciones de los fenómenos o los objetos, siempre tratando de entender cuáles son su funcionamiento, su estructura, dónde está ubicado, lo que puede o no generar, su significado. Con tal fin de experimentación, se ha creado infinidad de paradigmas que han permitido abrir caminos para la comprensión del conocimiento; así mismo, es importante resaltar que el conocimiento no es exacto, ni definitivo ni real o verdadero, ya que puede cambiar con el tiempo, al obtenerse nuevos datos generados por la observación o las experiencias entre el sujeto y el objeto. Entonces, se podría hablar de una verdad parcial, pero no de una definitiva.
Esta definición de conocimiento puede aplicarse a cualquier rama del conocimiento, lo cual incluye la arquitectura, ya que esta emplea los tres niveles de conocimiento para desarrollar obras arquitectónicas, por cuanto es necesaria la percepción de cada uno de los elementos que están en el lugar de emplazamiento, para conocer y reconocer las ventajas y las desventajas del contexto, así como el uso de teorías e interpretaciones sobre habitar, para poder plantear la obra arquitectónica, para poder establecer relaciones con el contexto de emplazamiento concibiendo una obra que transmita armonía en sus relaciones con el ambiente y con otros edificios, y relaciones entre los seres humanos.
La arquitectura en sí representa una estructura multidimensional, compleja; retomando la definición de Morin (1999) acerca del conocimiento, ella pertenece a los fenómenos multidimensionales, en el sentido de que es imposible separar en la arquitectura lo físico, lo biológico, lo cerebral, lo mental, lo psicológico, lo cultural y lo social, entre otros. Así mismo, el conocimiento de la arquitectura presenta una competencia (aptitud para producir conocimientos; en este caso, de arquitectura), una actividad cognitiva (de percepción de espacios, de formas y de colores, entre otras), que efectúa en función de la competencia; y adicionalmente, genera un saber. Ese saber en la arquitectura es el resultado de los problemas que se presentan en la misma arquitectura y en la vida cotidiana del ser humano. Como respuesta o expectativa a esos problemas, comienza lo que serían las hipótesis para comprender el mundo, el ser y sus necesidades: de la necesidad de mejorar las condiciones de los seres humanos, basados en teorías y experiencias personales sobre cómo se considera que es el mundo según la percepción personal.
Discusión
Arquitectura como teoría
Un primer balance de lo dicho hasta aquí puede resumirse en el presente apartado, en el cual se recurrirá a la participación de varios arquitectos y filósofos que han reflexionado acerca de la arquitectura y el quehacer arquitectónico. Es importante reiterar que los mencionados no son todos los autores que hablan del tema: existe infinidad de autores; no obstante, se citan específicamente autores que comparten una visión reflexiva de la arquitectura.
Es necesario, entonces, estudiar las teorías de la arquitectura y cómo se comprende esa realidad a la que nos enfrentamos en la arquitectura. Es importante recordar que el conocimiento de la arquitectura, tanto como el conocimiento científico, no es puramente objetivo, y que cada autor puede presentar cierto grado de subjetividad en medio de su explicación teórica, que pertenece a sus expectativas, y eso es perfectamente válido, ya que es su interpretación.
Pues bien, como primer caso conocido por reflexionar y crear su propia teoría, que aún, de cierta forma, sigue presente en el quehacer arquitectónico, encontramos a Vitruvio. Este multifacético arquitecto del siglo I a. C. plantea, a través de su tratado de reflexión de la arquitectura De Architecture, que la arquitectura es una ciencia y, a su vez, se halla compuesta por conocimientos adicionales de otras ciencias. De ahí parte la primera visión de lo que sería la arquitectura como ciencia de complejidad, y he ahí por qué se habla de un conocimiento multidimensional. Citando textualmente a Vitruvio (1997),
La arquitectura es una ciencia adornada con numerosas enseñanzas teóricas y con diversas instrucciones, que sirven de dictamen para juzgar todas las obras que alcanzan su perfección mediante las demás artes. Este conocimiento surge de la práctica y del razonamiento. La práctica consiste en una consideración perseverante y frecuente de la obra que se lleva a término mediante las manos, a partir de una materia, de cualquier clase, hasta el ajuste final de su diseño. (p. 25)
Como ya se dijo, la arquitectura vendría siendo para Vitruvio una ciencia compleja: se puede observar en el texto citado cómo el autor afirma que la arquitectura llega a su perfección mediante su integralidad con las demás artes y los conocimientos de otras ramas de la ciencia; también advierte el autor que no solo el conocimiento es lo que puede llevar a la obra arquitectónica a su fin esperado, sino que también se hace necesaria la experiencia en construcción, en técnicas constructivas y en aplicación de materiales, entre otras, que le permitan la estudio y el dominio de los materiales al arquitecto, como se muestra en la figura 1.
Figura 1. Representación de los factores que intervienen en la teoría vitruviana.
Fuente: elaboración propia (2021). CC BY-NC-ND
En apoyo de la teoría de Vitruvio de que la arquitectura es concebida a partir del ejercicio de la razón y la práctica, para Pina (2004),
La concepción de la arquitectura como actividad del espíritu que exige para desenvolverse libertad y desorden contrasta con las concepciones disciplinares que consideran el orden, como la base de la arquitectura misma, no tanto como sistema ligado a la práctica sino como parte constitutiva de la esencia de 'lo arquitectónico'. (p. 38)
Este autor determina la arquitectura como una actividad del espíritu que podemos relacionar el espíritu con el pensamiento humano y su reflexión filosófica de la vida. Insta el autor a considerar la disciplina que vendría representando las técnicas de construcción; eso quiere decir que la idea de la arquitectura debe venir de un pensamiento creativo, libre de condicionamientos, pero también debe tener la capacidad para convertirse en un hecho proyectual y constructivo, para ser dominado por las técnicas constructivas que pueden llevarlo a la realidad, y dejar de ser solo un proyecto o un mero diseño, según se expresa en la figura 2.
Figura 2. Representación teórica de la arquitectura, según Pina (2004).
Fuente: elaboración propia (2021). CC BY-NC-ND
Añade Pallasmaa (2006): "la arquitectura es el arte de la lentitud y del silencio" (p. 14). Adicionalmente, para David Harvey, citado por Pallasmaa (2006),
La arquitectura es el instrumento principal e nuestra relación con el tiempo y el espacio y de nuestra forma de dar una medida humana a esas dimensiones; domestica el espacio entero y el tiempo infinito para que la humanidad lo tolere, lo habite y lo comprenda. Como consecuencia de esta interdependencia del espacio y el tiempo, la dialéctica del espacio exterior e interior, de lo físico y lo espiritual, de lo material y lo mental, de las prioridades inconscientes y conscientes que incumben a estos sentidos, así como a sus papeles e interacciones relativas, tienen un impacto fundamental en la naturaleza de las artes y de la arquitectura. (p. 16)
No obstante ser parte de las artes, la arquitectura dispone de algo que la hace diferente de las otras artes y la relaciona con las ciencias humanas, y que le permite la interacción con el hombre, la cuarta dimensión de la que hablan Pallasmaa, Harvey y muchos otros: el tiempo. El transcurso de tiempo en la arquitectura puede ser percibido a través de sus espacios interiores y exteriores, ese recorrido a través de sus espacios, el empleo de cada uno de esos usos que desempeña, cosa que no ocurre en la pintura, ni en la escultura, ni en la fotografía ni ninguna de las demás artes gráficas, según se expresa en la figura 3.
Figura 3. Aproximación teórica de Harvey y Pallasmaa.
Fuente: elaboración propia (2021). CC BY-NC-ND
Así mismo, Zevi (1981) agrega que la arquitectura es aquella que tiene en cuenta el espacio interior. La arquitectura debe lograr espacios que sean placenteros y les permitan a los seres humanos deleitarse dentro de ella, poder hacer las cosas cotidianas y sentirse identificados con ella. Cabe destacar que el espacio no es tan solo el protagonista en la arquitectura, sino que agota la experiencia arquitectónica y, por consiguiente, es un instrumento crítico (calidades espaciales) para juzgar una obra de arquitectura. Que el espacio interno sea protagonista de la arquitectura es muy natural, ya que en este se desarrolla la vida, la convivencia, esa relación entre los seres humanos, esa relación del ser humano y el ambiente, como se muestra en la figura 4.
Figura 4. El espacio como protagonista de la arquitectura, según Zevi.
Fuente: elaboración propia (2021). CC BY-NC-ND
Por su parte, el enfoque presentado por Villagrán (1988) considera que la arquitectura es un arte, que tiene como finalidad la construcción de escenarios artificiales con los que el hombre vive parte considerable de su existencia colectiva; dichos escenarios pueden, al ser habitados, llamarse moradas para un hombre integral. Agrega, además, que la arquitectura, en su hacer constructivo, persigue finalidades complejas, y que la inspiración o la intuición dejan margen aprovechable para el ejercicio riguroso de la razón, lo cual es expresado en la figura 5.
Figura 5. Representación de los aspectos que intervienen en la teoría de Villagrán.
Fuente: elaboración propia (2021). CC BY-NC-ND
Tanto Zevi (1981) como Villagrán (1988) dan un nuevo enfoque a la teoría de arquitectura, al asumir que esta tiene un componente adicional: la responsabilidad de permitir el desarrollo de la vida del ser humano dentro de sí. Villagrán (1988) afirma que sin ser habitados, los espacios construidos no pueden ser llamados arquitectura; entonces, puede decirse que habitar es el fin último de la arquitectura, el fin último por el cual ella existe. Además, se mantiene la teoría de la complejidad, o multidimensionalidad, que comprende la arquitectura.
Complementariamente a lo expuesto, para Ramírez (2012), "los objetos arquitectónicos son simples medios que no tienen su fin en ellos mismos. Su finalidad está más allá y consiste en satisfacer necesidades espaciales humanas" (p. 5).
Según Arai (1950), "[...] la obra arquitectónicano es un organismo con vida propia... vive en una constante relación de dependencia con respecto al hombre que la habita... es como una estructura con vida virtual, con una existencia refleja" (pp. 11-12).
Ramírez (2012) y Arai (1950) ratifican lo mencionado por Zevi (1981) y Villagrán (1988) acerca de la finalidad de la arquitectura como contenedor de las actividades humanas; igualmente, que la arquitectura depende directamente de la relación que pueda establecer con el habitante, de la convivencia entre sus habitantes y, aún más, de qué tanto pueda satisfacer las necesidades del habitante, tal cual se expresa en la figura 6.
Figura 6. Finalidad de la arquitectura, según Ramírez y Arai.
Fuente: elaboración propia (2021). CC BY-NC-ND
En síntesis, Zumthor (2006) recopila ideas afines a las expuestas por los mencionados autores, en su texto Pensar la arquitectura, donde afirma:
La arquitectura se ha hecho para nuestro uso. En este sentido, no es un arte libre. Creo que la tarea más noble de la arquitectura es justamente ser un arte útil. Pero lo más hermoso es que las cosas hayan llegado a ser ellas mismas, a ser coherentes por sí mismas. Entonces todo hace referencia a ese todo y no se puede escindir el lugar, el uso y la forma. La forma hace referencia al lugar, el lugar es así y el uso refleja tal y cual cosa [...] No trabajamos con la forma, trabajamos con el resto de las cosas, con el sonido, los ruidos, los materiales, la construcción, la anatomía, etc. Desde mis inicios, el cuerpo de la arquitectura es la construcción, anatomía, lógica del construir. (pp. 68-69)
Zumthor (2006) reflexiona acerca de ese sentido de la arquitectura, tal cual los demás autores citados; el sentido de servicio a la sociedad, según afirma este último, radica en que la arquitectura es un reflejo de la cultura de esa sociedad a la que sirve de morada. También explica cómo el lugar genera características que representan esa complejidad, la cual debe manejar y asumir la arquitectura, y explica, entonces, cómo la arquitectura debe estar contextualizada, y no ser un mero escenario abstracto; en ello radica la nobleza: en la belleza de la arquitectura.
Agrega Pina (2004) que la arquitectura, en contraste con el diseño, es una actividad contextualizada, por cuanto esta opera dentro de un contexto real, hasta el punto de construir uno de los rasgos distintivos frente a otras actividades con las que guarda relación.
En relación con lo planteado, Saldarriaga (1981) considera que la arquitectura es un resultado personal y social de las transformaciones humanas, de las características y las condiciones del espacio físico y de las demandas sobre este. Es, entonces, una expresión cultural, y hay que tener cuidado de que no se convierta en un objeto de consumo, un objeto de desperdicio, algo destructivo, que no deje lugar a la libertad y la fluidez del desarrollo del ser humano en su interior y su exterior, e impida así el cambio y el dinamismo que significan habitar.
A modo de reflexión de los comentarios anteriores y de cómo se viene generando una respuesta a la definición de arquitectura, donde poco a poco se ha ido hilvanando ese concepto de arquitectura compleja o multidimensional, a medida que se profundiza más en el texto se ha ido ampliando, y respecto a ello, ahora Saldarriaga (1981) considera que es el resultado de las transformaciones sociales y está muy ligada a la cultura, tal como en su momento afirmaron Arai (1950), Zevi (1981), Villagrán (1988), Zumthor (2006) y Ramírez (2012), entre otros ya nombrados. Pero Saldarriaga (1981) muestra preocupación por la rigidez con la que se pueda asumir la arquitectura, por cuanto es necesario siempre permitir la libertad y la flexibilidad en la cotidianidad de los habitantes.
Añade Pina (2004):
Desde mediados del siglo XVIII, el conjunto de transformaciones de toda índole: sociales, económicas, políticas, científicas, etc., que de forma vertiginosa afectaron a Europa, tuvo su natural repercusión en la arquitectura. Posiblemente, la repercusión mayor consistió en la aparición, extensión y paulatino fortalecimiento de la idea de que la nueva arquitectura -la buena arquitectura del futuro- debía de estar alentada por una actitud ética y producida a través del ejercicio inexcusable de la razón. (p. 25)
La complejidad del mundo actual, según Pina (2004), ha acarreado como consecuencia que no se maneje un modelo teórico basado en tratados de arquitectura, como se hacía en la época de la Modernidad; modelos cerrados, dedicados, en su mayor parte, a decir cómo deben ser las cosas, cuando se establecían cánones que debían mantenerse en cualquier país (es el caso, mayormente, de los países occidentales), sin importar la cultura propia del lugar.
Pina (2004) refiere que es necesario considerar que las cuestiones del gusto y de la moda son secundarias en la arquitectura, dado que, por un lado, son efímeras, y por otro, pueden contribuir a acentuar la bondad, pero con mayor frecuencia contribuyen a enmascarar la maldad de la obra. Por su parte, añade Zumthor (2009, p. 15): "A la arquitectura se le presenta el desafío de configurar un todo a partir de un sinfín de detalles integrantes que se diferencian entre sí en su función y forma, en su material y en sus dimensiones".
Poco a poco se va gestando un cambio basado en la sociedad y su comportamiento actual, lo que hace recordar lo ya expuesto por Bauman (2006), para quien se está asumiendo una actitud fluida en la sociedad y, por consiguiente, se habla de una sociedad líquida. En el mismo tono, Solá-Morales (2009) invita a reflexionar acerca de la preocupación de Saldarriaga y sobre la rigidez que puede estar tomando la arquitectura con respecto al comportamiento humano. Y este comportamiento humano fluido expresa:
La definición clásica de la arquitectura se ha hecho en base a la tríada de conceptos vitruvianos: utilitas, firmitas, venustas, que podemos traducir literalmente por comodidad, firmeza y hermosura. De estos tres conceptos que definen la noción básica de arquitectura, el segundo firmitas, es el que claramente determina las características materiales. Firmitas expresa la consistencia física, la capacidad de estabilidad y permanencia que desafía el paso del tiempo [...] Una arquitectura firme, estable, es también una arquitectura solida cuyas características dimensionales y formales no cambian a pesar de los cambios de temperatura, humedad, viento. (p. 105)
Añade Zumthor (2009):
La arquitectura tiene su propio ámbito existencial. Dado que tiene una relación espacialmente corporal con la vida, en mi opinión, al principio no es un mensaje ni un signo, sino una cobertura y un trasfondo de la vida que junto a ella transcurre, un receptáculo sensible para el ritmo de los pasos en el suelo, para la concentración del trabajo, para el sosiego del sueño. (p. 12)
A este respecto, Solá-Morales (2009) propone una nueva teoría de la arquitectura adjetivándola como líquida, la cual da respuesta a la fluidez que representa el habitar:
Una arquitectura líquida, en vez de una arquitectura sólida, será aquella que sustituya la firmeza por la fluidez, y la primacía del espacio por la primacía del tiempo. Este cambio, este desplazamiento de los paradigmas vitruvianos, no se hacen tan sencillamente, pues se necesita de un proceso que establezca todos los estadios intermedios. (p. 107)
Agrega, además, Solá-Morales (2009):
[...] la experiencia moderna del espacio/ tiempo en la conciencia desvela la continuidad y la multiplicidad, de modo que lo que eran espacios fijos se convierten en permanentes dilataciones, de la misma manera que lo que eran tiempos cronometrables se convirtieron en flujos, en experiencia de lo durable. Esta reivindicación de la intuición y de la multiplicidad significa que hoy podemos pensar la arquitectura desde categorías no fijas sino cambiantes y múltiples, capaces de reunir en un mismo plano experiencias diversas que nada tienen ni de excluyentes ni jerarquizadas. (p. 109)
Si bien es cierto que la arquitectura siempre es asumida como la solución a las necesidades que presenta la sociedad, y que estas necesidades van a ir cambiando, así como lo hace la forma de habitar —esto último, una característica propia del ser humano en el mundo, y que es compleja por esa misma razón—, esa complejidad propia de habitar también se ve afectada por la sociedad, la cultura, la época y el papel que el ser humano tiene dentro de ella.
Por lo anterior, si la arquitectura busca dar respuesta a una cultura y a una sociedad líquida, como afirma Bauman (2006), quien se plantea que la cultura de la presente época ha dejado de ser estable y constante, pues las condiciones que se establecen a los miembros de esta sociedad cambian antes de que las formas se consoliden, ya sean hábitos o rutinas. La velocidad, las interacciones globales, los avances tecnológicos, las nuevas formas de comunicar y la rápida obsolescencia, son características propias de esta sociedad, y el ritmo de vida de los seres humanos está a la par con esos cambios.
Si consideramos lo expuesto, se puede entrever una solución al cambio de la sociedad, a través de la postura teórica de Solá-Morales (2009), quien concibe una arquitectura líquida (figura 7), que no es otra cosa sino la interpretación del comportamiento de la sociedad actual:
[...] nuestra civilización ha abandonado la estabilidad con la que el mundo se presentó en el pasado para, por el contrario, asumir el dinamismo de todas las energías que configuran nuestro entorno. Precisamente porque en nuestra cultura contemporánea atendemos prioritariamente al cambio, a la transformación y a los procesos que el tiempo establece modificándolo a través del modo de ser de las cosas, ya no podemos pensar en recintos firmes, construidos con materiales duraderos, sino en formas fluidas, cambiantes, capaces de incorporar, de hacer físicamente cuerpo no con lo estable sino con lo cambiante, no buscando definición fija y permanente de un espacio sino dando forma física al tiempo, a una experiencia de durabilidad en el cambio, que es completamente distinta del desafío del tiempo que caracterizó el modo de operar clásico. (p. 106)
Figura 7. Arquitectura líquida.
Fuente: elaboración propia, 2021. CC BY-NC-ND
Por su parte, para Zumthor (2009),
El acto creador en el que surge una obra arquitectónica trasciende todo saber histórico y técnico. La confrontación con las cuestiones de la época ocupa un lugar central. En el momento de su nacimiento, la arquitectura está vinculada con la actualidad de una forma especial. Refleja el espíritu de sus inventores y da sus propias respuestas a las preguntas de la época, a saber, por medio de la modalidad de su aparición y uso así como es su relación con otras arquitecturas y con el lugar dónde yergue. (p. 23)
Según Pallasmaa (2006), la arquitectura entiende que la orientación social y cultural en el servicio de una arquitectura a los seres humanos en el mundo es la auténtica calidad de lo arquitectónico. Existe una idea vaga sobre la finalidad de la arquitectura. Una sociedad que marche hacia una contaminación, una velocidad, una mercantilización y una pérdida de lo sagrado crecientes es una sociedad que no habita el mundo.
Pallasmaa (2006) critica la arquitectura de hoy, la que triunfa en las sociedades avanzadas de todo el mundo. Su crítica radica en el desmesurado protagonismo que tiene la imagen que, según él, tienen el arquitecto y el edificio. El arquitecto-estrella y el edificio-icono. Es así como prolifera una arquitectura hecha desde la vista y para ser vista, sin el empleo de los otros sentidos del hombre, lo que genera una arquitectura negativa.
Los intereses económicos, aunados a las nuevas posibilidades tecnológicas, promueven una arquitectura de impacto inmediato, hecha para ser vista, para hacerse notar, para admirar entre la competencia, unido a ello el proceso de globalización y dando como resultado una arquitectura narcisista y nihilista (Pallasmaa, 2006):
[...] El ojo hegemónico trata de dominar todos los campos de la producción cultural y parece debilitar nuestra capacidad para la empatía, la compasión y la participación en el mundo. El ojo narcisista ve a la arquitectura sólo como un medio de autoexpresión y como un juego intelectual y artístico separado de las conexiones mentales y sociales fundamentales, mientras que el ojo nihilista adelanta deliberadamente la distancia sensorial y mental y la alienación. En lugar de reforzar la experiencia centrada en el cuerpo y la experiencia integrada del mundo, la arquitectura nihilista separa y aísla el cuerpo; en lugar de intentar reconstruir un orden cultural, hace imposible una lectura de la significación colectiva. El mundo se convierte en un viaje visual hedonista carente de significado. (pp. 21-22)
Con el trasfondo de la estética, lo principal es que subyace una necesaria actitud ética, que va mucho más allá de la posición estética del arquitecto. Lo que sí queda claro es la posición de la arquitectura como una profesión de servicio, como muchas otras más. No el arquitecto creador sobrenatural, autor de monumentos a su memoria, sino el terrenal arquitecto productor, recreador, intérprete de las necesidades de los otros, escuchador de los demás (Ramírez, 2012).
Después de revivir las teorías de arquitectura más representativas para comprender un poco más cual es rumbo de la arquitectura en la actualidad, se hace necesario comprender el rol que está llevando el hacedor de espacios, el arquitecto.
Arquitecto
Así se puede entender la afirmación que Vitruvio (1997) plantea: para dominar la arquitectura —o más bien, para que alguien pueda ser llamado arquitecto— debe ser capaz de conocer varias ciencias como la música, las artes, la medicina, la geometría y la filosofía: estas ciencias aportan al arquitecto, según Vitruvio, la capacidad para trascender.
[...] la filosofía perfecciona al arquitecto, otorgándole un alma generosa, con el fin de no ser arrogante sino más bien condescendiente, justo, firme y generoso, que es lo principal; en efecto, resulta imposible levantar una obra sin honradez y sin honestidad. (p. 27)
Según Pina (2004), la arquitectura se encuentra en un proceso continuo de redefinición, por lo que el arquitecto se enfrenta hoy en día a la complejidad formada por un conjunto de problemas, que, de cierto modo, desborda sus capacidades, por lo que este debe ir adaptando su propio quehacer a los nuevos requerimientos, ya sean los panoramas normativos, la sofisticada tecnología y los problemas inherentes al ambiente, que forman parte del contexto, y que, por ende, afectan la arquitectura.
Afirman Delgadillo y Delgadillo (2013) que para la creación de arquitectura es necesario disponer de un conjunto de conocimientos, que se podrían llamar epistemología arquitectónica (donde se reconoce la identidad de la cultura, del tiempo o de la época, así como de la sociedad, entre otras), y la idea de que cada obra de arquitectura es en realidad una teoría: una teoría propia que busca tratar de explicar la habitabilidad de los espacios que conforma.
El objeto de estudio en la arquitectura son el diseño y la materialización del espacio habitable del ser humano, donde el arquitecto tendrá la capacidad de conocer para transformar, con responsabilidad, el medio habitable del hombre y la naturaleza. El saber hacer del arquitecto tiene como sustento un pensamiento que responde a las condiciones del lugar y a su momento.
Conclusiones
Como puede verse, las teorías contemporáneas de la arquitectura, a partir del siglo XX, representan la integración de los saberes, lo proyectual y la materialización de la idea sustentada en el conocimiento del arquitecto. A modo de síntesis, se puede decir que la arquitectura es, entonces, una ciencia compleja y multidisciplinar.
A la arquitectura se le presenta el desafío de configurar un todo a partir de un sinfín de detalles (Zumthor, 2009). Comprende los acontecimientos que rodean la vida del ser humano. Al tener una orientación social y cultural al servicio de estos (Pallasmaa, 2006), por poseer existencia colectiva (Villagrán, 1988), siempre debía ser alentada por una actitud ética y producida a través del ejercicio inexcusable de la razón (Pina, 2004), para brindarles una mejor calidad de vida a los seres humanos, a través de la interpretación correcta de su habitar (Ramírez, 2012), ya que esta es el resultado personal y social de las transformaciones humanas (Saldarriaga, 1981).
La obra arquitectónica no es un organismo con vida propia... vive en una constante relación de dependencia con respecto al hombre que la habita (Arai, 1950), y tiene como finalidad proveer a estos lugares que le permitan satisfacer sus necesidades con la ayuda de técnicas que permitan materializar la obra arquitectónica, sin perder, además, su condición de actividad contextualizada (Pina, 2004).
Es importante recalcar que al aprender arquitectura se adquieren ciertos saberes, que permiten entender y solucionar los problemas que competen a la profesión. En ese sentido, su presencia académica debería provenir del saber que le compete: saber pensar (la parte de teoría e histórica), saber diseñar (creatividad) y saber ejecutar (técnicas de construcción). El saber exige ser abordado en su complejidad, lo que implica una integralidad de las diferentes áreas del conocimiento para el manejo conceptual.
La arquitectura y la ciudad solo pueden ser entendidas y valoradas si se considera a esta última necesariamente habitada, ya que esa es una característica propia de los objetos arquitectónicos, y que los diferencia de los demás objetos, lo que lo hace una obra arquitectónica y no escultórica, escenográfica o simplemente edificatoria, por lo cual el arquitecto debe asumir una postura reflexiva para poder comprender los acontecimientos de vida para diseñar y construir con responsabilidad.
Por último, por tener relevancia en la vida de los seres humanos en la tierra y, por lo tanto, del mismo planeta, con toda su diversidad de especies, es necesario, entonces, reflexionar sobre la arquitectura desde el punto de su concepción y, aún más, en su implantación, donde esta genere primeramente su función como servicio, acompañante y protector de vida; no solo un respeto a la presente generación, sino a las futuras.
Referencias
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